Andros Lozano Manu Montero

En el negocio del tráfico de hachís, el tangerino Abdellah Messi era considerado el mayor intermediario del Campo de Gibraltar. Controlaba el sector y tenía a su disposición una legión de fieles empleados. A los 14 años, aún imberbe, cruzó el Estrecho para afincarse en Algeciras y sólo una década después ya se le consideraba el capo del gran coladero español del chocolate marroquí.

Pero su reinado se derrumbó la mañana del 15 de octubre de 2014. La Policía Nacional lo detuvo cuando salía del hotel Guadacorte, en Los Barrios (Cádiz), donde había fijado su residencia.

Durante el operativo, dirigido por el GRECO de la Costa del Sol, a la organización que lideraba se le decomisaron 4,7 toneladas de hachís, seis lanchas, un barco de recreo, siete coches de alta gama, un tractor, tres escopetas, una pistola…

Una de las gomas de Messi, de 9,5 metros de eslora, dos motores y un coste de 300.000 euros, además del barco en el que solía organizar fiestas a todo trapo para sus amigos, fueron a parar al mayor cementerio de narcoembarcaciones de España.

Varias lanchas en el interior del depósito judicial de San Roque. Manu Montero

Se trata de un lugar único, un recinto semioculto a la espalda de San Roque, un pequeño pueblo gaditano. Un macrodepósito judicial con vigilantes en su entrada y custodiado por decenas de cámaras de seguridad desplegadas por todo el perímetro vallado. 

Allí se almacenan más de un centenar de las lanchas que transportan el hachís consumido en Europa. Un botín superior a los 30 millones de euros. Un caramelo para los delincuentes: a mediados de 2015 se desarticuló una banda que había perpetrado varios robos en su interior.

El Español ha logrado entrar al lugar. Es la primera vez que un periódico del país, sin la compañía de autoridades, accede a la instalación en la que las lanchas de Messi y de otros muchos narcos acumulan polvo y se corroen junto a decenas de todoterrenos y motos acuáticas usadas también para el tráfico de droga. Conque cada una de estas embarcaciones haya realizado un solo viaje a Marruecos, se habrán movido más de 150 millones de euros de dinero negro.

DE GUÍA, UN ANTIGUO NARCO

Jarrea sobre el Campo de Gibraltar. A mitad de mañana de un lunes de hace varias semanas, la lluvia desmadrada dibuja una cortina gris sobre el perfil del Peñón. El parabrisas del coche trabaja a máxima velocidad.

He quedado con El Chato, que viene ataviado con chubasquero azul y botas de agua verde olivo. Me acompaña en el asiento del copiloto. Se ha subido al vehículo hace quince minutos. Habíamos quedado en una esquina concreta de El Saladillo, su barrio de Algeciras, desde donde operaba Messi.

- Nos vamos a poner perdidos de barro y mierda en cuanto lleguemos a la finca- me dice ahora, mientras conduzco por la antigua carretera que lleva a San Roque-. Sobre todo tú, con esas pintas.

El Chato, que se ríe de mí por calzar unas deportivas y vestir vaqueros y una sudadera, es un narcotraficante en retirada. Al menos, eso dice él. Hasta hace tres años se llenaba los bolsillos con miles de euros como cargador del hachís marroquí. Se montaba en esas lanchas que surcan las aguas del Estrecho atiborradas de fardos de chocolate.

Primero, llenaba la goma en alguna playa del país norteafricano. Luego, ya de vuelta, la vaciaba en algún punto del litoral andaluz para que otros se llevaran la droga en todoterrenos. Por viaje se embolsaba “entre 20 y 30.000 mil pavitos”.

En el cementerio se acumulan también vehículos todoterreno usados para el narcotráfico. Manu Montero

Tras pasar varias veces por prisión, asegura que hoy en día ya no forma parte del negocio. Aunque se lo sigue conociendo al dedillo y entre sus amistades cuenta con narcos en activo. Por eso le he llamado: “Quiero que me lleves al cementerio de las narcolanchas”.

- Despacio, ya llegamos –dice de repente-. Crúzate en la carretera hacia ese carril de tierra que tiene un vallado y detén el coche.

Después de solicitar en vano a la Junta de Andalucía y al dueño del negocio una visita al depósito judicial de San Roque, El Chato me ofrece una opción distinta: él me llevará a través de una finca colindante. “Iremos a pie durante un buen trecho”, me había advertido por teléfono antes de verlo.

Dentro de unos minutos me toparé con una inmensa explanada donde se acumulan más de cien gomas, decenas de vehículos 4x4 usados para el tráfico de drogas y hasta algunas motos acuáticas de jóvenes sin trabajo que buscaban dinero rápido pero que cayeron en algún operativo policial.

- Salta por aquí- suelta sin merodeos El Chato mientras salva de un brinco una valla de metro y medio-. Tenemos que caminar campo a través.

LLEGADA AL ‘CAMPOSANTO’

El Chato ha pisado antes estas tierras que por la incesante lluvia son una mezcla de fango y heces de ganado. Se mueve resuelto por la finca que tiene un acceso trasero al depósito.

- He venido un par de veces con varios amigos- dice. Luego, sella sus labios durante minutos.

Después de caminar cerca de un kilómetro monte arriba y saltar un segundo vallado, el terreno se abre y, tras una pequeña ladera de matorrales, llegamos al camposanto de las lanchas del hachís.

Impresiona verlas todas juntas, distribuidas en cinco o seis hileras en un lateral del depósito. Hay en torno a 110 narcoembarcaciones. La mayoría tiene dos motores de 250 cv. Alguna, hasta tres. En el mar, son flechas que sobrevuelan por encima de las olas. Algunas cuestan 300.000 euros. Los traficantes no escatiman en gastos.

También se divisan, al menos, cinco motos acuáticas, decenas de todoterrenos con tan sólo el asiento del conductor -los vacían para trasladar la máxima cantidad de fardos de droga a guarderías (naves)-, y varios camiones utilizados por los narcos para mover sus embarcaciones a ríos y playas de la comarca.

Desde aquí, resulta sencillo saber que todas son gomas propiedad de narcos a los que la Justicia le ha decomisado sus pertenencias. Se identifican sus lanchas porque son las que tienen en fila los asientos de los ocupantes.

A bordo de ellas suelen ir cuatro hombres: piloto, copiloto, un moro de confianza (un marroquí que se encarga de hablar con los intermediarios durante la travesía) y el hombre-radar, que se ocupa de los navegadores por satélite para fijar la posición en la que se va a hacer la entrega y también trata de conocer la ubicación de las lanchas de la Guardia Civil, de la Agencia Tributaria o de la Marina del país norteafricano. Lo hacen por si han de emprender la huida.

- Vámonos, no podemos estar aquí mucho tiempo más- me grita El Chato desde lejos. Él se ha quedado a 150 metros del depósito. No quiere que el sistema de cámaras de vigilancia le grabe.

De nuevo en el coche camino de su barrio, El Chato me cuenta que ahora los narcos utilizan motores de cuatro tiempos en sus lanchas. Antes, en sus tiempos, de sólo dos. También han incrementado su potencia: alcanzan los 300 y los 350 cv. Los compran en las mismas tiendas en la que se hacen con sus embarcaciones. En Algeciras hay una empresa especializadas en su venta. También otra cerca de Marbella.

- Tienen muchas menos averías y son más fiables. Además, consumen menos porque son de mezcla, gasolina y aceite.

- Entiendo que eso beneficia a su negocio, ¿verdad?- le pregunto.

Justo antes de apearse del coche, este extraficante se explica: “Claro, tienen que llevar menos bidones de gasolina a bordo y pueden cargar más fardos”. En una lancha de nueve metros y con tres motores de 350 cv ya están montando 3.000 kilos de hachís. Si la mercancía es de altísima calidad (entre 900 y 1.000 euros el kilo), el viaje puede salir por casi 3 millones de euros. 

EL DUEÑO DEL DEPÓSITO, AHOGADO POR LA JUNTA

Dos horas antes del encuentro con El Chato encontramos a Miguel Gómez Espinosa en su desguace del polígono de Palmones, en la autovía que une Cádiz con Málaga a la altura de Los Barrios. Desde 2009, es el dueño del cementerio de las lanchas del hachís.

Gómez Espinosa comenzó almacenando las gomas en naves que iba alquilando próximas a su desguace. Más tarde, instaló su depósito judicial en una carretera secundaria que va de San Roque a Castellar, dos localidades del Campo de Gibraltar. Es un complejo de 450.000 metros cuadrados.

Miguel Gómez acaparó un negocio que antes se repartían cuatro empresas, asfixiadas por las deudas de la Junta de Andalucía. La Administración andaluza les adeudaba 35 millones de euros. En junio de 2009 dejaron de prestar el servicio y denunciaron ante los tribunales. Lo hicieron como medida de presión y pidieron a todo el sector de la zona que no recogieran ningún bien puesto a disposición judicial. Ni siquiera un motor de lancha.

La competencia cumplió. Todos menos uno: Miguel Gómez. Pero lo que parecía un negocio redondo también se le ha tornado en ruina. En seis años de ‘monopolio’, la Junta le debe ahora 8 millones a él también.

En seis años, la deuda ha ido creciendo. Gómez Espinosa debía cobrar en torno a 3,8 euros diarios por goma, 1,10€ por motor o 4,5€ por camión decomisado a los narcos, que los utilizan para mover sus embarcaciones a un lugar seguro tras cada movida (viaje a por hachís).

 “OJALÁ ME LA DEVUELVAN PRONTO”

Caín es un treintañero que vive en el Campo de Gibraltar. No quiere que se revele ni su identidad ni el lugar exacto en que reside. Gracias a su abogado consigo contactar con él. Utilizando el teléfono de uno de sus amigos (sospecha que el suyo está pinchado por la Policía) cuenta que hace tres años le decomisaron una lancha en un operativo que acabó con una decena de detenidos.

Él, que no iba subido en la embarcación, también fue detenido por aparecer como el cabecilla de la trama en las escuchas presentadas ante el juez.

Caín –no tiene miedo de que aparezca su mote porque sólo su círculo más cercano le llama así- lleva siete años dedicándose al tráfico de hachís. Ahora, en libertad condicional tras pagar la fianza que le impuso el magistrado, se encuentra a la espera de juicio y de poder recuperar la goma que le incautaron.

Este narco sabe que su lancha se encuentra en el cementerio de San Roque. Mide siete metros y tiene dos motores. Le costó 235.000 euros. Para sacarle más rendimiento llegó a alquilarla un par de veces a conocidos que también querían su parte del negocio. “Es otra forma de ganar dinero”, reconoce.

Para poder recuperar su embarcación, el juez ha de dictar sentencia a su favor. Entonces, se le devolverán las propiedades que se le decomisaron.  Pero Caín teme que, si eso sucede, el dueño del depósito haya vendido alguna pieza, algo que tiene prohibido.

“Ese Miguel es un listo. En su desguace vende de todo, incluso piezas de motores. Los deja vacíos, sólo con la carcasa. Todo el mundo en la zona lo sabe”. Miguel Gómez prefiere no hablar con El Español. Dice que la Junta se ha comprometido a pagarle a corto plaz parte de la deuda contraída con él. Prefiere no generar fricciones con la Administración andaluza a causa de sus declaraciones.

Mapa de situación de la zona en la que actúan los narcos

EL HACHÍS, MAYOR NEGOCIO QUE LA COCA

El precio del fardo de hachís -que suele tener un peso medio de 30 kilos- depende de la oferta y la demanda del mercado. A más decomisos y menor producción marroquí, su precio sube. A menor número de incautaciones pero mayor producción, baja.

Otro factor que interviene en su coste es la calidad del producto y su procedencia. El más caro es el que se produce en las montañas del valle del Rif, donde se cultivan miles de plantas de cannabis, cuya resina se convierte en estupefaciente. Hay kilos que cuestan 300 euros y otros que llegan a los 1.000. De esta forma, un fardo oscila entre los 9.000 y los 30.000 euros.

Por lo común, los cultivadores marroquíes utilizan la técnica del tamiz para extraer la resina de la hoja de cannabis. Usan telas porosas para filtrarla de la marihuana. La industria se centra en ciudades como Ketama o Chefchaouen. Se estima que 80.000 marroquíes trabajan en el sector. Tras la producción, las mafias trasladan en camión la droga almacenada en fardos hasta las costas del norte del país, donde aguardan las lanchas españolas.  

En 2014, el negocio del tráfico de hachís superó por primera vez al de la cocaína en España. Ese año logró generar 2.800 millones de euros en el mercado negro, una ingente suma que fue a parar a las organizaciones de traficantes que operan en el país. Son datos del Centro de Inteligencia contra el Tráfico y el Crimen Organizado (CITCO), dependiente del Ministerio del Interior. La coca generó 300 millones menos.

Una goma saliendo del río Guadarranque camino de las playas marroquíes. Cedida por la Guardia Civil

Por otro lado, el año pasado se aprehendieron 357.000 kilos de hachís en España, según las cifras aportadas por la Agencia Tributaria, la Policía Nacional y la Guardia Civil. Supone el 70% del montante total incautado en la UE y el 23% de todo el mundo.

En 2015 también se decomisaron 153 embarcaciones, en su mayoría en Andalucía y en Galicia (éstas, dedicadas al tráfico de cocaína). Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado desarticularon 274 grupos relacionados con el crimen organizado. 95 de ellos, un 21%, se dedicaban al tráfico del hachís.

Cádiz –y en especial la comarca del Campo de Gibraltar- es la provincia por la que entra en torno al 46% del hachís que llega a la Península. Según el Ministerio del Interior, se produce el 18% de las detenciones por narcotráfico de toda España.

EL RÍO DE LAS NARCOLANCHAS

El cementerio de las lanchas del hachís se nutre, principalmente, de las gomas que operan en el Campo de Gibraltar. Cuando cae una, suele acabar allí.

En esta comarca del este de la provincia de Cádiz, donde se encuentra la Bahía de Algeciras, los narcos pagan a veinteañeros en paro para que vigilen con atención los pasos de las embarcaciones de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

A esos chicos, que llegan a cobrar hasta 1.800 euros por día, los llaman puntos. Algunos llevan prismáticos para no perder detalle y se colocan estratégicamente en balcones de edificios altos del paseo marítimo de La Línea de la Concepción y en la misma cima del Peñón de Gibraltar. Desde allí divisan toda la bahía. Con un teléfono móvil informan a sus jefes cuando hay vía libre.

Además, los traficantes de chocolate han encontrado en el río Guadarranque el enclave perfecto para poner en el agua sus lanchas. La elitista urbanización Guadacorte, en Los Barrios, tiene una calle con chalets cuya parte posterior tiene salida al río.

Uno de los narcoembarcaderos con salida al río Guadarranque Manu Montero

Desde allí operaba Messi. Como tantos otros narcos, alquilaba casas para construirse sus propios narcoembarcaderos. Sólo debían esperar a que subiera la marea para abrir compuertas, encender los motores de sus embarcaciones y adentrarse en el Mediterráneo en sólo unos segundos. Casi siempre salen vacíos camino de Marruecos. Allí cargan y luego distribuyen la droga por el litoral andaluz.

Pero Messi cayó. Como tantos otros. Ahora su lancha descansa en el camposanto de las gomas del hachís.

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