A medio camino entre la bravura de la Costa da Morte y las paradisíacas Rías Baixas, la ría de Muros e Noia conforma uno de los rincones más genuinos de Galicia. Lo cierto es que este geodestino gallego alberga entre sus límites la esencia y el alma de la Galicia más marinera, con un sinnúmero de villas y pueblos pesqueros que mantienen vivo ese arraigo con el mar desde hace siglos.

El paisaje de estas localidades se abre paso entre mares y montañas, ofreciendo al viajero una enorme riqueza natural, cultural, histórica y paisajística que se ve reflejada en rincones tan especiales como Bornalle. Este lugar de la parroquia de Abelleira esconde en su territorio uno de los secretos mejor guardados del municipio Muros, un conjunto etnográfico de más de una veintena de hórreos que recorren todo el pueblo con la mirada siempre fija en el horizonte marino. 

Los hórreos son un auténtico emblema de la arquitectura tradicional de Galicia, convertidos hoy en día en un elemento etnográfico fundamental del paisaje rural gallego, junto con otros como los molinos o cruceiros. Cabe recordar que estas construcciones tradicionales, de piedra o madera, solían construirse elevadas sobre pilares para mantener su interior a salvo de roedores y otros depredadores, pues la mayoría de los hórreos gallegos eran utilizados antaño para almacenar o preservar ciertos alimentos y recursos agrícolas como el maíz o los cereales.

La realidad es que en toda Galicia podemos encontrar conjuntos tan singulares e interesantes como los hórreos a pie de mar de Combarro o el sustancial grupo de Filgueira, considerado el lugar con la mayor concentración de hórreos del país. Pero al margen de estos famosos ejemplos, en el caso particular de la citada aldea muradana, el lugar de Bornalle también deja ver un buen número de estas construcciones típicas, con hasta 22 hórreos repartidos en pequeños grupos por toda la línea costera que se extiende desde el entorno donde desembocan varios riachuelos que dan forma a la ensenada de Bornalle y su idílico arenal. 

Un pueblo entre hórreos

Hórreos de Bornalle, Muros. Foto: Google Earth

En el lugar de Bornalle los hórreos son los grandes protagonistas. Estos elementos del paisaje rural gallego encuentran un escenario de lo más especial en el entorno de la parroquia muradana de Abelleira. En este rincón, la desembocadura del río Rateira y la sedimentación provocada por el paso del tiempo ha dibujado una curiosa lengua de arena de seis metros de altura cubierta por un pequeño pinar.

Frente a ella, el arenal de Bornalle se abre paso ante un océano que casi consigue hacerlo desaparecer cuando la marea alcanza su punto más alto. En el núcleo de la parroquia, las sinuosas y estrechas callejuelas se extienden entre pequeñas casas marineras y una naturaleza salvaje. Es precisamente en medio de este paraje mágico donde se erige el conjunto etnográfico más singular de todo Muros: los llamados hórreos de Bornalle. 

El campo de hórreos de esta aldea gallega se concentra a escasos metros de la mencionada playa, integrados por completo en el paisaje costero. De hecho, algunos de ellos incluso miran directamente al propio arenal y la ensenada que se forma en el estuario del río de Rateira. Cabe destacar que la mayor parte de las construcciones de Bornalle son del tipo Noia, si bien es posible encontrar algún modelo con otra tipología.

En el caso mayoritario, los hórreos mantienen un semblante sencillo y funcional, presentan sillares de granito y aberturas en horizontal, cubierta a dos aguas y teja del país. Además, y aunque no es lo más habitual, algunos de ellos también se encuentran rematados con pequeños adornos en sus extremos. Esta clase de hórreo gallego recibe dicho nombre pues el mayor número de ejemplares que existen se extiende desde Noia hasta Corcubión

Muros y sus famosas carrilanas

Más allá de los emblemáticos hórreos de Bornalle, el núcleo pesquero de la localidad o las infinitas playas paradisíacas que se extienden por el litoral muradano, este municipio de la ría de Muros e Noia es famoso sobre todo por su Gran Prix de autos de madera. Hablamos de un evento prácticamente único en el mundo que cada verano logra reunir en la pequeña parroquia de Esteiro a miles y miles de personas que buscan disfrutar de su popular carrera de carrilanas: la competición de vehículos sin motor más rocambolesca y divertida de toda Galicia.

Declarada como Fiesta de Interés Turístico Nacional, la edición XXXV calienta ya motores y tendrá lugar este verano entre el 19 y 21 de julio, en unas jornadas en las que tampoco faltará la nota musical de la mano de artistas de la talla de Tanxugueiras, Baiuca, Grande Amore o Boyanka Kostova