En A Coruña se apoya el arte callejero. En otras ciudades como Santiago no está permitido que los músicos toquen en la vía pública, sin embargo, "aquí se hace la vista gorda", explica Jacobo, un coruñés que emociona al tocar en plena Calle Real y que se gana la vida con ello.
A sus 41 años, Jacobo, o Yaiko, como le conoce todo el mundo, toca en la calle por placer, aunque evidentemente si le cae alguna que otra moneda no va a decir que no. Son muchos los viandantes los que se paran delante del músico para verle tocar: y es que no se trata de un instrumento cualquiera, lo que Yaiko toca es un Hang Drum. "La gente al principio se piensa que es fácil, pero luego lo prueban y me dicen: '¿Cómo puede salir sonido de ahí'?", cuenta.
"Es un instrumento relativamente moderno. Le inventaron una pareja de suizos a finales de los 90", cuenta el propio músico. Se trataban de unos "ingenieros muy curiosos". Estos recorrieron el mundo estudiando el sonido de los steeldrums (tambores metálicos), los cuales se tocan mucho en la zona del Caribe, sobre todo en Jamaica. "Son cuencos metálicos y se tocan con baquetas", explica Yeiko.
Fue entonces cuando se les ocurrió la idea de cambiar la forma de los tambores, y en vez de hacerlo cóncavo, lo hicieron convexo. "Mejoraron el tema de las notas haciéndolo metiéndole notas dobles, algo así como con armónicos en quintas. Es un diseño de sonido muy, muy, muy curioso". Los ingenieros eran los únicos que lo fabricaban, por lo que la lista de espera para conseguir un Hang Drum era de varios años.
Pero como todo, no tardaron en crear réplicas. "La pareja de suizos los denunciaron y empezaron a registrar y patentar la marca. Por eso, Hang Drum, que es el nombre original, hoy en día se llama también Handpan, el nombre que se le da como alternativa", explica. De ahí que se le pueda conocer por los dos nombres.
Yeiko no sabía mucho de música, de niño había tocado alguna vez la bandurria, pero no mucho más. Sin embargo, la primera vez que vio un Hang Drum le llamó mucho la atención. Se llevó una decepción cuando vio el precio: 1.500 euros el más barato. Fue en una edición del festival Ortigueira, cuando se encontró de casualidad con un fabricante de handpans. Después de hablar con él y de contarle su interés por los handpan, este se lo dejó algo más barato, por unos 1.000 euros.
Artista callejero
De eso hace ya siete años. "Enseguida empecé a componer mis canciones y, en cuanto las tuve, bajé a tocarlas a la calle", señala. Lo de tocar ante tanta gente en plena vía era algo nuevo para Yeiko. "Al principio, te da mucha vergüenza y a veces te sientes vulnerable. Es raro, pero luego la experiencia, en general, ha sido muy buena", reconoce.
Los primeros años, Yeiko trabajaba de camarero, de profesor y de músico callejero. "Yo estudié matemáticas, y doy clases de refuerzo a niños. Ahora en verano me viene muy bien el dinero que gano en la calle. Con el cambio de los exámenes de recuperación de septiembre a julio, los profesores de pasantía de verano nos hemos quedado sin trabajo", cuenta.
"Mínimo gano 10 euros la hora, y máximo puedo llegar a los 40, pero es muy relativo", asegura. Por ejemplo, los días que llueve ya no puede salir a tocar, digamos que en invierno el trabajo se viene abajo. En verano, los turistas que llegan en los cruceros le dejan dinerales en el saco. También es cierto, que, después de tanto tiempo, sabe a qué horas va a haber más gente o menos. "Tuve una temporada en la que me fue tan bien que me planteé dejar el empleo que tenía como camarero y profesor para dedicarme a esto", confiesa.
La calle de los músicos
"Eso sí, si te vas a Francia o a países nórdicos, se valora de otra manera", señala el músico. Yeiko reconoce que siempre va a haber alguien que te menosprecie por tocar en la calle, sobre todo en España: "Antes te relacionaban con un mendigo. Yo en concreto estoy contento en A Coruña, porque aquí sí que se da la oportunidad en este sentido".
La Calle Real cuenta con una gran variedad de estilos musicales, todo ello gracias a la presencia de numerosos artistas callejeros. "La mayoría, nos conocemos. Lo curioso es que la mitad de la gente son amigos míos. Si vas a tocar en alguna zona en concreto, te pones de acuerdo para ponerte en un lado o en otro para no molestar, al final se trata de respetarse entre nosotros". Así que ahora, si vas de paseo por A Coruña, párate un momento a contemplar el arte que hay en plena vía, al alcance de todos y para todos.