Exclusivas, portadas, ventas, lectores... todo eso está muy bien, pero para un periodista de verdad no hay nada comparable a lograr que las cosas cambien, y a ser posible, para bien. Ese periodismo en grado cero, independiente de ventas o audiencias, es lo que Paul Steiger buscaba al fundar ProPublica en 2008, y los múltiples reconocimientos recibidos desde entonces -incluyendo dos Pulitzer- señalan que algo hizo bien.
A medio camino entre un medio y una fundación sin ánimo de lucro, ProPublica ha abierto un camino exitoso pero, seamos francos, difícil de reproducir en otros países. Más que un modelo de negocio es un ejemplo inspirador. Que se mira, pero no se toca.
Si un alto cargo del gobierno le ofreciera una filtración interesada para dañar a otra persona, ¿utilizaría la información y la publicaría, o publicaría el intento de filtración?
Depende. En primer lugar, trataría de que apareciera el nombre de este político, porque a veces no puedes. Si la información fuera importante y útil, entonces la sacaríamos. Si veo que la información es engañosa, tendenciosa... dependería de a qué acuerdo
llegara con el político antes de empezar a hablar, porque a veces estás atado de manos. Siempre recomiendo a mis reporteros que los eviten. Mencionaría que hay alguien tratando de difundir esa información. No sé si quiere que me extienda más en la respuesta.
Adelante.
Me recuerda a una situación que tuvimos en el Wall Street Journal, donde la industria del tabaco estaba tratando de desacreditar a un filtrador. Vinieron con un dossier que le dejaba bastante mal y nuestra reportera Alix M. Freedman dijo: "No voy a coger esta
información a menos que pueda decir de dónde vino". Me volví loco. "¿Cómo no puedes hacerlo? Es información legítima", le dije, y me contestó que porque era una parte importante de la historia que estaban tratando de ocultar. Finalmente reconsideraron y llegaron a un acuerdo para poder revelar de dónde vino la información. Creo que no podía dar nombres, pero dijo que venía de la industria del tabaco. Y cambiaba totalmente el contexto de la historia.
¿Cree que el periodismo está pasando de las filtraciones al análisis de datos como el que hacen en ProPublica, o que siempre harán falta expertos en esto?
Necesitas ambos. Mi lema es "lo único constante es el cambio". Estamos en un proceso en el que estamos encontrando más periodistas que pueden programar, además de escribir y reportear. Para las operaciones con datos más complicadas necesitas especialistas, pero incluso ellos piensan más como periodistas. Creo que es un cambio muy importante y que las herramientas de datos que ahora tenemos son tan fundamentales para la práctica del periodismo como el telégrafo, la fotografía o la radio. Todos los avances tecnológicos, salvo la imprenta.
Las herramientas de datos que ahora tenemos son tan fundamentales para la práctica del periodismo como el telégrafo, la fotografía o la radio.
O sea, para usted el periodismo de datos no es una especialización, sino una evolución.
Ahora podemos probar cosas que antes sólo podíamos sugerir. Recuerdo cuando era reportero y pensaba que había identificado una tendencia. ¿Qué podía hacer? Encontrar un par de anécdotas que apoyaran esa tendencia, o a un experto que dijera que le parecía bien, o a un académico que aportara estadísticas, pero al final era algo impresionista, inductivo pero no definitivo. Ahora podemos hacer cosas como la que hicimos en colaboración con el Washington Post, en la que probamos estadísticamente que dos presidentes, George W. Bush y Barack Obama, uno republicano y otro demócrata, estaban favoreciendo a los blancos sobre las minorías al conceder indultos.
Sin la habilidad de crear una base de datos y hacer múltiples análisis de regresión con ella, todo lo que habríamos tenido son dos fuentes que no querrían ser citadas y quizá un par de ejemplos. Es una situación totalmente transformadora. Todavía necesitas los
ejemplos y las anécdotas, porque enganchan al lector, pero ahora puedes demostrar las cosas.
Igual que cualquier nueva revista que intenta imitar a The Economist o The New Yorker acaba fracasando, ¿pasa lo mismo a cualquiera que trate de imitar su modelo?
Lo que veo en EEUU son revistas que una vez fueron muy exitosas, como Time o Newsweek, pasándolo mal para adaptarse y tratando de imitar a The Economist, porque lo ven como un modelo exitoso, periodística y económicamente. Es posible en otros contextos hacer narrativas estilo New Yorker que funcionen. Por ejemplo, uno de nuestros reporteros hizo una pieza maravillosa que publicó el propio New Yorker, otro en colaboración con otro del Marshall Project, o sea, dos organizaciones digitales, hicieron otra cuyo título era Una Historia Increíble de Violación, algo explosivo para nuestros lectores, creo que tuvimos 600.000 visitas y aún tiene tres o cuatro mil lectores al día. Lo único que hemos hecho que supere eso son apps de datos, y era una historia muy estilo New Yorker, que la gente la está leyendo en una página web.
Me refería a que, en lugar de inspirarse en ejemplos exitosos como ProPublica, muchos nuevos medios intentan copiarlos, sin tener en cuenta sus particularidades o contextos. Por ejemplo, en España no tenemos esa cultura filantrópica de la donación millonaria.
Absolutamente. Y es una época maravillosa para estar haciendo esas cosas, porque ahora la economía mundial está como está, movediza. Pero le daré un ejemplo de cómo funciona la creatividad. BuzzFeed nos robó a uno de nuestros mejores periodistas, Mark Schoofs. Le pagábamos mucho dinero pero ellos le ofrecieron más. Lo que fue enorme es que le dijeron que podía contratar a seis reporteros y un pequeño equipo de datos para hacer periodismo de investigación, pero orientado a su audiencia. Es decir, millenials, urbanitas y con estudios. Primero estaba molesto pero luego pensé: "Un momento, nosotros existimos para ayudar a recuperar el periodismo de investigación, que fue arrasado por el colapso del modelo de negocio de los periódicos en Estados Unidos". Y yo no soy un millenial urbanita, no leo BuzzFeed a diario, pero leí un par de historias que sacaron y que eran maravillosas. Hace poco pregunté a Mark cuántos periodistas eran ya y me dijo que 20. Y lo que intentan hacer es restaurar en un entorno digital lo que el entorno digital destruyó.
[Steiger estuvo hace unos días en España, concretamente en Madrid y Pamplona, invitado por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra y la Fundación Rafael del Pino. Antes de volver a Nueva York, donde reside, tuvo la amabilidad de conceder más de una hora de su tiempo a EL ESPAÑOL. Pese a su indudable apertura de miras, sorprende ver a un periodista de 73 años mostrarse tan entusiasmado con nuevos medios como BuzzFeed].
Su teoría es que BuzzFeed está imitando a los periódicos de papel.
Antes de internet, usted recibía en casa un paquete que contenía cosas que usted quería y cosas que le daban igual, y por eso tiraba algunos suplementos a la basura. Y luego había cosas que a veces leía y a veces no. Era un dispositivo maravilloso, y si su principal razón para leerlo era saber qué pasaba en los mercados financieros, luego podía engancharse a una historia de investigación, y eso ya hacía que el lector estuviera complacido, que renovara su suscripción y aumentaran las cuotas que el periódico pedía a los anunciantes. Lo que hizo la web fue proclamar: "Si le interesa la economía, le daremos un pack digital con más énfasis en la economía". De repente el periódico se volvió un objeto bonito, no necesario. Y lo que BuzzFeed ha hecho es decir: "Vamos a empaquetar todo junto, aunque sabemos que el lector que quiere deportes puede ir a ESPN o la que quiera moda puede ir a un millón de blogs de moda, y nos gastaremos mucho dinero en periodismo de investigación al que muchos nunca llegarán". Están haciendo lo que dijo Ben Smith, su director, crear un apego cultural a la marca BuzzFeed que hará que un número de millenials urbanitas educados entren por su página principal, algo que la gente ya no hace. La investigación del tenis, por ejemplo, es un historión y exactamente el tipo de historia que sus lectores quieren leer, porque ellos apuestan online, juegan al tenis... es justo su punto óptimo.
¿Cómo mide usted el éxito de una historia en ProPublica, donde no les importan las audiencias y dicen velar sólo por el interés público?
Cuando empezamos, le dije a nuestro equipo: "No quiero ser la mayor página web, la que más páginas vistas tenga". Entiéndame, quiero tener visitas, pero la misión de ProPublica es poner el foco en los abusos de poder por el interés del público y empoderar al público para que puedan cambiar las cosas. Cambio, esa es la clave. ¿Cómo lo haces? Hay gente con formación en negocios, otros en la academia, que quieren medir y cuantificar la capacidad de cambio, pero no creo que se pueda hacer porque hay diferentes gradientes. Lo hacemos nosotros, y esto fue idea de nuestro presidente, Dick Tofel, la persona más inteligente con la que he trabajado. Con cada gran proyecto que empezamos, crea una base de datos y anota todo el impacto, grande o pequeño, historias de seguimiento, lo que sacan otros medios, cambios en la legislación, debates parlamentarios... Es decir, los resultados de nuestro reporterismo. Y lo hace él mismo, sin delegar en nadie.
No siempre los resultados son inmediatos.
Está el caso, por ejemplo, en el que investigamos a la agencia pública que otorga permisos a las enfermeras en California. Estuvieron seis años sin revocar la licencia de una enfermera que pegaba a sus pacientes. La historia salió y el gobernador fulminó a la directiva de la agencia y los reemplazó por otros, les encargó solucionar el problema. Eso es lo ideal, ser decisivos, pero siempre hay que volver y ver si lo que tratabas de conseguir al final, que es mejorar el cuidado de las enfermeras, se ha cumplido. No era sólo cuestión de librarse de enfermeras criminales.
Ese es un tema, parece que a veces los periodistas celebramos lograr que un político corrupto dimita, aunque las leyes que permiten esa corrupción sigan siendo las mismas. Se pone otro peón, con otro nombre y otra cara, y sigue el juego.
Sí, pero déjeme que le apriete un poco en esto. Los seres humanos fuimos expulsados del jardín del Edén, estamos sujetos a lo bueno y a lo malo. Si puedes librarte de alguien que se porta mal, sí, puede que sea reemplazado por otro que se portará mal, pero al menos, has castigado a alguien, eso primero. En segundo lugar, mandas una señal a otro político que esté pensando en portarse mal. Alguien está vigilando. No podemos aspirar a ser dioses y transformar las almas de los malvados. Usted es más joven que yo y aspira a obtener el mejor resultado, y lleva razón, pero yo diría que lo más importante es obtener un resultado, aunque no sea el mejor.
¿Existiría ProPublica sin una FOIA -Ley de Acceso a la Información- sólida como la que hay en Estados Unidos?
Tenemos muchas ventajas en EEUU, tenemos la FOIA o tenemos la Comisión Nacional del Mercado de Valores que obliga a las empresas a revelar mucha información. Pero, ¿sabe? A veces uno tiene que encontrar otras formas de llegar a los sitios, porque las agencias emplean exenciones a la FOIA o redactan alguna excusa para no dar una parte crucial de la información... es una gran ayuda, pero hace muchísimos años, una mujer muy sabia me dijo: "Usa lo que tengas para obtener lo que puedas". Así que tenemos estas herramientas, pero si no las tuviéramos usaríamos otra cosa. Si alguien me hubiera dicho que ganaríamos un Pulitzer escribiendo de obligaciones de deuda
colateralizadas diría que está loco, el 90% de los periodistas no sabe ni qué es esto, pero es una pieza crucial para explicar por qué la crisis de 2008 fue tan mala y cómo gente lista, en algunos casos legalmente, pudo robar a la gente manipulando estos valores. Y no había documentos oficiales porque estos títulos estaban dirigidos a inversores muy sofisticados. Nuestros chicos tuvieron que encontrar gente que hablara, y nadie hablaba porque querían seguir trabajando en el sector bancario. Trabajaron y trabajaron a lo largo de nueve meses hasta que lograron descifrar el código y que alguien les pasara los documentos. Como dijo esta señora, usa lo que tengas y obtén
lo que puedas.
Si alguien me hubiera dicho que ganaríamos un Pulitzer escribiendo de obligaciones de deuda colateralizadas diría que está loco, el 90% de los periodistas no sabe ni qué es esto.
Hoy en día, los periodistas jóvenes tiene que pasar por sitios donde les van a pedir sacar muchas noticias y no van a pedirles que desarrollen su habilidad para investigar, entonces, ¿cómo fichan ustedes periodistas de investigación, es decir, qué tipo de talento buscan?
Es difícil y no toda apuesta es exitosa, pero para mí merece la pena apostar, porque es muy valioso tener en la redacción una dinámica de diversidad. ¿Qué hacemos? Encontramos jóvenes prometedores, por ejemplo, una que acaba de dejarnos. Era una estrella en Harvard, la mejor de su clase, y entró como becaria. Buena escritora, visión noticiosa, sentido común, sacó buenas historias pero conforme pasaba el tiempo, tanto nosotros como ella vimos que no era una periodista pura de investigación, ella quería hacer otras cosas y ejercitar su talento narrativo. Se marchó a The Guardian, donde está haciendo un buen trabajo. Por la misma época, contratamos a un chico muy joven
llamado Paul Kiel, estaba en un sitio online, TPM (Talking Points Memo), sacando una historia al día y cobrando bastante poco. Vimos una investigación que él destapó sobre el despido por parte de la administración Bush de abogados del estado. No fue un escándalo enorme, pero puso el foco en el problema. Así que le contratamos, y de inmediato hizo historias muy buenas. Cuando Sarah Palin fue nombrada vicepresidenta de McCain, nos pidió ir a Alaska y decidimos que no podíamos permitírnoslo. Pues llamando por teléfono consiguió información que otros periodistas, estando en Alaska, no consiguieron. Esto era 2008, y en 2015, se ha convertido en una superestrella del periodismo de investigación. Esto no ocurrió de la noche a la mañana, es un proceso de aprendizaje, y cuando una apuesta sale tan bien como esta, dan ganas de... [Mira hacia arriba] ¡Dar gracias a Dios!