Amor al mar y a los "Golfiños" de la playa de Riazor de A Coruña
Los bañistas, que acuden a diario a la playa coruñesa, denuncian la falta de una caseta donde poder cambiarse en invierno y guardar un pequeño botiquín
24 julio, 2022 06:00Poco después de las 11:00 horas, en una mañana nublada de julio, un grupo de 15 personas de avanzada edad se enfundan en sus trajes de baño a lo largo de las escaleras que descienden de la punta de la Playa de Riazor (A Coruña). Esta situación no albergaría especial interés si no fuese porque se repite día tras día a lo largo de todo el año.
Entonando su propia versión de Corazón Contento, Antonio, de 83 años, baja las rocas para su baño matutino. "Llevo 19 años reuniéndome en las mismas escaleras…. y doy gracias a la vida y le pido a dios que el mar no falte nunca. " Declara el coruñés al ritmo de la conocida melodía de Palito Ortega.
Desde hace décadas, "Los golfiños" como así se hacen llamar, se reúnen cada mañana para pegarse un chapuzón en las aguas coruñesas "llueva, truene o brille el sol".
"Solemos llegar sobre las 10 y media, con el paso de los años puede que algo más tarde, pero siempre venimos todos, los únicos que faltan son los que ya han crecido mucho y ya no están con nosotros", afirma Antonio, que recuerda a los compañeros que han ido falleciendo a lo largo de todos estos años de quedadas matinales.
Desde siempre, los beneficios de bañarse en agua fría son ampliamente conocidos por todos, pero para esta pandilla, de edades comprendidas entre los 60 y los 84 años, la cosa va mucho más allá. "A veces la gente que pasa y nos ve bañarnos en diciembre nos dejan de locos, pero locos están ellos que no se meten", comenta otra de las integrantes de "Los Golfiños".
En el grupo, reconocen que los baños a veces no son muy largos. "Cuando tenía 74 años iba nadando hasta el matadero. Ahora un poquito menos." recuerda Antonio, que suele hacer unos cuantos ejercicios para activar la movilidad del cuerpo antes de meterse al agua. "Después, cuando llega la una, tocamos la trompeta para que todos se enteren de que hay que retirar. Nos vamos a casa y al día siguiente volvemos otra vez", explican los bañistas.
"Las perchas"
En la rampa de la playa, una sombrilla sujetada al suelo con dos adoquines marca el territorio de un grupo abierto que siempre está dispuesto a incorporar nuevos acompañantes a sus chapuzones diarios.
El espacio tomado destaca por la presencia de una veintena de pintorescos colgadores incrustados a las rocas. En ellos, cada vecino cuelga su ropa o sus pertenencias para protegerlas del agua y mantenerlas ordenadas para evitar la obstrucción del paso a las escaleras.
"Antes había unos colgadores preciosos que fui haciendo para que no estuviera todo por el suelo. Era un museo, teníamos hasta un golfiño en grande incrustado en la pared de las rocas. Pero vinieron los gamberros y rompieron todo. Estos los volví a hacer y ahora todo lo que encontramos va para la pared", comenta Antonio enseñando cada figurita y souvenir expuesto y sujeto a las rocas. Estos objetos, han creado una especie de "mural" que ha provocado que la zona ganase el mote popular de "Las perchas".
Cobijo y seguridad
Vecinos de la zona, amigos, matrimonios, madre e hijo…el boca a boca ha hecho que el grupo fuese creciendo y por consiguiente, los colgadores también. "El único que no se entera es el ayuntamiento", comenta Alfredo, otro bañista habitual.
"Desde siempre, durante el invierno el ayuntamiento nos ponía una caseta en el jardín de al lado para poder cambiarnos cuando hacía frío y guardar ahí nuestras cosas", explica también Antonio, que recuerda que cuando llegaba el verano la caseta se retiraba para ubicarla en la playa y utilizarla como puesto de socorrismo pero luego en invierno se la volvían a poner.
"Con este nuevo gobierno la caseta no volvió más. Era importante porque guardábamos un pequeño botiquín y chalecos salvavidas. No es la primera vez que tenemos que sacar a alguno del agua." comenta Alfredo, que solicita al Gobierno local que les proporcionen una caseta y denuncia la falta de operatividad de los locales abandonados del paseo, que podrían ser utilizados para el servicio público.
Entre los integrantes de este variopinto grupo la sensación es la misma. Piden poder seguir haciendo algo que les llena pero con unas condiciones mínimas. "El agua, yo no sé que propiedades tendrá, pero es sana para el alma. Cuando baja la marea, quedan las algas al aire y cogen la energía del sol, eso para el cuerpo es bueno", traslada una de las bañistas que lleva viniendo más de 10 años a la misma hora.
"Muchas veces dicen que el agua está fría, pero para nosotros está siempre igual" comenta también Antonio, que como reconoce cantar habitualmente "A miña vida comeza…cando eu chego aquí".