La comarca de El Bierzo, en la provincia de León, alberga uno de los tesoros naturales más importantes del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1997. La huella que dejó el Imperio Romana sobre el paisaje berciano ha dado lugar con el transcurrir de los siglos a uno de los escenarios más bellos que existen en todo el globo terráqueo; un paisaje enmarcado entre monumentales pináculos rojizos que emergen a la superficie a través de un manto verde de arboledas y vegetación. Con todo, y a pesar de lo extraordinario del entorno de Las Médulas, su origen histórico sería tachado hoy en día de auténtico desastre ecológico.
De hecho, en el momento de declarar el lugar como Patrimonio de la Humanidad, la delegación de Tailandia ―apoyada por otras como Alemania y Finlandia― se opuso con firmeza a la decisión al considerar dicho paraje como el resultado de una actividad humana destructora, en este caso el de las explotaciones auríferas romanas. No obstante, este "Gran Cañón" español se ha convertido en el presente en uno de los atractivos turísticos más destacados y visitados de Castilla y León. Y no es para menos, pues su valor histórico y paisajístico resulta de igual modo indiscutible al tratarse de la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el Imperio Romano, cuyos trabajos de ingeniería para extraer todo el oro posible alteraron de forma significativa el medio ambiente de la zona.
Más sobre el origen de Las Médulas
A finales del siglo I a.C, tras la victoria de las Guerras Cántabras, el Imperio Romano se hizo con el dominio de los territorios que hoy en día abarcan este rincón de la comarca de El Bierzo. El control sobre la región trajo consigo el asentamiento de las poblaciones romanas y la explotación de los recursos de la zona, entre ellos el aprovechamiento de las riquezas naturales de oro y plata tan abundantes en las proximidades de los afluentes del Sil. Lo cierto es que la avaricia de los romanos los impulsó a remontar los ríos de la zona excavando una multitud de galerías en cada colina aurífera en busca de dichas fortunas.
Según afirmaba el profesor y arqueólogo Antonio García Bellido, los suelos removidos en Las Médulas rondaban entonces los 500 millones de metros cúbicos. Unas cifras ingentes que implicarían que, si de media existían unos tres gramos de oro por cada tonelada de tierra, la cantidad total que se estaría moviendo sería de unos unos 1.500.000 kilos aproximadamente. El sistema que utilizaban antaño para la extracción del oro fue el "Ruina Montium". Mediante este mecanismo, el agua de los riachuelos de la montaña se canalizaba y embalsaba en la parte superior de la explotación, haciendo que la propia fuerza hidráulica del agua deshiciese la montaña y arrastrase las tierras auríferas hasta los lavaderos. Además, por su longitud, ramificaciones y la cantidad de agua utilizada, el sistema hidráulico de Las Médulas está considerado uno de los más espectaculares del mundo. De hecho, se estima que estos canales tenían un recorrido de más de 300 kilómetros, muchos de ellos situados bajo la propia roca.
La mayor mina de oro a cielo abierto del Imperio Romano provocó un desastre ecológico descomunal en este rincón de la actual comarca de El Bierzo. La explotación de dichos recursos se mantuvo durante un siglo hasta que dejó de ser rentable y la vegetación autóctona recuperó su espacio. Un siglo de trabajos que resultó ser más que suficiente para alterar por completo el paisaje de Las Médulas. Los pináculos colorados que hoy caracterizan la panorámica del lugar son el legado de las antiguas colinas demolidas. De hecho, el cercano lago de Carucedo ―hoy en día considerado un humedal protegido― tampoco existía en aquellos años de dominio romano, sino que su formación se produjó más tarde por el taponamiento de un valle debido a los residuos deshechados.
Rutas para descubrir esta antigua mina de oro
Dos milenios más tarde del fin de la catástrofe provocada por las explotaciones de oro, Las Médulas fueron reconocidas como Bien de Interés Cultural en 1996 y sólo un año más tarde la Unesco las declaró como Patrimonio de la Humanidad. En el presente este paraje en el corazón de León recibe cada año la visita de miles y miles de personas que por primera vez se asombran con la extraordinaria belleza de un paisaje único fruto de la minería romana. Una de las mejores formas de descubrir el encanto y la historia de Las Médulas es hacerlo a través de alguna de las rutas de senderismo que se extienden por todo el valle. Una de las más extensas y completas es la conocida como Senda Perimetral, un recorrido circular de alrededor de 14,5 kilómetros de longitud que avanza hasta el entorno del lago de Carucedo.
Más allá de la Senda Perimetral existen otros recorridos más cortos tales como la Senda de las Valiñas, la de Reirigo, la del Lago Sumio o la de los Conventos. La primera de las mencionadas transcurre entre frondosas arboledas de castaños que se adentran en el corazón de Las Médulas a través de sus principales cuevas y galerías. La de Reirigo conforma el itinerario más exigente, pues el trayecto en cuestión asciende a lo largo de unos 5,4 kilómetros hasta la cima del Pico Reirigo, situado a unos 979 metros de altitud. El del Lago Sumido por su parte constituye una ruta sencilla de apenas 2 kilómetros y sin desnivel que visita la mencionada laguna el Mirador de Chao de Maseiros. Por último, la Senda de los Conventos conecta el Aula Arqueológica de Las Médulas con el pueblo de Orellán.