Miguel Piñol en Moscú.

Miguel Piñol en Moscú. CEDIDA

Salud

Miguel Piñol, un gallego al filo de la actualidad en Moscú (y vacunado con la Sputnik)

Este coruñés de 33 años trabaja en la sección digital de uno de los principales medios rusos, el Russia Today, ha conseguido dominar el complicado idioma y tiene retos por delante como los baños congelados, una tradición para celebrar la Epifanía

25 abril, 2021 06:00

Los coruñeses que vuelan del nido fuera de Galicia, principalmente por motivos laborales, son numerosos, pero la vida cotidiana de Miguel Piñol, de 33 años, es de todo menos convencional, ya que vive y trabaja desde 2016 en Moscú (Rusia). Acabar siendo ciudadano de la capital de una de las grandes potencias mundiales no ha sido por capricho ni casualidad, sino que su formación en Lenguas Modernas y su especialización en el ruso le han llevado a formar parte de la plantilla de la sección digital de RT (antes conocido como Russia Today), una cadena de televisión internacional que opera como un servicio multilingüe con canales en cuatro idiomas.

Todo comenzó en 2008 en la Escuela Oficial de Idiomas de la ciudad herculina, donde empezó a estudiar ruso y conoció a una profesora que les invitó a apuntarse a un curso de ruso de verano que se desarrollaba en Moscú y San Petersburgo. Después de la experiencia volvió a Galicia y tras empezar Derecho se trasladó a Madrid para estudiar el grado de Lenguas Modernas. Allí consiguió una beca para estudiar durante un año en la capital rusa y durante ese tiempo reconoce que logró mejorar su dominio del idioma y "saber lo suficiente como para manejarse en la vida cotidiana, aunque con errores".

"Se nota a la legua que soy extranjero pero me manejo. Cuando volví del intercambio tenía la idea de hacer un curso para mejorar el idioma y una amiga rusa me dijo que mandase el currículum a RT y me llamaron para una prueba", rememora. Gracias a sus conocimientos de cultura general del país y el dominio en la redacción de textos se hizo con el puesto y desde aquel momento cada semana se empapa de actualidad desde dentro de uno de los principales medios de Rusia, aunque reconoce que "no tiene formación de periodista" y se dedica a corregir la gramática y formatos de las informaciones junto a compañeros rusos, de Perú, de Ecuador o España.

Plató de informativos de RT. Fuente: RT Facebook

Plató de informativos de RT. Fuente: RT Facebook

Choque cultural y adiós a los estereotipos

Piñol define Moscú como "una ciudad enorme y caótica donde los inviernos son difíciles", a la vez que aún se muestra ciertamente sorprendido por las grandes distancias que separan distintas partes de la ciudad (20 kilómetros aproximadamente entre una estación de metro al sur y otra al norte) y que "obligan a planificarse muy bien para llegar a tiempo a todos los sitios". Otro de los aspectos llamativos de la ciudad que destaca son sus habitantes, alrededor de 12 millones de personas, y reconoce que al ser una urbe de interior "echa de menos el mar", aunque encuentra similitudes entre la capital de Rusia y A Coruña "que le hacen sentirse en casa" aunque esté a miles de kilómetros del lugar donde creció.

Calle Arbat en Moscú.

Calle Arbat en Moscú.

En este sentido, apunta que la calle Arbat (que es peatonal y tiene un kilómetro de largo) le recuerda en parte a la Calle Real, por el ambiente de tiendas y negocios locales, al mismo tiempo que otra zona del centro de la ciudad la compara con la calle de la Barrera porque cuenta que "allí es donde los rusos suelen ir de bar en bar a tomar algo y comer". Piñol es consciente de los estereotipos existentes sobre la gente de Rusia, en los que él mismo creía también hasta que comenzó a vivir en el país y descubrió a "una gente que una vez les conoces se entregan por completo y son cercanos y amigables". El coruñés posee un círculo de amistades en Moscú y comenta que en la cultura de la gente "está más el invitar a gente a casa y hacer un pequeño evento que socializar en la calle", aunque sus planes de ocio "no se diferencian demasiado de los que hacía en Galicia" como ir al cine o a cenar fuera.

Piñol en el Obelisco de A Coruña. Fuente: Quincemil

Piñol en el Obelisco de A Coruña. Fuente: Quincemil

"Es cierto que el trato diario en un supermercado o tienda es bastante frío y al principio me resultaba hasta borde, pero una vez superada esa barrera descubres que los tópicos sobre los rusos no son del todo ciertos", afirma. Sobre su estancia en Rusia, el coruñés explica que "por un lado quiere volver a la vida cómoda y tranquila de A Coruña" pero de momento opta por pasar un tiempo más en el país, aunque no ve su vida allí "como algo que vaya a ser para siempre".

Política y "auge" de la religión ortodoxa

Piñol reconoce que desde que llegó a Moscú "le gusta perderse" y alejarse de las zonas más populares ubicadas en el centro de la ciudad como la popular Plaza Roja o el Teatro Bolshói, razón por la que al principio dedicó su tiempo libre a sumergirse en el mapa de la urbe e "intentar llegar a zonas que son una especie de islas". Durante sus largos paseas comenta que observó con detenimiento la arquitectura, "con edificios antiguos y bien conservados en las zonas más transitadas y con edificios de bloques de estilo industrial en las afueras", aunque recuerda que se ha llevado sorpresas al torcer esquinas y encontrarse acogedores parques o pequeñas iglesias que no sabía que estaban allí.

En cuanto a política, Piñol indica que "los propios rusos dicen que Moscú es una isla dentro de Rusia y es donde se encuentran más movimientos de oposición al presidente Putin porque se junta gente más diversa y confluyen ideas diferentes", aunque argumenta que Rusia se divide en parte "entre los que creen que Putin es el camino y los movimientos alternativos liberales que tiran cara a Europa". Además, cuenta que también hay tendencias más conservadoras y que "sigue siendo muy importante el Partido Comunista". Además de la política, la religión también tiene un gran peso en Rusia y Piñol concreta que, bajo su punto de vista, "hay una parte de la población que apuesta por el ateísmo presente en la época soviética, además de que otros son agnósticos", a la vez que hace hincapié en que "mucha gente cree fervorosamente en el cristianismo ortodoxo".

"Hay gente muy metida en esto y en la universidad me sorprendió ver gente de 20 años que tenía el hábito de ir los domingos a misa. Es algo que choca porque en Galicia en mi entorno al menos no es algo habitual entre la gente de mi edad", dice. Asimismo, asegura que "no hay ninguna religión en Rusia considerada como oficial" y conoce a personas budistas o musulmanas, aunque advierte de que "la religión ortodoxa parece la preponderante" y considera que "esto podría llegar a generar ciertos conflictos sociales". En este contexto, a Piñol también le chocó el aspecto físico de los ciudadanos de Moscú, sobre los cuales tenía la idea estereotipada de "rubios de piel clara", y ha comprobado que hay diversidad no solo por la presencia de migrantes de antiguas repúblicas soviéticas como Uzbekistán o Kazajistán, sino por la variedad de pueblos que conforman Rusia. "Estas personas tienen rasgos asiáticos pero son rusos. Un país tan grande alberga muchas etnias", reconoce.

Las "antípodas" de la gastronomía gallega y la Sputnik

El coruñés ha sido testigo en su propio paladar de que muchas de las especialidades rusas "están en las antípodas" de los platos tradicionales gallegos. Un buen ejemplo de ello es el Jolodetz, que se trata de gelatina de pata de res, o la ensalada Olivier, conocida como "la auténtica ensaladilla rusa" y que se elabora a base de patatas cocidas, carne magra, pepinillos agridulces, zanahorias, huevos, guisantes, cebolleta o crema, entre otros ingredientes.

En general, Piñol expone sobre este tipo de comidas que "la dieta tradicional rusa es bastante grasa por el frío del invierno" y habla también de la presencia de la gastronomía georgiana en Moscú, de la que destaca los conocidos como Jachapuris, "una especie de pizza o barca de pan con queso fundido y huevo". Algo muy común en toda Rusia y que se consume en gran cantidad son las sopas, sobre todo el Borsch, "la sopa rusa de remolacha". En cuanto a las bebidas, el gallego destaca el consumo de vodka sobradamente conocido y hace una conexión con Galicia en lo referente al Samogón (el líquido fermentado tras el proceso de ebullición cuyo vapor se condensa de manera casera en un alambique y se transforma en una bebida con una mayor concentración de alcohol), que equipara a los licores de hierbas caseros.

La experiencia con la pandemia en Rusia es algo diferente a cómo se está viviendo en España, ya que Piñol reconoce haber entrado en supermercados donde varias personas no llevaban mascarilla, aparte de que algunos amigos suyos rusos viajasen durante los meses más complicados de la pandemia por el país. En España por edad y características aún no le hubiera tocado, pero Piñol está vacunado contra el coronavirus con dos dosis de la Sputnik gracias a que les ofrecieron esta posibilidad en el trabajo, al margen de que hubo semanas que toda la ciudadanía podía vacunarse en grandes superficies comerciales como los almacenes GUM de la Plaza Roja.

"Hubo momentos en los que estuvimos en más de 20.000 casos al día pero la vacunación masiva ha ayudado a normalizar la situación", afirma, sobre lo que matiza que en su caso sus efectos secundarios fueron presión en el brazo donde le pincharon y algo de fiebre. En lo que atañe a su futuro próximo, que de momento se centra en Rusia, Piñol espera poder cumplir su reto personal de bañarse en agua congelada (una tradición que miles de rusos cumplen todos los años siguiendo una tradición ortodoxa para celebrar la Epifanía y el bautismo de Cristo) y visitar el Lago Baikal, ubicado en Siberia y cercano a la frontera con Mongolia, donde cuenta que en invierno "es espectacular porque está todo congelado y se forman carreteras temporales dentro del agua por donde circulan los vehículos".