Si hay algo de lo que podemos presumir los gallegos, es de vivir en una comunidad rica en pequeños pueblos con encanto propio que apetece visitar, sobre todo para huir del caos y bullicio urbano de las grandes ciudades y así romper la rutina.
Hay algunas localidades que son imprescindibles en los primeros puestos de listas de recomendaciones, pero hay otras menos conocidas a las que no se pueden dejar de ir y conocer la historia y cultura que rebosan. De hecho, a poco más de 50 minutos de la ciudad de A Coruña, concretamente a 70 kilómetros, destaca una localidad costera con una población aproximada de 3.000 habitantes. Nos escapamos a Laxe, en la comarca de Bergantiños, la zona central de Costa da Morte.
Ubicado al sur de la ría de Corme e Laxe, la localidad se extiende en una superficie de 37,48 kilómetros cuadrados y su nombre es de origen celta: "lagena", que significa losa o piedra plana. La pesca y la agricultura son la base de su economía y es posible degustar pescado fresco o marisco de calidad en distintos restaurantes de comida tradicional de la zona. Una idea especialmente apetecible si se visita el lugar con motivo de recorrer el tramo de la cuarta etapa del Camiño dos Faros, una ruta que recorre los 200 kilómetros que separan Malpica de Fisterra siguiendo el rastro de los faros de Costa da Morte.
La Pedra dos Namorados de Laxe
Laxe también es tierra de leyendas, sobre todo las surgidas en torno a la denominada como Pedra dos Namorados, que cuenta que los amantes que acudían a este sitio lo hacían con un martillo y un cincel para darle forma a las letras de sus nombres sobre la roca. Esto es debido a que las piedras en Galicia tienen una connotación pagana y mágica indiscutible y existen otras piedras consideradas sagradas en otras localidades de la provincia de A Coruña y otros puntos de la comunidad.
Concretamente sobre la de Laxe, se desconoce cuándo se empezó a usar como lugar en el que grabar una muestra de amor, aunque hay inscripciones que datan de los primeros años del siglo XX. La inscripción más famosa es la del geólogo Isidro Parga Pondal, originario de Laxe, que cinceló sobre la superficie de la roca su nombre junto al de su novia en aquel momento.
Además de por esta roca especial, otro de los iconos de la zona es la conocida como Playa de los Cristales, una cala de apenas 5 metros de ancho junto al cementerio que carece de arena, sino que en su lugar hay cristales verdes pulidos.
La explicación de este fenómeno tan instagrameable no es del todo bonita, dado que se debe a que los cristales acabaron allí porque durante años se fueron desprendiendo de las botellas de vidrio que se fueron cayendo hacia al mar y posteriormente fueron arrastrados por el mar al arenal.
El recorrido playero se puede continuar por la playa de Laxe a los pies de la villa durante kilómetro y medio, sobre su llamativa e idílica arena blanca, todo ello protegida por una pequeña zona de dunas. Una zona perfecta para el baño en familia por sus aguas tranquilas. Para los enamorados de las aves, la Lagoa de Traba (paisaje protegido, Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA)) es el sitio perfecto, una reserva ornitológica dentro del Espacio Natural de Traba, que se extiende desde Punta de Arnado a Punta de Traba a lo largo de un amplio cordón dunar y una laguna natural.
Aquellos con gustos más arqueológicos pueden explorar el petroglifo de Pedra Xestosa, ubicado entre Laxe y la localidad vecina de Vimianzo. Se trata de una estación de arte rupestre única en Costa da Morte y en uno de los paneles se representa una escena de caza con trazos esquemáticos que permiten adivinar una figura de apariencia humana con varios cánidos. Otro resto arqueológico en la zona es el Dolmen Fornela dos Mouros, datado entre el 2500 y el 2000 a.C. y el Castro de Castrelo, en Soesto, del que la parte mejor conservada es la amurallada.
Los que prefieran un entorno más urbano pueden caminar por el casco antiguo, donde conviven diferentes viviendas marineras dispuestas en estrechas calles paralelas a la playa. Uno de los puntos clave es la Casa do Arco, una calle que asciende hasta la Iglesia de Santa María da Atalaia, que data de finales del siglo XIV. En las alturas y para observar de cerca uno de los mejores atardeceres, en la Punta de Laxe está el faro, de llamativos azulejos blancos que se erigió en 1920 y desde el que se puede divisar la ría de Corme-Laxe, Penal de Veo y una de las dunas rampantes más altas de Europa: la Duna de Monte Branco.
En cuanto a poder pasar la noche en la localidad, hay diferentes opciones de alojamiento: desde hoteles boutique y apartamentos hasta casas rurales y complejos turísticos. Uno de los más llamativos son las Cabañas Narea, ubicadas en la playa en Laxe y que conforman una opción única en este entorno. Despertarse escuchando el mar rodeado de árboles desde tu habitación disfrutando de una terraza y un pequeño jardín es una experiencia muy apetecible a la par que seguro que inolvidable.