"Sabemos dónde han caído las bombas por el humo". Mahmoud Adan lleva el brazo escayolado y sus ojos están cansados pero su voz es potente. Hace sólo media hora que este sirio de 28 años menudo y magullado estaba escarbando entre las ruinas de un edificio en busca de supervivientes. "Sé que hay muertos, los he visto, pero aún no te puedo decir cuántos".
Acostumbrado a la importancia del recuento de cadáveres para la prensa y las ONG, a Mahmoud le sorprende que no le preguntemos cifras ni detalles sobre impactos y explosiones. Se queda en silencio, extrañado de que el hecho de que un civil salga cada día a la calle a salvar a otros tenga interés para la prensa.
"Nos han atacado hace media hora", dice en una conversación por Skype. Una bomba ha caído sobre uno de los pisos que usa el Syrian Civil Defense: una organización que muchos en Siria conocen como White Helmets porque sus miembros salen a la calle con cascos blancos de obra, los más baratos y fáciles de encontrar.
Los White Helmets son una red de voluntarios que se declara apolítica en una guerra en la que hay demasiados bandos. Opera en las zonas donde se ha retirado el régimen de Bashar Asad.
Son los hombres y mujeres que aparecen cuando todos corren a esconderse. En una guerra en la que apenas quedan periodistas sobre el terreno, sus voluntarios siguen apareciendo en las fotos cargando heridos o retirando escombros junto a familiares y vecinos en la televisión.
Antes de que estallara el conflicto, Mahmoud era ingeniero mecánico. Ahora es voluntario en una de las brigadas en Duma, su ciudad natal, a sólo 10 kilómetros del centro de Damasco. Hoy Duma es una zona controlada por los rebeldes sirios.
En 2013, un suburbio de Duma se hizo tristemente célebre por un ataque con armas químicas sobre la población civil del que más tarde se responsabilizaría al ejército sirio. Duma volvió a aparecer en los titulares en agosto del año pasado por un ataque a un mercado donde murieron más de 80 personas.
Mahmoud habla desde un lugar donde los ataques son constantes y que está sitiado por el Ejército sirio: "Hay bombardeos de la aviación cada día, fuego de artillería, armas químicas. Recibimos todos los ataques que te puedas imaginar". El Estado Islámico no ha hecho acto de presencia en la zona. Pero según este joven sirio, la entrada de Rusia en el conflicto ha empeorado la situación.
El Reino Unido ha acusado a Moscú de atacar deliberadamente a los civiles. "Al principio de la campaña, en agosto, eran sólo los soldados del régimen los que nos atacaban. Pero desde hace poco también los rusos nos golpean. Sabemos que son ellos porque los ataques son diferentes. Ahora lanzan ocho o nueve misiles al mismo tiempo", explica el voluntario.
Bajo las bombas
Mahmoud agita su brazo escayolado hasta la altura del codo. Su ojo derecho está gravemente hinchado. “Hace unos días la aviación bombardeó la casa de mis vecinos y salimos a rescatar a los heridos. Entonces hubo un double-tap”.
El double-tap o doble impacto es una técnica usada por el régimen y que ahora también imita la aviación rusa. Después de bombardear una zona, se espera a que acudan equipos de rescate como los White Helmets, los vecinos y los familiares. Es entonces cuando se lanza una segunda bomba. Según Mahmoud, es difícil saber cuándo va a haber un segundo ataque: "A veces pueden pasar minutos, a veces una hora".
Para poner estas trampas, el Ejército sirio emplea barriles bomba, también conocidos como barriles de la muerte. Esos barriles se suelen lanzar desde helicópteros. Pueden contener explosivos, petróleo y cualquier cosa que se pueda usar como metralla. Es una arma barata y fácil de usar que ha ido ganando popularidad a medida que avanzaba el conflicto.
En las últimas semanas, la estrategia ha cambiado. Los testigos en la zona cuentan que cada vez se usan menos barriles bomba y más misiles dirigidos pero el resultado es el mismo.
Mahmoud sobrevivió al ataque que afectó a la casa de sus vecinos. A pesar de haber perdido la visión de su ojo derecho y de sufrir múltiples facturas en el brazo, volvió a unirse a su compañeros unos días después. “Doy gracias a Dios porque puedo seguir prestando ayuda”, explica.
Los White Helmets nacieron de forma improvisada en 2013 allí donde los servicios públicos y los grupos de rescate dejaron de existir. Desde entonces han fallecido 87 de sus miembros. Muchos siguen saliendo a escarbar entre los escombros a pesar de haber perdido a familiares directos o precisamente por ello.
Dos días atrás, dos primos pequeños de Mahmoud fueron víctimas de un ataque aéreo. "Todo el mundo aquí tiene que lidiar con la muerte y los cadáveres cada día", lamenta el joven sirio. “Seguimos porque sabemos que estamos haciendo algo bueno”.
Según Rescue Mayday, una organización sin ánimo de lucro que apoya a los White Helmets, sus voluntarios han salvado la vida a más de 41.000 personas.
Prismáticos en los tejados
Apostados con prismáticos en las azoteas de las casas, los voluntarios son los primeros en oír los aviones y helicópteros. "Cada vez que se oye un caza, mi hijo pequeño viene corriendo y dice ¡dush! como imitando el sonido de un impacto. Es él quien me envía a trabajar", relata Mahmoud.
Una vez localizado el lugar donde han caído las bombas, la brigada encargada de ese barrio se dirige a la zona del ataque. Entonces se acordona la zona y se evacua muy deprisa a los heridos por miedo a un double-tap. Cuando todo está despejado, se ponen a escarbar entre las ruinas en busca de voces o gemidos.
"A menudo acabamos usando las manos porque los instrumentos que tenemos son cosas de casa. Los bombardeos son tan intensos que pulverizan el cemento y la mayoría de la gente queda atrapada debajo de montañas de polvo y rocas", explica el voluntario. Lleva más de un año trabajando con los White Helmets y aún no se ha acostumbrado a las bombas: "Tengo miedo. Después de cuatro años no lo superas. Sigues teniendo miedo a morir. Pero cuando oyes a alguien debajo de los escombros y consigues salvar su vida sabes que ha valido la pena".
Los White Helmets no son bomberos ni médicos ni policías. Son maestros, fontaneros mecánicos. "Hay amas de casa, hombres jóvenes y mayores". También está el hombre acaudalado del pueblo que decidió venderlo todo para comprar cuatro ambulancias.
Esta red de voluntarios es esa porción de pueblo sirio que ha decidido empuñar una pala en lugar de coger un kalashnikov o huir del país.
"La gente que ha dejado Siria tendrá sus razones y yo no soy nadie para juzgarlos. Pero si ellos se van y yo me voy, ¿quién quedará para ayudar a las víctimas de las bombas? ¿Quién los rescatará de la muerte?", se pregunta Mahmoud.
Hoy los White Helmets tienen unos 2.800 voluntarios, entre ellos 75 mujeres. Se reparten por las regiones de la Siria controladas por los rebeldes. Reciben el apoyo de donantes anónimos gracias a campañas de micromecenazgo y de gobiernos extranjeros como Estados Unidos y Reino Unido.
Desde hace unos meses, la organización sin ánimo de lucro Mayday Rescue ha creado un programa para entrenar en tareas de rescate en Turquía a personas que pueden traspasar la frontera de forma ilegal.
Salvar a los niños
Cuando pregunto a Mahmoud qué le mueve a asumir el riesgo que asume, vuelve a su extraño silencio y luego dice: "Es mi hijo pequeño, su sonrisa lo compensa todo".
Para este joven ingeniero mecánico lo que verdaderamente le empuja a correr hacia el humo y los amasijos de cemento y acero son los niños.
Hace unas semanas Mahmoud conducía hacia su casa atravesando una zona de edificios derruidos. De pronto, de entre las ruinas salieron dos chiquillos corriendo y gritando. En un primer momento le asustaron. Los niños se colocaron delante del coche.
"Me entregaron un bocadillo. No puedes imaginar el valor que esto tiene aquí, con el hambre que estamos pasando". Dos días antes, los White Helmets habían salvado la vida de esos dos niños. En cuanto reconocieron el emblema estampado en el coche, corrieron hacia él.
Mañana Mahmoud volverá a salir de casa cuando su hijo le dé el aviso de las primeras bombas. Está cansado y herido, pero no contempla otra opción: "Sueño con reconstruir los edificios que ahora caen sobre nuestras cabezas. Sueño con que las familias vuelvan, con que la gente los habite de nuevo".
Antes de despedirse, Mahmoud no titubea al responder la última pregunta: "Sí, si me encontrara en la situación, rescataría a un soldado del régimen o a un aviador ruso". El lema por el que se rigen los White Helmets es un versículo del Corán: "Salvar una vida es salvar a toda la humanidad".