El propietario del Momo, Javier Rivera, junto a Momo y su tortuga Casiopea

El propietario del Momo, Javier Rivera, junto a Momo y su tortuga Casiopea Quincemil

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Javier Rivera, del Momo: "Somos el tercer monumento más visitado de Santiago"

Una entrada que se entremezcla con la calle, un imponente jardín con vistas a Belvís y su logo son los elementos más característicos del Momo, un local ya histórico que abrió sus puertas en Santiago hace 37 años

2 noviembre, 2021 13:06

Desde su apertura en 1984, el Momo, ubicado en la Rúa da Virxe da Cerca, se ha convertido en todo un referente en Santiago de Compostela, con su icónica entrada imitando a una calle, su espectacular jardín con vistas a Belvís, su homenaje al "Momo" de Michael Ende y su incesante actividad cultural. ¿Cuál es el secreto para mantenerse durante 37 años?

"El secreto es la propia filosofía del Momo: atender a todo el mundo lo mejor que sabemos, renovarnos constantemente y mantener siempre el espíritu con el que abrimos", explica en una entrevista concedida a Quincemil Javier Rivera, responsable del Momo desde su creación y hasta la actualidad.

El jardín del Momo con sus nuevas vidrieras.

El jardín del Momo con sus nuevas "vidrieras".

Así, el Momo sigue respirando la misma esencia que cuando abrió hace casi cuatro décadas: su entrada ha permanecido inalterable, casi a modo de museo, mientras que alrededor ha crecido un jardín que desde este año está coronado por unas imponentes vidrieras.

"Siempre bromeo diciendo que lo primero que se visita al llegar a Santiago es la Catedral, después el Mercado de Abastos y el tercero ya es el Momo", asegura Rivera. Lo cierto es que son muchos los que lo tienen como parada obligatoria cuando visitan la capital gallega.

Origen

La calle de entrada del Momo tal y como era en 1984.

La calle de entrada del Momo tal y como era en 1984.

La historia del Momo arranca en 1984, cuando dos amigos, Javier y Charlie, deciden montar un local en Galicia inspirado en una idea que habían visto en el Café Moderno de Salamanca: una entrada que se convirtiese en una extensión de la calle.

"Al principio no sabíamos si montarlo en Vigo, A Coruña o Santiago, pero finalmente nos decidimos por aquí: vimos que aquí había un tipo de clientela diferente, con muchos estudiantes", relata Javier Rivera.

Con el concepto claro y un local localizado, estos dos amigos desarrollaron la idea, adaptándola a Galicia, con adoquines, alcantarillas, arquetas y semáforos que daban forma a la "calle" que es la actual entrada del Momo, con letreros de librerías, cafeterías e incluso las rejas de una prisión.

Un pequeño museo en la entrada del Momo.

Un pequeño museo en la entrada del Momo.

"Cuando llegamos esto era un bajo con paredes de cemento y yeso y el suelo de tierra, no había absolutamente nada: fuimos poniendo la fachada, los adoquines y dándole forma al local", explica.

Pese a que a día de hoy cuesta imaginar el Momo sin su terraza y su jardín, durante sus primeros nueve años constaba únicamente de los primeros 70 metros en forma de "L": la entrada era igual, mientras que la zona donde se encuentra el futbolín era una pequeña terraza.

Un año después de iniciar esta aventura, el socio de Javier, Charlie, dejó el proyecto, por lo que él se quedó al frente del Momo. Y así hasta nuestros días, 37 años después.

El jardín

El jardín del Momo, repleto de detalles

El jardín del Momo, repleto de detalles

No fue hasta 1995, nueve años después de la apertura, cuando el Momo pasó a contar con su característico jardín. "Aquello era una huerta, estaba completamente a monte: tan solo había algún árbol, el propietario solo lo usaba para ‘sachar’ patatas", recuerda Rivera.

Así, hubo que diseñar la zona del jardín al completo: se plantaron los setos y se puso todo nuevo. De este modo, el Momo pasó de ser un pequeño pub con 100 metros útiles a tener un total de 750.

"Empezamos a afianzarlo todo para tener un servicio más amplio y después seguimos con muchas reformas para ir actualizándolo, con barras y la zona de terraza cubierta", afirma Rivera.

La terraza cubierta del Momo.

La terraza cubierta del Momo.

El último añadido al jardín, dominado por su vegetación, sus fuentes y sus esculturas, han sido una suerte de "vidrieras" instaladas este mismo año que representan la Divina Comedia y que ofrecen una cobertura adicional ante la lluvia.

Mientras la ciudad y el propio local cambiaban a su alrededor, la entrada del Momo ha permanecido inalterable, "como una especie de museo en homenaje a ese primer Momo".

Detalles del interior del Momo.

Detalles del interior del Momo.

La amplitud de la zona exterior del Momo también permitió capear mejor el temporal de la pandemia: gracias a ella pudieron reabrir pasados los meses de confinamiento para después irse adaptando a los sucesivos cambio en la normativa.

"No nos podemos quejar: hay locales que por sus características llevan 18 años y nosotros hemos perdido menos; tampoco damos saltos de alegría, pero nos hemos podido mantener en el candelero", asegura Rivera.

Lo que más lamenta de la situación el propietario del Momo es que la pandemia y las restricciones han obligado a prescindir temporalmente de la intensa actividad cultural que siempre ha albergado el local. "Pero pronto volverá", celebra.

El espíritu

El Momo y su intensa actividad cultural (Cedida).

El Momo y su intensa actividad cultural (Cedida).

El espíritu, la imagen y el nombre del local se deben, por supuesto, a la novela de Michael Ende "Momo", que cuenta la historia de una niña que se enfrenta a los "hombres grises" que prohíben todo aquello que suponga "perder el tiempo", como el arte, la imaginación, el sueño o la vida social.

"El espíritu del local habla, como Michael Ende, del tiempo, la amistad y de escuchar a la gente: cuando terminamos la jornada todos queremos compartir nuestro tiempo y nuestra amistad, algo para lo que no hay lugar mejor que un bar", explica Javier Rivera.

Así, en sus 37 años de historia Momo ha asistido a infinidad de reuniones de amigos y entre sus paredes o en su jardín "se han conocido muchas parejas, se habrán divorciado algunas, y se han cerrado negocios".

"Los bares son lugares necesarios e importantes en los que se genera mucha vida, donde se enseñan y se aprenden muchas cosas y hay convivencia y respeto, eso es lo que siempre nos ha gustado potenciar y mantener: eso es el Momo", concluye Rivera.