El Camino de Santiago ha pasado de ser exclusivamente una ruta de peregrinación religiosa a convertirse en casi una aventura, un reto personal que los actuales caminantes, sean o no creyentes, afrontan con la idea de superarse a sí mismos durante la odisea que los separa de la capital gallega. Es por eso mismo que en los últimos años el auge del Camino ha llevado a que ciertas rutas lleguen a masificarse, en especial el trazado Francés, el más habitual y más frecuentado.
Como alternativa ha surgido el Camino de Invierno, que si bien existe desde el Medievo según numerosos documentos encontrados en el Obispado de Astorga, se ha recuperado recientemente como ruta atractiva para quien busca la soledad, el aislamiento y la evasión del mundo terrenal, emulando a aquellos ascetas que huían de la civilización y buscaban vías menos transitadas.
El Camino de Invierno pasa por incontables espacios naturales y tesoros patrimoniales, comenzando en Ponferrada, ciudad templaria leonesa, por la que los peregrinos cruzaban su Pons Ferrata o Puente de Hierro, para seguir por el actual Bierzo, cruzando la Priaranza berciana y el espectacular paisaje de Las Médulas y adentrarse después en territorios gallegos. Es éste el único Camino de Santiago que transcurre por las cuatro provincias de Galicia, entrando en la comunidad por la comarca ourensana de Valdeorras.
Una vez deja atrás la tierra del vino, el Camino accede a Lugo por la mejor puerta de entrada posible: la Ribeira Sacra y su capital, Monforte de Lemos, donde los peregrinos encuentran numerosas opciones de ocio y alojamiento. Y de Lugo a Pontevedra para, llegados a Lalín, unirse a la Vía de la Plata, desde donde se sigue rumbo a la provincia de A Coruña.
Allí, en el corazón de Galicia, se encuentra el destino y el fin de un Camino de satisfacciones y penurias: Campus Stellae, la mágica Compostela donde los restos del Apóstol Santiago esperan a ser honrados por los penitentes, custodiados por uno de los templos católicos más bellos del mundo.
Esta variante del Camino Francés, el de Invierno, se completa en nueve etapas, y en cada una de ellas el peregrino se va encontrando paisajes sorprendentes como las citadas Médulas, y elementos patrimoniales tan valiosos como el Castillo de Cornatel, aún en tierras leonesas, y ya en Galicia el Puente romano de Éntoma en Valdeorras, el Puente medieval sobre el río Cabe, el Castro de San Lourenzo en A Pobra do Brollón o los monasterios de San Vicente del Pino y San Lourenzo de Carboeiro.
El Pazo de Liñares y la iglesia monacal de Lalín, la Fervenza do Toxa, los viaductos sobre el Ulla o, ya avistando Santiago, la Colegiata de Santa María do Sar y su puente romano, son otros atractivos con los que el caminante va tropezando por la ruta y sus aledaños.
La recompensa, siempre, es haber completado el Camino, llegar a Compostela, una de las ciudades con más encanto de Galicia.
Emma Sexto