Uno de los grandes atractivos de Galicia es la posibilidad de poder recorrer a pie sendas litorales contemplando el mar, cruzando grandes y pequeños arenales y pasando por pintorescos pueblos marineros.
Es el caso de la Ruta dos Pinos no Mar, que fluye entre los municipios de Carballo y Malpica a través de 18 kilómetros en los que se disfruta del contraste del bosque verde con el azul del mar. Es un buen trecho de baja dificultad, bien señalizado, con pistas amplias, que puede hacerse caminando o en BTT, aunque podemos encontrarnos con algunos tramos llenos de tojos o matorral que se pueden sortear sin más.
La Ruta dos Pinos no Mar comienza en la playa de Razo, un arenal inmenso de 1300 metros de longitud en mar abierto, prácticamente unido a la playa de Baldaio, con el que forma un singular conjunto natural de dunas, marisma y laguna. Comenzamos bien, con el reflejo en los ojos de su arena blanca y fina y el rugir del viento acompañando nuestros pasos. Razo, no olvidemos, es una playa ventosa, son los dominios del Dios Eolo que levanta con su fuerza altas torres de espuma, conquistadas por bravos jinetes subidos a una tabla de surf.
Una vez se abandona la playa topamos con el primer mirador, que regala espectaculares vistas al pequeño puerto de Razo y permite una mirada global al complejo natural Razo-Baldaio.
A partir de este punto comienza una continua sucesión de pequeñas playas entre caminos poblados de pinares –Playa da Pradeira, Playa das Torradas, Playa de Riás- y antes de llegar a la siguiente, la Playa de San Miro, hallamos una misteriosa cueva marina, la Furna das Grallas. Recóndita y profunda, se puede acceder a ella con marea baja por su parte inferior. Desde arriba, la furna es un inmenso agujero negro al descubierto que conviene bordear con mucha precaución para no caer en él en un descuido. Un lugar tan fotogénico como peligroso.
Cruzando la aldea de O Ceán y una pista asfaltada que nos lleva por Loroxo, comienza el desvío hacia la Ensenada dos Muíños. Es aquí donde nos encontramos con unas construcciones comunes en el rural gallego, pero poco habituales en la costa: los Muíños da Ribeira o Muíños de Ardeleiro.
Se trata de un conjunto etnográfico formado por cinco molinos de río que van siguiendo el curso del Rego dos Muíños, un pequeño riachuelo que en esta zona muere en el mar. Es por eso que los molinos se disponen en cascada a sus orillas, muy próximos a las bravas aguas del Atlántico. Tienen nombre propio, el de aquellos que los construyeron: Muíño do Pirillete, Muíño do Tecedén, de Mandeón, de Varela, Muíño Novo…
Antes de descender hasta los molinos se halla una cruz de piedra. Es todo un símbolo que recuerda a una tragedia, como tantas otras acaecidas en esta recortada Costa da Morte, el naufragio del barco “Os Tonechos” en 1991, en el que fallecieron sus 9 tripulantes, muchos de la misma familia. Existen otras versiones para justificar la presencia de la cruz en el lugar, pero la del naufragio es la más extendida.
Durante gran parte de esta ruta hemos tenido de frente, a lo lejos, el pueblo marinero de Malpica y las Islas Sisargas. Ahora dejamos temporalmente la costa para tomar la senda definitiva que nos llevará al final de nuestra andadura, la Capela das Neves o de Santo Antón, casi tocando la cima del Monte da Plancha.
Aquí finaliza la ruta y toca volver al punto de destino, bien a pie o en transporte público desde la misma Malpica. Quien prefiera quedarse en esta peculiar villa marinera encontrará el calor humano de sus gentes y tendrá la ocasión de visitar su puerto, de observar el trabajo de las redeiras o de pasear por su paseo marítimo hasta la Ermita de Santo Hadrián, desde donde observar las mejores vistas de Malpica y de las Islas Sisargas, centinelas de la villa.
Emma Sexto