Edito y dirijo Esquire en España desde hace nueve años. Exactamente, desde octubre de 2007. Obtuve la licencia que me permitió abrir Spainmedia, mi editorial, con tesón pero también porque nadie quería publicarla aquí. Todos la habían rechazado. Esquire es demasiado complicada. Esquire es demasiado difícil de explicar.
La revista ha cambiado mi vida, como a lo largo de su historia lo ha hecho con tantos otros. Así cambió la vida de Ali en abril de 1968, aquella mañana que lo fotografiaron atravesado por unas simples flechas con su famoso calzón blanco de Everlast.
Sentado frente al legendario plato de tomates del Lando, en Las Vistillas madrileñas, una noche de primavera, enamorado de su mujer como el primer día, atento, vanidoso, consciente de su inmensa capacidad de seducción, George Lois, el inspirador del personaje protagonista de Mad Men, me contó las bambalinas de la portada más famosa de la historia. Su mujer, harta de escucharla una y mil veces, mantuvo el tipo con una sonrisa dulce y complaciente que aún recuerdo como una lección de vida. La cena se concertó unas semanas antes cuando aceptó mi propuesta para volar a Madrid con la única condición de que le acompañase su mujer, para contarnos en la redacción de la calle Almirante 9 su visión de la revista. En Nueva York se cuenta que, uno tras uno, los directores de Esquire le huyen para que no les diga lo que tienen que publicar. Lois los tiene bien puestos. Para George, la palabra “ego” tiene pocas letras.
Colgada en el MOMA su colección de portadas para Esquire, la gran aportación de George Lois es que por primera vez un publicista y no el director o el director de arte se hizo cargo de las portadas de una revista. ¿Por qué? Porque Esquire estaba en la ruina y ya no sabían qué hacer antes de cerrarla. ¿Por qué aceptó Lois? “La publicidad es un veneno y me pareció que Esquire me daba la oportunidad de repartir veneno a todos. Y porque me dieron libertad creativa”, recuerda.
“Se me ocurrió retratarlo como un mártir. Se había negado ir a la guerra de Vietnam, no le dejaban boxear. Le querían quitar los títulos. Y pensé: ¿cómo se representa a los mártires? Y me vino a la mente el martirio de San Sebastián”, cuenta Lois, apasionado del arte clásico, con el brillo en los ojos de la primera vez y con la seguridad de que pasará a la historia por aquella sencilla asociación de conceptos.
"Llame a Ali y le dije que me gustaría fotografiarle lleno de flechas como San Sebastián... y aún recuerdo su voz al otro lado del teléfono...":
-No, no puede ser, San Sebastián es un mártir cristiano. ¿Tú crees que aún tengo que darle más motivos a la gente para que me acribillen ahora a flechas? Yo soy musulmán.
Poco sabía Ali de la tremenda capacidad persuasiva de Lois que llamó por la otra línea al hijo de Ali, Elijah que, más dócil, contesto: “Me gusta. Sera una publicidad extraordinaria. Le convenceré”.
El fotógrafo Carl Fisher, autor también de la imagen (ojo, no había ordenadores entonces), en la que una lata de tomate Campbell se traga a Andy Warhol, recuerda: “Una vez convencido Ali, las flechas se convirtieron en un problema. Habíamos practicado con un modelo antes, pero cuando intentamos pegarle las flechas al cuerpo con pegamento pesaban tanto que se caían. Al final tuvimos que sujetarlas con sedales atados a una estructura que colgamos del tejado de estudio. Fue duro porque Ali tenía que estar muy muy quieto o todo se venía abajo. Pero no se quejó. Ali demostró que estaba a la altura de su reputación.”
La etapa de George Lois, santificada por esta imagen, -y ojo, que presumo de tener la revista original después de años rastreando-, está rodeada de polémica. Aunque a Lois se le atribuye la autoría de todas las imágenes, realmente las fotografías pertenecen a Carl Fisher, dueño de sus derechos de autor, que aún las vende, mientras que Lois, lleno de gloria, aún alquila su talento asociado con su hijo bajo la marca de su estudio Good Karma Creative. Y sigue jugando cada semana al baloncesto en la cancha del Village. Si te apetece jugar con él, avisa que me apunto.