El coruñés Juan Carlos Souto en la Isla de Pascua.

El coruñés Juan Carlos Souto en la Isla de Pascua.

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Un carpintero coruñés lleva el rugby a la Isla de Pascua, donde vive desde hace cuatro años

Tras tener que cerrar su carpintería por la crisis económica, un antiguo entrenador le ofreció la oportunidad de fomentar el rugby en esta isla en medio del Pacífico y Juan Carlos Souto no se lo pensó dos veces y hace su vida entre el pueblo Rapanui como uno más

20 febrero, 2021 06:00

Desde A Coruña a la Isla de Pascua. Este es el gran giro que el coruñés Juan Carlos Souto, de 44 años, dio a su vida hace ya cuatro años y medio, empujado por el cierre de su carpintería debido a la crisis económica. Desde los 16 hasta los 35 años ha estado ligado al rugby, concretamente al CD Zalaeta Rugby, y gracias a un entrenador chileno que tuvo durante ocho años su destino se encuentra ahora en el medio del Pacífico. "Yo no elegí la Isla de Pascua, fue ella la que me quiso a mí", explica.

Uno de los principales motivos por los que decidió mudarse a la remota isla, aparte del cierre de su negocio, fue que le ofrecieron poder entrenar allí a jóvenes que quisieran practicar rugby, un deporte que hace años no existía en la Isla de Pascua. "Llevaba mucho tiempo queriendo trabajar en un sitio soleado y qué mejor que una isla así. Aquí estamos libres del coronavirus, tengo mucho trabajo en mi carpintería y entreno a equipos de categorías inferiores de rugby, entre ellos uno femenino", explica, al mismo tiempo que subraya que él sigue en activo en un equipo masculino con el que entrena a diario.

"Estoy lejos de Galicia pero es muy bonito lo que estoy viviendo aquí, no me arrepiento de haber venido, pero no me voy a quedar para siempre. Venía por dos años y llevo cuatro y medio y seguramente me quede alguno más porque este problema de la pandemia complicó tanto la vida en España que no tendría sentido volver cuando no hay trabajo y no te puedes juntar con la gente", argumenta.

Un club de 60 personas en una isla de apenas 7.000 habitantes

Souto entrena al equipo femenino, pero en el club que han montado en la isla hay también equipos masculinos de categorías inferiores y hasta de veteranos. Son aproximadamente 60 personas, algo que tiene mérito en una isla donde no se conocía el rugby hace menos de una década y en la que viven apenas 7.000 habitantes. La rutina diaria del coruñés en la teoría no dista mucho de la que llevaba a cabo en Galicia, es decir, ocho horas diarias de trabajo de lunes a sábado (el fin de semana de manera voluntaria) pero el resto de la vida sí tiene diferencias abismales con la que llevaba Souto hace años en la ciudad herculina.

"La isla es pequeña y tiene poco entretenimiento comparado con lo que estamos acostumbrados, porque no hay bares ni cines. Se puede pescar, bucear, nadar, hacer surf…y yo dedico bastantes horas semanales al rugby entrenando y aprendiendo, porque sigo en activo", concreta. Que Souto mantenga la forma y aguante el esfuerzo que requiere un deporte como el rugby se debe sobre todo a su recorrido anterior, ya que durante cinco años estuvo en la élite jugando en Primera División Nacional, además de ganar en varias ocasiones la liga autonómica con el equipo coruñés.

Ahora emplea lo aprendido con los jóvenes a los que entrena, además de enseñar a nadar a las chicas. Gran parte del tiempo de Souto lo consume a su vez la carpintería que ha montado en Isla de Pascua, a raíz de que un amigo suyo que se jubilaba de La Marina le pidió que le enseñase el oficio y le hiciese unos muebles, y de ahí surgió el recuperar su antiguo empleo. "Regalo mis conocimientos y no cobro por ellos, vivo de lo que fabrico y vendo en la carpintería y somos el primer negocio como tal de la isla con las herramientas necesarias. Me sale el trabajo por las orejas, tengo aquí a mi propia familia", reconoce.

"El pueblo Rapanui está a 4.000 kilómetros del lugar más cercano"

Lo que más ha llamado la atención de Souto en la isla es "la forma de vida". "El modo de vivir aquí no es tan distinto al de un pueblo hace 30 años. La conexión a internet es diferente, los suministros son escasos…es como retroceder muchos años en lo que nosotros conocemos pero es un modo de vida sencillo, fácil de adaptarse a ella si caes bien", asegura. Sobre este último concepto, el de agradar, incide especialmente en su importancia porque apunta que "el pueblo el Rapanui está a 4.000 km del sitio más cercano y eso no ayuda a que se contagien de los hábitos de otras personas, lo que algunas veces provoca que lo que nosotros vemos normal ellos lo vean extraño", dice.

En cuanto a la alimentación, Souto se muestra encantado y resalta exquisiteces como el Curanto, una comida preparada con mariscos, carnes y legumbres que se cocinan sobre piedras colocadas en un hoyo en el cual se ha encendido fuego previamente, o el ceviche, que es importado desde Chile o la vecina Tahití. "Todo es muy básico porque aquí hubo escasez hasta 1970, que acabó la esclavitud, y en los 90 se hizo la película de Rapanui, lo que supuso un escaparate al mundo y el turismo empezó a crecer y llegar en masa", comenta, a la vez que destaca que esto "mejoró la calidad de vida un 100%". "Se pasó de que viniese un barco al año con provisiones a venir tres barcos al mes y hasta que estalló la crisis llegaban dos aviones con turistas y mercancías todos los días", concreta.

"La vida es sencilla porque si tienes hambre sales a pescar y el techo no falta en caso de necesidad porque siempre te acoge alguien. Sin embargo, la sustentabilidad en la isla es complicada porque es volcánica, la tierra no es nada fértil y hay demasiada población, lo que provoca mucho consumo de agua y más que un hospital hay una casa de salud", detalla. "La Isla de Pascua está catalogada como zona extrema para Chile y es un poco deporte de riesgo jugar a rugby y vivir aquí, porque si tienes un accidente o una enfermedad grave que requiera hospitalización, tiene que venir un avión ambulancia de Santiago de Chile que tarda seis horas y tardas mínimo unas 15 o 20 más en llegar al centro sanitario", admite.

"Un museo al aire libre con dos playas"

A pesar de las carencias de las que Souto es consciente en la Isla de Pascua, él se muestra alegre de vivir este recóndito lugar del planeta y lo describe como "un paraíso con clima subtropical con un verano de seis meses y mínimas en invierno que no suelen bajar de los 15 grados". "Hay mucha humedad, lo que hace que se sienta extremamente tanto el frío como el calor, pero la calidad de vida es muy alta, sin estrés y nunca respiré un aire tan puro", argumenta.

"Esto es un museo al aire libre con dos playas, una grande y otra pequeña, ambas de arena rosada por los corales. Es caro llegar hasta aquí y permanecer y de turismo suelen venir sobre todo adultos a conocer la historia de la isla", cuenta. Sobre el pasado y presente de la fauna y flora de la isla, el coruñés destaca que en la dieta predominaban los tubérculos que se comían rallados con leche de vaca natural para desayunar, aparte de que "casi todas las especies son introducidas y muy pocas autóctonas". "Las especies endémicas son marinas y algunas vegetales pero los troncos de los árboles se utilizaron para moais y construir embarcaciones. Es una isla verde completamente pero es complicado que crezcan árboles y hay mucho eucalipto como en Galicia", expone.

Entre sus planes de futuro más inmediatos valora mudarse a Tahití para entrenar a rugby porque tiene amigos allí, pero de momento descarta volver a Galicia (ha venido en una ocasión desde que se marchó) aunque echa de menos a su familia por la complicada situación sanitaria a causa de la pandemia.