El famoso secuestro de las 219 niñas nigerianas cometido por Boko Haram no es por desgracia el único. Día sí y día también -el país que resulta ser el mayor productor de petróleo de África, habitado por 160 millones de personas- vive bajo la amenaza y el terror de un ejército de apenas 15.000 hombres que ya ha causado unas 20.000 muertes en los últimos seis años y el secuestro de al menos otras 2.000 niñas de las que nada se sabe. Una realidad que conoce bien J.M.L., a quien los servicios de inteligencia de todo el mundo le conocen como 'El Rubio'.
El pasado 20 de febrero de 2014, cuando se encontraba realizando una misión de protección para UC Global Security Consulting (UCG), empresa internacional de seguridad privada radicada en Jerez (Cádiz) para la que trabaja, vivió una aventura que nunca podrá olvidar. “Aquel día estaba junto a mis seis compañeros de nacionalidad francesa, inglesa, española, argentina y alemana. Estábamos realizando un encargo para el gobierno de Camerún, que nos había derivado la protección y traslado a la Reserva de Faro y Kojoli (a muy pocos kilómetros de la frontera con Nigeria) de una central termoeléctrica para dotar a la zona de tecnología”, explica 'El Rubio'.
J.M.L., 'El Rubio', es un mercenario que tiene una dilatada formación militar. Ex miembro de la legión francesa, nació en Argentina pero pasa temporadas del año en una ciudad próxima a Madrid. Tiene 47 años y por su aspecto físico podría confundirse con un empleado de banca. Su fuerza está en el conocimiento de tácticas militares y en la utilización precisa de las armas cuando es necesario. Por primera vez cuenta para EL ESPAÑOL lo que vivió.
El grupo de 7 'camisas negras', capitaneado por J.M.L. (así se les llama por el uniforme que visten), iba acompañado de otro retén de nigerianos locales que les da apoyo y a los que les pagan 2.000 euros por misión. Tenía que custodiar a lo largo del trayecto once contenedores en los que iban desmontadas las diferentes partes de dicha central.
El convoy tenía que llegar a su destino de forma completa sin caer en manos de terroristas, ladrones o gente de la peor calaña. “Para aquel viaje desplegamos a dos tiradores profesionales preparados para cualquier contingencia con sendos calibres M50, uno en el primer camión del convoy y otro en el último, mientras el resto íbamos repartidos en un vehículo Toyota con aire acondicionado con el que avanzar dos o tres kilómetros para comprobar que nadie saldría a asaltarnos”, relata 'El Rubio'. “Mientras, otros dos integrantes estaban situados en el medio de la comitiva central cambiándose de camión a camión para ver por los laterales y asegurarse de que todo estaba en orden”, dice.
Una misión que se torció a las cinco de la tarde. Habían sido previamente alertados por los lugareños de que el grupo terrorista Boko Haram estaba operando por allí. No les sorprendió el ataque. “Un grupo de 20 negros en chanclas y armados salió de la selva a la carretera para asaltarnos y robarnos el material”, recuerda J.M.L. “No contaron con nuestra preparación. Una vez que nos defendimos de todos ellos y que comprobamos que efectivamente formaban parte del grupo terrorista decidimos adentrarnos en la zona frondosa ya que no nos quedaba duda de que habría más”. Y así fue. Se toparon con otros 25 hombres “a los que les dimos su merecido no sin antes interrogar a uno de ellos acerca de dónde estaba el campamento”, relata 'El Rubio'.
Violación, drogas y mucha tristeza
Cuando supieron la localización caminaron con la mayor de las cautelas y se dispusieron a vigilar la zona. “A lo lejos contamos a unos 50 hombres y a un grupo de entre 10 y 15 niñas”, recuerda. “Alrededor de ellas había otro grupo de 13 cadáveres de niñas a las que les habían cortado los pechos, abierto el estómago y les habían destrozado sus partes al violarlas y martirizarlas con botellas de cristal rotas”, recuerda.
Decidieron vigilarles durante cuatro horas hasta llegar la noche. En ese tiempo comprobaron cómo trataban a las niñas. “Estaban en medio del campamento y a los lados había tiendas. Las tenían atadas a pleno sol y según los guerrilleros querían saciar su deseo sexual, puestos hasta arriba de drogas, las iban sacando de allí y llevando a las tiendas para después volverlas a dejar junto al resto del grupo en las peores condiciones”, recalca. A las 22 horas aproximadamente comenzaron la operación. “Tras comprobar que no habían escuchado el tiroteo previo con los otros grupos, comenzamos la operación”, narra J.M.L.
Sus enemigos estaban tan hasta las 'trancas' de cocaína, tan bebidos con el peor y más barato de los alcoholes que se lo pusieron en bandeja. “Su estado era tan lamentable que nos ayudó a hacer nuestro trabajo de forma rápida”. El equipo de occidentales no tuvo baja alguna. “Nos trajimos a las 25 niñas de entre 14 y 17 años que había. Tuvimos que dejar los cuerpos de las otras 13 niñas ya que nada podíamos hacer por ellas”, subraya. Calcula que pudieron morir unos 70 guerrilleros del Boko Haram, algunos muy jóvenes, casi niños, pero armados y siempre dispuestos a matar.
Las niñas les acompañaron con el miedo en el cuerpo al creer que ese grupo de occidentales eran sus compradores finales. “Les dijimos que no. Que habíamos ido a liberarlas”. Una vez fuera del campamento les preguntaron de dónde eran para llevarlas junto a sus familias. “Nos dijeron que eran de Yola y Mubi (en Nigeria) pero que, por favor, no las trasladásemos a sus poblados. Nuestra intención era dejarlas allí pero las niñas nos decían que no hiciésemos eso. Que sus familias las repudiarían por haber sido secuestradas”. 'El Rubio' y sus hombres dudaron de si lo que decían era cierto.
Decidieron trasladarlas a la frontera entre Camerún y Nigeria (justo en la zona de Chibok) y entregarlas al primer grupo de militares de Nigeria con que se encontraron. Los 'camisas negras', al ver cómo trataban a aquellas niñas, se dieron cuenta de que no mentían. Uno de los militares nigerianos les dijo que habría sido mejor llevarlas a Uganda o Ruanda ya que allí el tráfico sexual de europeos y americanos en busca de quinceañeras africanas les habría dado un futuro mejor.
El equipo decidió poner rumbo a Cotonou (Benin) para alertar al personal estadounidense de lo sucedido. “La mala suerte quiso que no hubiese nadie de la CIA destinado allí. No pudimos contar a nadie 'amigo' lo que nos había pasado”, dice J.M.L. Ante el desarrollo de los acontecimientos el equipo recibió la orden del gobierno de Camerún de dejar la misión para la cual les habían contratado. “Así lo hicimos por las presiones. Concluimos el encargo y nos fuimos del país”, comenta D.M, director general de la empresa de seguridad UCG. No volvieron a saber nada de estas niñas. Se prometieron que si la vida volvía a ponerles en una situación igual, no actuarían de la misma manera.
Una segunda misión
Un año después, el 15 de febrero de 2015 cumplieron su palabra sin haberlo buscado. En esta ocasión 'El Rubio' estaba al frente de la custodia de un grupo de 18 europeos (españoles, franceses, londinenses, alemanes…) que se habían desplazado al mismo lugar en Camerún para comprar oro, diamantes y piedras preciosas con el fin de comercializarlos después en Europa. De repente fueron asaltados.
La comitiva, esta vez compuesta por 11 'camisas negras' más el grupo de apoyo, volvió a repeler el ataque. “Vimos que el comportamiento de los guerrilleros era muy similar al de los atacantes un año atrás”. Resistimos la ofensiva dejando 32 bajas entre los atacantes y ninguna nuestra”. El equipo de seguridad, junto a los 18 empresarios, se adentró en el bosque hasta dar con el campamento. Bien parapetados vieron a 28 terroristas custodiando a un grupo de 32 niñas vivas, dos malheridas y junto a ellas tres cadáveres. “Las tenían juntas bajo un sol de justicia y sin ninguna protección. Algunas iban vestidas como occidentales, con pantalones y camisetas. A su alrededor había palos que quitaban a medida que se servían de ellas. Si había suerte y tras una brutal violación la niña seguía viva, la volvían a llevar allí. Si no, la dejaban tirada al lado”, dice 'El Rubio'.
La operación de rescate no dejó ningún terrorista vivo. En total, 50 muertos. “No queríamos prisioneros”, argumenta. El grupo de niñas -gracias a que estos vigilantes privados siempre llevan a un paramédico para lo que pueda pasar- fue inmediatamente atendido tanto por ellos como por los 18 europeos que, aunque estaban atónitos por lo que estaban viviendo, no dudaron en arrancarse las mangas de sus camisas para ofrecérselas como vendas y torniquetes y así parar la sangre que manaba de sus partes más íntimas. “Estaban destrozadas por tanta brutalidad”, recalca.
Concluida la operación, 'El Rubio', jefe del grupo, se puso en contacto con el gobierno de Camerún para relatarle lo que les había pasado por segunda vez y la respuesta fue inesperada. “Canceló de nuevo nuestro contrato y nos invitó a salir lo antes posible de allí con las niñas porque no querían conflictos”. Lo peor era que Nigeria y su entonces presidente Jonathan Goodluck, a quien avisaron, “tampoco quiso acoger a estas niñas y nos dio cuatro días para abandonar el país con ellas”.
Un viaje de Red Bull y silencio
Ante tal respuesta el grupo comenzó un nuevo viaje que duraría 30 días y recorrería cuatro países hasta llegar a Mauritania donde un contacto les iba a ayudar a sacarlas del continente. Con los siete Toyota pickup de doble cabina de que disponían, en los que iban repartidos en la parte anterior los empresarios y en la parte posterior las niñas postradas, tiraron tanto de los contactos a nivel internacional de ellos como de los empresarios para salir de allí y salvar a las “incómodas” chicas.
Dichas relaciones (y el dinero que iban poniendo los empresarios occidentales protegidos) les abrieron camino y les sirvió para pagar el combustible, los alimentos y el cobijo durante ese periplo. Pero ¿cuál era el estado de ellas durante el viaje? Sus violadores les habían dado tanta droga que apenas se tenían en pie o despertaban.
“Mientras nosotros íbamos pidiendo favores a los contactos y pasando por las diferentes fronteras, como no teníamos droga logramos que pasasen su mono con las 50 latas de Redbull que llevábamos para estar bien despiertos todo el día, más otras 150 que compramos por el camino. Se las tomaban como si fuera agua”, recuerda el mercenario 'madrileño'. “Casi podríamos haber pasado por traficantes de esta bebida”, recuerda irónicamente.
El grupo de vehículos pasó por Burkina Fasso, Mali y Ghana hasta llegar al destino final de Nouachot (Mauritania), donde tenían a un contacto en la ONU que aun jugándose el tipo y su trabajo les ayudaría a dar el salto a Europa arguyendo motivos humanitarios. “Por cada lugar que íbamos pasando y con las tarjetas de crédito de los empresarios algún contacto nos suministraba la gasolina para los vehículos o los papeles con los que ir pasado de un lugar a otro”.
Cuando el grupo llegó a Mauritania, 'El Rubio' llamó a varias puertas para que se hiciesen cargo de las niñas y les pudieran dar un techo seguro. “La Embajada de Alemania no consideró acoger a las niñas y la embajadora española ni siquiera nos quiso recibir”. Así que uno de los millonarios llamó a un amigo filántropo cuya mujer tiene una Fundación en un país nórdico de Europa para que echara una mano. “Le habló de las niñas y de su pésimo estado y le respondió que podía hacerse cargo del viaje y de su cuidado”.
Ahora sólo quedaba salir de allí y dejar atrás todo lo vivido. “E.M., nuestro contacto en la ONU cumplió con su palabra y nos facilitó el aeropuerto para despegar y dejar atrás un amargo y triste continente para estas pobres mujeres. Otro pagó el combustible y el avión con el que hacerlo. Una vez allí nos separamos. Dejamos al grupo de niñas subidas en un avión en manos de los europeos para que las pusieran a salvo”.
El grupo de los 11 'camisas negras' voló a Las Palmas de Gran Canaria-Madrid y de ahí a sus respectivos países. Ahora estas niñas están a salvo de sus salvajes captores. Les queda el duro trabajo de olvidarse, si es que alguna vez pueden, de su pasado.
Mientras, en algún lugar de la denominada África Negra, aún quedan decenas de niñas que seguramente estarán siendo violadas, drogadas, abusadas de formas inimaginables por integrantes del grupo terrorista Boko Haram. Y J.M.L., el mercenario anónimo, se pregunta: “Si un pequeño grupo de vigilantes privados bien armado ha podido liberar en dos ocasiones a unas cuantas niñas, ¿cómo es que el Gobierno de Nigeria no puede hacerlo cuando recibe de países como EEUU por ejemplo 24 vehículos antiminas valorados en 11.000.000 dólares para eliminarlos o cuando Barack Obama firmaba en su día la Orden Ejecutiva Presidencial 13.224 que ordenaba la eliminación del grupo terrorista y solicitaba la detención de Abubakar Shekau, líder de Boko Haram, ofreciendo hasta 7.000.000 de dólares de recompensa por el mismo?
'El Rubio' no para de darle vueltas a la cabeza a la búsqueda de respuestas y solo tiene claro una cosa: si por él fuera, mañana mismo se subiría a un avión junto a su equipo de 'camisas negras' e iría a Nigeria a buscarlas y rescatarlas.