Carlos Fernández Bollo, el organista gallego que persigue sus sueños en Holanda
La falta de alternativas formativas viables para estudiar el instrumento de viento en Galicia y la pérdida de la tradición organística, lo llevó a Groningen hace casi cinco años
29 enero, 2023 06:00Dicen que los sueños están para perseguirlos y eso es lo que ha hecho el gallego Carlos Fernández Bollo (Mugardos, 2000), que ha decidido dedicar su vida a un instrumento musical que no goza de la popularidad de otros: el órgano. Para ello, y ante la escasez de posibilidades en Galicia, puso rumbo a Holanda, concretamente al conservatorio Prins Claus en Groningen, perteneciente a la Universidad de Hanze.
Carlos afirma que este instrumento de viento siempre atrajo su atención y recuerda que "el sonido del órgano de la parroquia en Mugardos me hechizaba y siempre subía con mi padre para ver cómo lo tocaban". Lo único que se interponía entre su pasión y su sueño, ser organista, era la ausencia de centros donde formarse. En Galicia "solo hay un conservatorio profesional de grado medio donde se da órgano", refiriéndose al centro ubicado en la ciudad de Ourense y, dada su juventud y su residencia en la otra esquina de la comunidad autónoma, "era impráctico que yo fuese a dar clases".
Lejos de bajar los brazos, Carlos aprendió a tocar de la forma más autodidacta posible, intentando descifrar partituras y con la ayuda de profesores particulares procedentes de Segovia, a los que agradece profundamente su trabajo, pero que "con suerte", le daban clase una vez cada dos meses.
Su suerte cambió tras la asistencia a un curso de verano de piano y música de cámara en Groningen. Allí conoció a profesores de piano del conservatorio de la ciudad y, tras ver cómo impartían clase, de una forma que no se hacía en España, decidió que ese era su lugar. Al volver a Mugardos le comunicó a sus padres que quería estudiar en la ciudad holandesa y "ellos y toda la familia me animaron mucho. Fueron un gran ejemplo de fortaleza, de darme ganas de venir a Groningen y de no tener miedo de cumplir mis sueños", celebra.
En aquel momento, Carlos estudiaba segundo de Bachillerato y sexto de Profesional en el conservatorio, y tras superar la pertinente prueba de acceso en el centro holandés, puso rumbo a Groningen. Allí completó los cuatro años del Grado Superior en Música en las especialidades de piano y órgano y ahora estudia el Máster en Música en la especialidad de órgano e improvisación organística en el mismo centro, Prins Claus, donde, en la actualidad, es el único gallego matriculado. Sus años de estudio en el país europeo han cumplido y superado sus expectativas. "Para mi fue como una salvación porque yo necesitaba que alguien me empujase, que me diese un plus a través de una enseñanza clara, lógica y efectiva. Si no hubiese venido aquí, sabe Dios lo que habría hecho", apunta.
A la pregunta de cuál es su meta profesional, Carlos responde que su vocación como músico pasa por ser profesor de órgano y compatibilizarlo con ser organista litúrgico y llevar una vida de concertista internacional. Estos objetivos se presumen altamente incompatibles con regresar a Galicia ante la falta de oportunidades en el sector. "Es una pena que se haya perdido la tradición organista que Galicia tuvo antaño en conventos y grandes ciudades. Cada convento contaba con un órgano, y ahora, si lo hay, en pocos casos funciona", lamenta, y pone como ejemplo el de la iglesia de San Francisco en Ferrol, donde colabora como organista cuando va de vacaciones, que es ya "el único en funcionamiento de la ciudad". Apunta que en países como Alemania, Inglaterra u Holanda, "el órgano es parte fundamental de la música, no se entiende una orquesta sinfónica o una iglesia sin un puesto de organista, ni un conservatorio sin materia de órgano". En dichos países, hay bastante salida laboral, asegura.
El mugardés ya colabora como organista en la catedral católica de San José de Groningen y también en la iglesia protestante de San Martin en la misma ciudad, que alberga "uno de los mejores órganos de Europa y del mundo". Carlos desconoce qué le deparará su trayectoria profesional pero lo que sí está garantizado es que llevará el nombre de Mugardos allá donde vaya. "Soy mugardés, con mucho orgullo y a todo aquel que me pregunta de dónde soy le digo que de un pueblo muy pequeño, pero muy bonito y le muestro fotos", concluye, con una sonrisa que se intuye al otro lado del teléfono.