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La tribuna

La reforma del puerto de A Coruña y la Lonja

Una reflexión sobre la oportunidad que tiene A Coruña para reubicar la lonja del puerto y ganar ese espacio para la ciudadanía.

3 abril, 2021 11:31

El traslado de la actividad portuaria mercantil de A Coruña al puerto exterior de Punta Langosteira es una oportunidad única e irrepetible para la ciudad. Porque, actualmente, para el ciudadano el puerto constituye una barrera urbana: un muro infranqueable que recorre la mayor parte de la ciudad, desde Oza hasta el Club Náutico. Más allá es zona mercantil cerrada al público, espacio de control aduanero e incluso una frontera. Por consiguiente, la desaparición de este muro abrirá toda la mitad este de la ciudad al mar. Ese cambio va a tener consecuencias muy beneficiosas para la calidad de vida y el atractivo urbano. No exagero si digo que el impacto de esa transformación sobre la ciudad de A Coruña va a ser mayor que el que tuvo la apertura al mar de Barcelona con ocasión de los Juegos Olímpicos de 1992.

El documento "Definición de unas líneas estratégicas para la reordenación del espacio portuario interior", que ahora es accesible al público, realiza un detallado análisis y traza excelentes actuaciones a medio y largo plazo, consistentes, en primer lugar, en la eliminación de barreras, en segundo lugar, en la mejora de la movilidad peatonal transversal (es decir, de la ciudad al mar y no en paralelo); y en tercer lugar propone aprovechmientos del espacio. No obstante, el documento mencionado estudia dos grandes zonas, que son las que quedarían afectadas, de momendo, por la transformación: la zona de los muelles de Transatlánticos y Batería y la del muelle de San Diego. A mi modo de ver, tratar sólo esas dos zonas deja un punto ciego entre ambas que me parece de máxima importancia: la Lonja

La Lonja es, sin duda alguna, un mercado de vital importancia para esta ciudad, no sólo por su relevancia económica y laboral, sino también porque la imagen del ‘pescado fresco de A Coruña’ forma parte de un valor inmaterial que esta ciudad no debe perder. No obstante, el actual edificio de la Lonja, con sus más de 400m de longitud, ubicado en la zona del istmo, constituye una larga e infranqueable barrera entre la ciudad y el mar (más aún si le añadimos la zona de galpones del muelle de la Palloza) y constituye una gran actividad mercantil en una zona en la que va a dejar de haber otra actividad mercantil de esa escala. Entre la Marina y San Diego, zonas en las que hay o va a haber vida civil, comercial y de ocio de esta ciudad, va a quedar a Lonja como zona cerrada y en el lugar más estrecho. No hay que ser experto para ver que, si no se remedia, la Lonja va a resultar, de modo aún más perceptible que ahora, un obstáculo para el acceso de la ciudad al mar.

Por ello, toda reflexión en torno a la reordenación del puerto debe tener en cuenta la Lonja, tanto por centralidad geográfica y su importancia económica como por el hecho de que, a medio plazo, va a resultar un cuerpo ajeno en el lugar en que ahora se encuentra. La desaparición de la actividad mercantil en toda la zona de muelles de San Diego permite, o mejor: obliga a la ciudad a considerar y planificar un traslado de la Lonja a un lugar del puerto viejo en el que no resulte una barrera para la apertura de la ciudad al mar y pueda operar en las mismas condiciones (o mejores) que ahora.

Trasladar la Lonja abriría al mar el Ensanche, Falperra y Cuatro Caminos, ahí es nada, con el beneficio de calidad de vida para esos barrios, con las posibilidades de usos públicos y privados para los espacios liberados, prolongación del paseo marítimo, creación de zonas de ocio y/o comerciales, de espacios y perspectivas visuales para la ciudad que le darán una imágen mucho más acogedora, amable y atractiva.  

Mi propuesta sería situar la Lonja en la zona en la que actualmente se encuentran los depósitos de hidrocarburos, porque allí hay espacio más que suficiente, buenas conexiones para transportistas y porque la allí la coincidencia de carretera, vía férrea y una orografía de por sí más complicada no la colocarían como barrera. Además, la situación al lado del puerto de Oza resultaría lógica (son las dos zonas de actividad de pesca) y muy cómoda para los armadores, creo. Con todo, hay expertos que sabrán decidir mejor que yo la ubicación idónea.

Pero en todo caso, resulta obvio que reservar y no ocupar los espacios a los que en un futuro se quiera llevar la Lonja no sólo es de vital importancia, sino que es literalmente la piedra angular de la transformación de la ciudad, de su apertura al mar y de encaje entre las dos zonas estudiadas por el actual plan. No hacerlo sería perder una oportunidad única, porque si ocupamos todos los sitios a los que potencialmente podríamos llevar la Lonja, el día que la queramos mover (porque la vamos a querer mover sí o sí), ¿a dónde la llevaremos? Sus razones habrá para que la zona de la Lonja no forme parte, de momento, de los planes de reordenación portuaria. Pero sería una imperdonable torpeza no planificar, ahora que se van a liberar espacios para ello, su ubicación futura.

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