Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934). En el cuarto centenario de la muerte de Cervantes soñaba con hacer sobre la figura del autor del Quijote un Remando al viento, su inolvidable película sobre Byron y Shelley, con Hugh Grant y Lizzy McInnerny. Es uno de nuestros heterodoxos contemporáneos, creador de una literatura y un cine que han sido alabados por Julio Cortázar o Sam Peckinpah. Periodista deportivo, colaboró con Helenio Herrera en su revolución futbolística. Sus últimas novelas, El síndrome de Albatros (2011) y Con el cielo a cuestas (2015), le retratan.
Mi pájaro vuela como los albatros detrás de los barcos, buscando, sin encontrar nunca nada definitivo. Que también significaría la llegada a algún lugar. Mi búsqueda en El síndrome de albatros es la muestra de una experiencia continua en la ruta de los barcos a la deriva.
En El síndrome de albatros sale Hollywood. Yo detesto Hollywood. Cuando estuve trabajando allí con Sam Peckinpah en el guión de Doble dos, sobre mi novela, él me contagió su odio a lo que representaba Hollywood y los ejecutivos circundantes.
En El síndrome de albatros se mezclan el teatro, el cine, las memorias. Es el monstruo de Frankenstein en un intento de integrar los diferentes géneros. No me gusta dividirlos, creo que tienen todos un nexo de continuidad, aunque no tengo una sensación del tiempo como continuo, sino como una sucesión de instantes. No hay un antes y un después, sino que todo pasa en el mismo momento. Es mi manera de escribir.
“Todo lo que los políticos están tratando realmente es de aniquilar la cultura. Y no sólo en España”
En Con el cielo a cuestas retomo un libro muy anterior, como pretexto y como herencia de determinados personajes, como Georges Brassens o Albert Camus, y localizaciones. Un libro que escribí al llegar a Barcelona desde París. Era un adiós a París. Hubo una época en que París era “La Meca” para nosotros, en la España de posguerra.
¿La cultura hoy? Todo lo que los políticos están tratando realmente es de aniquilar la cultura. Como el 21% del IVA. Y no sólo en España. París se suponía que era la puerta de una Europa donde predominaba la cultura. Y que los nombres de los grandes escritores y artistas que habíamos leído y que admirábamos, eran como el salvoconducto. Todo eso se ha ido al carajo. Realmente la cultura no pinta nada. Iba a decir que era el euro lo que ahora nos une, pero no, es el euro lo que nos divide más.
No simpatizo con el mercado, pero el objetivo final del editor, del productor y de uno mismo es que los libros se lean y las películas se vean. Pero sí, continúo fiel a mí mismo. Quiero dirigirme siempre de persona a persona. Si se suman muchas personas mejor, pero no me gusta entrar en tendencias o asumir opiniones gremiales.
“A los de Ciudadanos los veo bien. Pero Rivera me parece sospechoso. ¡Y es que ya empieza uno a sospechar de todos!”
Sobre España no tengo demasiada esperanza. Aunque me gustaría por mis hijos y mis nietos que no sólo España, sino el mundo entero, fuera más habitable. Tengo la sensación de que nuestros políticos, y probablemente los de todas partes, piensan que ganan las elecciones y el país es suyo. Y si tienen mayoría absoluta, entonces tienen derecho de pernada.
Y no veo perspectivas de arreglo, ya que nadie cede. Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias se están disputando la guinda del pastel. Pero nadie renuncia a sus convicciones para ponerse de acuerdo, qué es lo que necesitábamos, que hubiera un gobierno, y así estamos abocados a la repetición de unas elecciones que probablemente van a dar unos resultados similares.
A la izquierda en España la veo meliflua. De la izquierda yo reclamo el Estado de Bienestar. Pedro Sánchez me cae simpático, porque al menos está intentándolo. Como Ciudadanos, a los que veo bien, son pulcros y limpios. Pero Rivera me parece sospechoso. ¡Y es que ya empieza uno a sospechar de todos! Iglesias es jactancioso y no sé de qué coño se ríe. Me tiene que explicar de qué se ríe, es un actor horrible.
“Cualquier perspectiva de volver a ver a Rajoy otra vez en el poder es de temer, y posiblemente vamos a volverlo a ver”
Los del PP son mentirosos y cínicos. Siguen con Rajoy, que no se quiere marchar. Y cualquier perspectiva de volver a ver a Rajoy otra vez en el poder es de temer, y posiblemente vamos a volverlo a ver por la impunidad con respecto a los casos de corrupción.
Nací en Oviedo en el 34, en plena revolución y en el epicentro mismo de las bombas. En el 36 ya estoy en Madrid. A mi padre, profesor de francés, lo denuncian por haber sido un hombre de izquierdas, no un activista político. Por fortuna y gracias a la intervención de mi abuelo materno, que era del otro lado, salvó la vida, pero le quitaron la cátedra. Fue muy dramático sobrevivir en la posguerra madrileña.
Con 17 años inicié Filosofía y Letras en Madrid, inclinándome hacia el teatro. Llegué a tener éxito, momento que aproveché para irme a París, después de hacer el servicio militar como voluntario. París fue duro pero supuso asumir una experiencia próxima a la vida como aventura. Luego, me escapé de París con Hélène, porque sus padres, con buen criterio, entendían que yo no tenía mucho futuro. Y nos fuimos a Barcelona.
“Simeone tiene algo en común con Helenio Herrera, su fútbol es el triunfo de la voluntad. ”
Helenio Herrera, el gran entrenador de fútbol, fue como mi segundo padre. Mi madre le dio dos hijos, Helenio y Rocío. No fue un segundo padre en el sentido de padrastro, porque mi padre, Gonzalo Suárez, vivía y era mi padre. Con Helenio tuve una buena relación, porque no fue el culpable de la ruptura de mis padres. Helenio fue en cierto sentido el vengador del hombre que había sido el culpable de la ruptura de mis padres. Era un hombre a veces malo, venía de la más absoluta miseria en Casablanca, y buscaba a ultranza el dinero.
Para los jugadores era un caudillo. Yo trabajé para Helenio. Me llamó y fui con él y con aquel gran Luis Suárez a Italia. Mi trabajo era ir a ver a los equipos que iban a jugar con el Inter. Llevaba a cabo la tarea de saber cómo jugaban en función de la búsqueda de espacios, para poder afrontar el “catenaccio”, la técnica del cerrojo, que era la regla entonces. La táctica de Helenio era la búsqueda de espacios. El objetivo era no retener el balón. Se retrasaba a los extremos más acá de mediocampo, y se organizaba el juego llevando el balón siempre al espacio. El delantero, que sabía de antemano a dónde iba ir el balón, hacía mucho daño.
El fútbol ha cambiado, como todo. Con Cruyff la técnica personal cobra importancia, lo que derivó en este fútbol del Barça que es exasperante. Vicente del Bosque ha sido heredero de Luis Aragonés y a veces las herencias son envenenadas. Como la de Guardiola a Luis Enrique, que lo ha intentado, pero es como mezclar agua y aceite. A Simeone lo veo muy contradictorio, pero tiene algo en común con Helenio, su fútbol es el triunfo de la voluntad.
“Mi labor constante ha sido la literatura. Pero el hacer literatura y cine en este país, en vez de sumar, resta.”
Después de estar con Helenio, en Barcelona acabé haciendo periodismo deportivo. Y en Barcelona edité mis primeros libros, hice mis primeras películas y nacieron mis cuatro hijos. En Barcelona me sentí acogido y en esa época no tuve ningún problema con el catalán, que yo entendía pero no hablaba.
En cine he hecho lo que he podido. La realidad es que quería cambiar el cine. Lo que yo proponía era un cine más próximo al impresionismo. Ahí están Ditirambo. Epílogo, con Ditirambo y Rocabruno, interpretados Sacristán y Rabal. O Remando al viento. Lo del impresionismo es porque yo pintaba. Conservo un autorretrato de esa época. Vendí los cuadros a un amigo y con aquel dinero me fui a París, pero no a pintar. Y ahora pinto episódicamente, de soslayo.
Mi labor constante ha sido la literatura. Pero el hacer literatura y cine en este país, en vez de sumar, resta. Como la cita de Cortázar sobre mí que eligen siempre: "¿Escritor que hace cine o cineasta que regresa a la literatura?” Y de ahí no salen. Yo creo que todo es todo.
“En el cine español hay un exceso de mimesis, hay un "como si fuera”. Habría que inventar el cine, inventarlo todo.”
Oviedo Express, mi última película, de momento. Ahora tengo como proyecto un guión sobre un libro mío del que se han vendido 100.000 ejemplares, que es Ciudadano Sade. La película no podría hacerla con actores españoles, no sé por qué. En el cine español hay un exceso de mimesis, hay un "como si fuera”. Hay excepciones, por ejemplo Almodóvar, que está más arraigado en el cine español de siempre. Habría que inventar el cine, inventarlo todo. Se podría hacer una revolución a partir de la televisión. Estamos viendo series muy buenas, que incluso están superando el concepto del cine porque se aproximan a la gran novela.
Max Aub me asoció al “boom” americano y fue la razón por la que vinieron a verme, a través de Carmen Balcells, García Márquez, Vargas Llosa o Cortázar. Aleixandre me conoció por Gimferrer. No tuve una relación epistolar con él, lo que me censuró. Me arrepiento mucho de no haberle frecuentado más. También a Claudio Rodríguez, que era el amigo del alma de los 17 años en la facultad, y así lo recordaba él.
Una de mis primeras novelas, El once y uno, sobre fútbol, se desarrolla en Barataria. Y en este año del cuarto centenario de la muerte de Cervantes tenía un guión que no se va poder hacer. Hubiera sido un Remando el viento sobre Cervantes. Pensé en una niña que descubre un manuscrito en un río chino. La película se llama El manuscrito de Sichuan. Ella va en bicicleta atravesando un mágico bosque para alcanzar a Cervantes y arrancarle una última historia antes de que muera. Quisiera hacer esa película, pero no hay manera, no entra en los parámetros culturales actuales.