Es la capital gallega y meta del Camino, una ciudad tapizada en piedra que desde hace siglos recibe cada año a miles de peregrinos llegados desde los más diferentes y variados destinos del mundo. Santiago de Compostela y su monumental casco histórico, lleno de magníficas plazas y regios edificios, son dos de los valores turísticos más importantes de Galicia. Tanto los caminantes que la alcanzan en su andadura jacobea como los turistas ocasionales tienen un objetivo común al visitar la ciudad, la Catedral de Compostela, unos para rendir homenaje al Santo Apóstol, otros para conocer uno de los monumentos religiosos más importantes del mundo.
Lo que muchos de ellos desconocen es que en ese momento hay otros tantos visitantes afanados en conocer el segundo punto de interés más visto de la ciudad: el Mercado de Abastos. Para localizarlo hemos de caminar en dirección Praza da Pescadería Vella y Praza de Santo Agostiño, muy próximas a una de las zonas universitarias de la ciudad, la centenaria Facultade de Xeografía e Historia. Allí, situado entre la iglesia de San Agostiño y la de San Fiz de Solovio, en lo que fueron antiguos terrenos del pazo de los Condes de Altamira, se halla el mercado, un referente en la comarca y considerado entre los cuatro más importantes de España.
El Mercado de Abastos de Santiago nació en el siglo XIX y para entender su emplazamiento actual tenemos que remontarnos a la Edad Media, cuando los vendedores callejeros hacían suyas las plazas de la ciudad para colocar sus productos: Platerías, Azabachería y plaza de Cervantes eran las principales plazas donde se disponían estos antiguos mercaderes. Pero finales del siglo XIX se decidió concentrar toda esta intensa actividad comercial en una zona concreta, que resultó ser aquella donde se asentaban las antiguas huertas del Conde de Altamira. Así nació en actual mercado, en 1837.
No fue hasta 1937 cuando se inicia la construcción del actual mercado, obra del arquitecto ovetense Joaquín Vaquero Palacios, que fue inaugurado en 1941. El conjunto arquitectónico está formado por ocho grandes naves en granito, con formas que recuerdan a las de una iglesia, y está inspirado en los edificios románicos, pero sin renunciar a la tradición constructiva gallega. En la actualidad está gestionado por una cooperativa de más de 70 comerciantes y muchos de ellos han heredado sus puestos de sus padres o abuelos, un buen indicador de la gran dedicación que los trabajadores muestran hacia este mercado, en el que dan salida a productos de la tierra, de calidad incuestionable y de proximidad.
El Mercado de Abastos se ha convertido en un atractivo turístico más de Santiago, pero lo cierto es que funciona como un auténtico foco comercial que abastece de productos frescos a gran parte de la población compostelana, llegando a ser la cuota de mercado de mariscos y pescados de hasta un 60%. En él, además de estos manjares llegados cada día de las principales rías gallegas, pueden encontrarse todo tipo de artículos procedentes de la ganadería y la agricultura, como los derivados de las matanzas (cerdo, ternera y aves) y una gran variedad de hortalizas, frutas y verduras.
Acercarse al Mercado de Abastos de Santiago es vivir una completa experiencia sensorial, pero además de contemplar sus productos existe la posibilidad de que en alguno de sus restaurantes nos preparen lo que allí mismo hemos comprado para degustar en el momento. Y es que el mercado dispone de una zona de restauración, la que corresponde a la nave número 5, en la que comer o picar a la gallega los mejores platos de la tierra, desde sabrosos mariscos hasta un contundente cocido.
Pero no sólo hay vida en el interior del mercado, fuera de él se palpa el bullicio del callejeo y de los mercados de antaño, pues allí se ubican las conocidas como “paisanas”, mujeres productoras que venden en este espacio exterior otros artículos muy consumidos como queso, conejos, huevos camperos, patatas o pimientos de Padrón, además de nabizas o grelos para cocinar caldos y cocidos.
Aprovechando el gran tirón del mercado, en la Rúa das Ameas y la Praza de Santo Agostiño, próximas al mismo, han surgido diversos locales de restauración que ayudan a “hacer zona” y a convertir este animado rincón santiagués en el referente gastronómico más relevante de Compostela.
Emma Sexto