La plata y el azabache son dos de los elementos claves en Santiago de Compostela. Un paseo por el casco histórico de la ciudad descubre los secretos de la historia a través de la joyería tradicional, que en la capital gallega da nombre a plazas como Platerías. Los talleres repartidos por los callejones todavía perviven en un mundo en el que el brillo ya no es cómo antes.
La orfebrería es una profesión artesanal en la que los profesionales pueden pasar semanas o meses trabajando en piezas únicas, llenas de historia y carácter. Pocas personas conocen más este trabajo que Susi Gesto, la orfebre compostelana que acaba de presentar sus diseños en el desfile de la Moda del Norte, una de las pasarelas más importantes del norte de España.
Con modelos vestidas de negro para destacar sus creaciones, Gesto se dio a conocer en Cantabria frente a diseñadores y miembros de la industria de moda que quedaron impresionados con sus creaciones de gran dimensión. En Quincemil hemos querido conocer más a fondo a esta orfebre y su trabajo.
¿Cómo ha sido la experiencia de la Moda del Norte y cómo te sientes por haber llegado a un escaparate así?
Fue más que satisfactoria. El evento propone una apuesta para afianzar la identidad local representada por diferentes creadores del Norte de España. Valora además la importancia de la recuperación de oficios y técnicas de producción artesanales, así que resultó ser la mejor de las plataformas y escaparate para visibilizar un trabajo que parte de la tradición ourive compostelana.
Una de las características de tus trabajos es que te basas en historias para el proceso de creación, y hay uno en concreto que tiene una muy especial: el sapo de los bolívares. ¿Puedes contarnos algo más sobre esta historia y del proceso de creación de la joya?
Podría contar mil historias que me emocionan en el taller. La mayoría de las piezas que salen de él parten de una historia, una historia muy personal, algunas que se pueden contar y otras que las guardo con muchísimo cariño.
El “sapo de los bolívares” es una pieza que ya hice años cuando aún estaba retomando el oficio y parte de la historia de Inés. Su abuelo emigró a Venezuela y cuando vino retornado le regaló a Inés tres Bolívares. No tenía muy claro qué hacer con ellos. Pasó el tiempo y cuando Inés estaba embarazada de Ana decidió que quería un sapo.
Un sapo en orfebrería se refiere a una joya que normalmente tiene tres cuerpos y es por excelencia la pieza reina de nuestra orfebrería más tradicional, pasa de madres a hijas en una misma familia. Hicimos el sapo con tres cuerpos y con los tres Bolívares, en una pieza que se podía desmontar. Una parte del sapo se la dio a su madre, otra se la quedó ella y la más chiquitita fue para Ana la pequeña que aún estaba por venir, con idea de que, con el tiempo, ella misma uniera las tres partes del sapo como un símbolo de generaciones de mujeres en su familia.
En tus creaciones mantienes un carácter gallego y compostelano muy claro, con el uso del azabache o las formas tradicionales. A la hora de intentar modernizarlas, ¿con qué elementos intentas jugar?
Cuando volví a la mesa de trabajo después de años sin querer saber nada del oficio lo retomé partiendo de las piezas más tradicionales, siendo mi pieza fetiche el sapo, pero dándole mi impronta tanto a las formas como a la técnica, haciendo todas ellas únicas y sin repetirlas, pues no tendría sentido trabajando de forma artesanal.
La filigrana en plata y el azabache es lo que distingue nuestra orfebrería compostelana, y es reconocible y genuina por esas características. Lo que más me identifica o con lo que más disfruto en la mesa de trabajo es con la introducción del cobre en la técnica de la filigrana Compostelana, haciendo mezcla con la plata a esa colección le llamó “Coubriverías”.
Tu trabajo como orfebre empezó en el taller de tu padre, ¿qué te inspiró de la labor del orfebre y por qué veías necesario continuar con la tradición?
Nos criamos con un padre apasionado por su oficio, por Compostela y por la creación artística en todas sus vertientes. Cuando éramos pequeñas hacíamos los deberes en su taller y nos separaba una cortina de la zona pequeña que tenía de tienda. El sonido de las herramientas estaba interiorizado desde la infancia. Recuerdo que nos ponía bodegones para pintar, pues el dibujo para él era esencial. Fue un luchador por conseguir que se visibilizase este oficio tan ligado a Santiago de Compostela.
Él fue la mayor inspiración sin duda, bajaba los sábados al taller para realizar joyas que hacía para él por el mero placer de crear, le daba igual si le llevaba meses acabar alguna obra… ¡disfrutaba con el oficio!
Precisamente la orfebrería es una de esas ocupaciones artesanas que parece que van desapareciendo, ¿crees que hace falta más visibilidad para que la sociedad aprecie toda la labor que conlleva la creación de joyas como las tuyas?
En un mundo tan mecanizado y automatizado es necesario visibilizar los oficios en general y evitar por todos los medios que se pierdan. Más visibilidad también para los pocos maestros artesanos que quedan, que se van a llevar tantas historias y oficios con ellos si no reaccionamos cuanto antes.
Escucharlos, documentarlos y darles mayor presencia en las escuelas de oficios es primordial, pues los oficios están ligados a la historia de un lugar, a nuestros orígenes.
La historia de Santiago y la orfebrería están íntimamente ligadas, ¿qué papel crees que juegan talleres como el tuyo en el carácter de la ciudad?
Calles como la Azabachería y Platerías de Santiago de Compostela definen lo que fue esta ciudad siendo la orfebrería el oficio por excelencia.
Supongo que mi taller aporta un pedacito de historia de una de las sagas familiares que vivieron por y para el oficio, las herramientas con las que trabajo son de la primera y la segunda generación de mi familia una gran responsabilidad a la hora de crear mi propio relato…