El bando de la huerta murciana se celebra cada martes de Pascua. En las barracas que se instalan esos días se comen dulces típicos. Los paparajotes, la leche frita, el arroz con leche o las torrijas. También las matasuegras. En Murcia, se llaman así las galletas María rellenas de flan o crema, fritas y espolvoreadas con azúcar y canela. También son un postre tradicional en otros lugares de España. Una receta que las abuelas han cocinado durante años en los días de fiesta.
Las galletas María han formado parte de la alimentación y las costumbres de varias generaciones de españoles. Han sido el desayuno familiar durante décadas. El ingrediente de las papillas con leche y frutas o de las tartas con chocolate que celebraban los cumpleaños. La excusa para hacer las primeras recetas de cocina. Para quienes han vivido fuera, una merienda nostálgica. De hecho, siempre se encuentran en las tiendas extranjeras de comida española. Pero las galletas María se comen en muchos otros países (de Portugal a Sudáfrica o Sri Lanka) y su origen ni siquiera es español.
UNA GALLETA INGLESA
Los fabricantes de galletas Peek Freans, de Londres, crearon la galleta María en 1875. La llamaron así en honor de la duquesa Maria Aleksándrovna de Rusia, que un año antes se había casado con el duque de Edimburgo. No era la primera galleta que tenía el nombre de un personaje famoso de la época. Existían otras en honor a la reina Victoria, al príncipe Albert o a Garibaldi. Las María eran una variante de las tradicionales galletas de té y se elaboraban con harina de flor (se llamaba así a la harina muy refinada), azúcar, mantequilla y leche. Pero tenían un diseño más elaborado, a tono con su origen real. El patrón del borde y el nombre María estampado en el centro apenas han variado con los años.
Las galletas María debieron de conocerse pronto en España. Las variedades de Peek Freans hacía años que se vendían en Madrid cuando la duquesa rusa llegó a Londres. Entonces, lo que hoy llamamos galletas eran galletas finas o inglesas. Finas para diferenciarlas de las galletas marineras, que se elaboraban sólo con harina, agua y a veces sal. Eran un alimento duradero que se llevaba en los barcos o en las campañas bélicas. Inglesas porque fueron los ingleses quienes empezaron a fabricarlas a partir de 1830.
Las galletas finas eran un verdadero lujo. La prensa publicaba anuncios cuando llegaban remesas de "galletas inglesas superiores". Se vendían en bonitas cajas de lata decoradas, de una o dos libras, que luego copiarían las fábricas españolas. A pesar de que los anuncios prometían "precios arreglados", el kilo de galleta fina importada, en 1869, costaba 5,5 pesetas.
LA PRIMERA MARÍA ESPAÑOLA
Las primeras fábricas de galletas españolas se abrieron en Cataluña a partir de 1859. Pero las galletas María no empezaron a elaborarse hasta que se crearon las zonas galleteras del País Vasco y del norte de Palencia. También hubo fábricas de menor tamaño en lugares como Madrid, Galicia o Zaragoza, e innumerables marcas de galletas María. Tantas como pequeñas fábricas y panaderías.
La primera galleta María española fue probablemente la María Olibet, "imitada, nunca igualada". La fábrica de Olibet se fundó en Rentería en 1886 y albergaba amasadoras mecánicas, laminadoras, troqueladoras o los primeros hornos de cadena instalados en España. No fue un caso aislado.
La mayoría de las galletas se hacían en poco más que obradores. Sin embargo, la industria galletera española siguió las innovaciones técnicas que se producían en el Reino Unido y estuvo a la altura de los países de su entorno. Algunas de estas invenciones también se encontraban en la fábrica madrileña de La Fortuna, donde se llegaron a elaborar 180 clases de galletas.
En esa fábrica se rodó la película El bailarín y el trabajador (1936): una comedia romántica con números musicales y estética de Hollywood. El número principal es el de las galletas Romagosa. Entre odas al trabajo, coros de niños y estrellas de la época, es una buena oportunidad de ver cómo trabajaban las máquinas y sus operarios.
Al inicio del siglo XX, Olibet fabricaba 40 clases de galletas que distribuía en todo el país. El economato de la asociación de la prensa de Madrid, fundado entonces, recibía un pedido de sus galletas cada semana. En 1907, las María, las petit beurre o las media luna se vendían a 2,5 pesetas el kilo. Eran todavía un lujo.
Cuando Zenobia Camprubí escribía a Juan Guerrero Ruiz desde el exilio, le decía que: "Unas galletas María de Olibet para J. R. [Juan Ramón Jiménez] serían la gran sorpresa, porque siempre está hablando de ellas como cosas legendarias e inasequibles".
HACIA EL CONSUMO POPULAR
Hubo varios momentos clave para que la galleta María se convirtiese en la más popular y vendida en España. El primero llegó a partir de 1925. El final de la guerra con Marruecos y la crisis de los años 30 provocaron un descenso importante en la fabricación de galletas. No era la primera vez que las guerras afectaban a la producción y al abastecimiento de la industria galletera. Pero en esta ocasión la competencia era más importante. Como explica Javier Moreno Lázaro en el artículo Tecnología, empresa y mercado en la fabricación española de galletas, 1790-1936: "Algunos galleteros más avezados (...) prescindieron de las economías de gama para perseguir las de escala. No tenía ya sentido ofrecer productos muy variados para satisfacer gustos exquisitos. Se trataba ahora de producir galletas de troquel a un precio muy competitivo".
Artiach y Fontaneda optaron por esta estrategia y la María fue uno de sus productos estrella. Artiach se había fundado en Bilbao en 1907. Fontaneda empezó a fabricar galletas en 1912 en la villa palentina de Aguilar de Campoo. Desde el inicio su objetivo fue vender galletas baratas y hacerlas populares.
Artiach realizó grandes campañas de publicidad en la prensa a partir de 1928. La galleta María era anunciada por María Artiach, una mujer vestida de goyesca cuya falda estaba formada por galletas. Las María alimentaban, eran digestivas y tenían más calorías que otros alimentos semejantes. Eran indicadas para los niños, incluso muy pequeños, y para los ancianos. Pero también para hombres y mujeres de paladar exquisito. Se comían en el desayuno, como postre, en casa o en los restaurantes, de excursión o como tentempié. En fin, en cualquier momento del día.
Artiach y Fontaneda cambiaron la forma de vender galletas. Ya no se hacía a granel sino en paquetes más pequeños a un precio fijo. Entre 1930 y 1936, el paquete de 100 gramos de María Artiach costaba 50 céntimos y el de 200 gramos, una peseta. Antes de que comenzase la guerra civil, ambas empresas se habían hecho con el mercado de las galletas.
EL FIN DEL RACIONAMIENTO
Otro momento decisivo se produjo en la posguerra. En 1950, la fabricación de galletas todavía se realizaba en condiciones muy precarias. Pero las dificultades no fueron las mismas para todas las empresas. A algunas se les asignaban cupos de materias primas más generosos y se les permitía hacer inversiones que estaban vetadas en otras zonas de España. Entre las galleteras privilegiadas estuvieron Artiach y las de Castilla y León: Fontaneda, Palacios, Siro o Gullón.
Aunque en 1952 terminaron los racionamientos, las restricciones se mantuvieron algunos años más. Se justificaban porque las galletas eran un producto importante en la alimentación nacional. Aunque desde mediados de los 50, había sobreproducción de harina y azúcar.
En 1961 y después de años de problemas, Cuétara abrió una nueva planta en Jaén. A partir de este momento, el sector galletero fue considerado de la máxima importancia para la economía del país y el número de galleteras volvió a crecer. Aun así, las fábricas palentinas salieron reforzadas y mantuvieron su hegemonía. En 1965, un 22,8% de la producción nacional se elaboraba en Aguilar de Campoo. Allí se fabricaban sobre todo galletas María.
LA VUELTA DE LA PUBLICIDAD
En los años 50 y 60, la publicidad fue determinante para definir el consumo de los españoles. Se anunciaron alimentos que habían desaparecido durante la guerra y nuevos productos para la clase media que nacía. Se popularizaron los cubitos de caldo de Avecrem y Gallina Blanca, el Cola Cao y el Nesquik, la margarina Tulipán, el puré de patatas instantáneo Maggi o el Nescafé.
Las galletas María volvieron a anunciarse en la prensa a principios de los años 50. Fontaneda publicitaba el regreso con una inquietante ilustración de un paquete de galletas con cofia. Aparecían también sus eslóganes pegadizos: "De galletas Fontaneda ¡qué grato recuerdo queda!".
María Artiach volvía a ser la imagen de sus galletas. En los 40, había anunciado "hojaldrinas" con la frase "¿es galleta o es pan de lujo?". En realidad, era lo que se podía fabricar sin azúcar. Los nuevos anuncios incluían recetas, viñetas en las que María era una cenicienta que perdía una galleta en vez de un zapato y consejos sobre alimentación. Cuétara se diferenciaba y llamaba "premium" a sus María hojaldradas. Venían además en nuevos envases modernos y herméticos. En los anuncios de Gullón y Solsona aparecían niños que jugaban y comían galletas María en el desayuno o la merienda. En general, la publicidad se volvió más familiar y menos sofisticada.
La radio y la televisión eran los nuevos medios de masas. Cuétara produjo en 1961 la primera campaña radiofónica nacional. Otras galletas, como las Solsona, se anunciaban en emisoras locales. La televisión se podía ver en toda España a mediados de los 60 y Fontaneda y Cuétara eran las marcas más anunciadas. También los premios buscaban la fidelidad de los nuevos consumidores. Se organizaban concursos de dibujos publicitarios, redacciones infantiles o sorteos de coches y electrodomésticos.
En los años 60, las galletas María formaban parte de la dieta española. Hasta en la película La gran familia (1962) se podían permitir unas galletas para el abuelo, que no podía masticar el pan. A mediados de la década, el kilo de María costaba 24,2 pesetas (el equivalente a 3,5 euros actuales).
Artiach cambió entonces el nombre de sus galletas a "duquesa María". Alegaba que había "en España más de 400 clases de galletas redondas llamadas Marías" y que "tanta variedad no debiera tener un nombre común, que sólo produce dudas y confusiones". En realidad, desde antes de la Guerra Civil, Fontaneda había conseguido asociar su nombre a las galletas María y dominaba el mercado.
DECADENCIA Y NOSTALGIA
A mediados de los 80, las galletas María eran el desayuno familiar. Si en los 60 todavía se vendían en paquetes de 200 gramos, en 1985 las cajas eran de dos kilos y medio. Entonces, en Los alegres muchachos de Atzavara (Seix Barral, 1987), Vázquez Montalbán describía así a un personaje del libro: "La cara que tenía de galleta María era la adecuación (...) a su espíritu de galleta dulzona y barata. Fíate de las galletas María". Quizá no le faltase razón. Hace tiempo que sus ingredientes no son los de antes y la concentración de empresas hace imposible saber el lugar donde se elaboran. La aparición de otras opciones para el desayuno o la bajada de la natalidad han hecho que su consumo disminuya. Aun así, siguen siendo la clase de galleta más vendida y la industria alimentaria produce helado, cremas de postre, cereales de desayuno o donuts con su sabor.
En la cocina, la galleta María se ha utilizado muchas veces como elemento auxiliar. Siempre estaba en casa para añadir a una picada. Para "enriquecer" postres clásicos como las natillas o los huevos moles. Al principio, supusieron una novedad y la posibilidad de inventar dulces variados. Ahora, las recetas con galletas tienen un componente algo nostálgico.
Artiach imprimió en 1941 el libro Artiach al servicio del hogar. Incluía 458 recetas enviadas por sus consumidores además de información sobre la fábrica, consejos de presentación y minutas.
Muchas de las recetas más conocidas están ya en ese recetario. Los bocadillos de marías con queso, mantequilla, mermeladas y jaleas, frutos secos, cremas de chocolate o helado. La tarta de chocolate o de crema pastelera. El helado, el flan o las croquetas de galleta María. Y las galletas fritas. En aceite, mantequilla o manteca de vaca y con muchas clases de rellenos. Entre ellas, la receta de "emparedados de galletas María a la crema", que es la misma que hoy se sigue comiendo en Murcia.