Conduciendo a través de la N13, atractiva alternativa a la A28 por sus vistas panorámicas de la costa y pueblos más encantadores de la región, llama la atención en el municipio de Caminha una alta torre minuciosamente decorada con trabajos de cantería, hierro forjado y azulejos pintados a mano.

¿Pero qué historia hay detrás de ese palacete indiano? Ubicado sobre el Río Miño y con vistas a la costa gallega, nos encontramos con una auténtica joya de la arquitectura e historia portuguesa: Villa Idalina.

Puesta de sol sobre el Río Miño, desde Villa Idalina.

El portugués Joaquim dos Anjos Costa emigró a Brasil, igual que tantos gallegos, en busca de fortuna. Lo que no sabía es que allí también encontraría el amor al conocer a Idalina, la mujer que lo inspiraría a construir una majestuosa mansión en la freguesia portuguesa de Seixas tras volver a su país natal en el año 1911.

Foto de Joaquim dos Anjos Costa junto a su familia e Idalina en la época.

En 1968 la casa se puso en venta y una pareja de la zona se acercó, movida por la curiosidad, para cotillear el interior de tan impresionante palacete. Y tras la visita, al hablar de precios, este matrimonio se dio cuenta que sí podía permitirse adquirir la propiedad. Así fue como Lolita y Adolfo se hicieron con Villa Idalina con el objetivo de cuidar tal maravilloso patrimonio cultural.

Y gracias a que los actuales propietarios de Villa Idalina – Susana y Andrés, familiares de Lolita y Adolfo – decidieron que este palacete tan hermoso debería ser disfrutado por otros, hoy podemos entrar: llegamos a Villa Idalina y estamos listos para transportarnos a una época pasada.

Unos jardines de inspiración francesa de más de 6.000 metros cuadrados custodian la propiedad a la vez que esconden numerosos rincones: un antiguo invernadero, un huerto ecológico, una bodega, un carruaje original… e incluso una piscina.

Exteriores Villa Idalina.

Pero el verdadero tesoro está en el interior: detalles Art Nouveau, suelos de Pino Tea con marquetería, estucos de paredes y techos, retratos familiares de la época, recuerdos de viajes por el Viejo Continente de entonces, tapicería colorida con estampados originales, muebles primigenios conservados intactos, baños con griferías de antaño… un auténtico museo vivo de 1.200 metros cuadrados que sí se puede tocar, porque si hay un imperativo aquí es sentirse en todo momento como en casa.

Habitación deluxe Idalina.

Interior Villa Idalina.

En Villa Idalina puedes reservar una noche en alguna de sus seis habitaciones, disfrutar de un brunch totalmente artesanal, organizar un evento privado o unirte a alguno de los retiros mindfulness que programan periódicamente. Además, una visita guiada acompañada de un welcome drink te descubrirá todas las curiosidades de su historia y las posibilidades que ofrece tanto la casa como los alrededores de esta zona del norte de Portugal.