Para mi última columna de restaurantes de la temporada, nada mejor que un aperitivo del verano. En los 33 artículos de este curso (sí, todavía funciono más por cursos que por años), mi acompañante y yo hemos recorrido una veintena de ciudades y muchos sitios recomendables. Ahí van las tendencias que triunfan: la cocina nórdica, los bistrós de bajo coste y alta cocina, los mercados gourmet, los vinos naturales, la casquería, los restaurantes de mesa única o las colas para comer. Ahora toca una pausa para coger aliento y recopilar nuevas experiencias.
Agobiados por el tiempo gris y esquizofrénico de principios de junio en Bruselas, mi acompañante y yo engañamos a otros tres corresponsales y sin embargo amigos y les arrastramos a una escapada relámpago a Mallorca. La prioridad será tomar el sol, bañarse en playas turquesa -el primer baño playero del año es uno de mis rituales favoritos- y beber gin tónics. Pero tampoco puede faltar la gastronomía: sardinas y sepia a la plancha en el chiringuito de la playa de Es Trenc; o una sabrosa paella de marisco en Ponderosa Beach, en la playa de Muro.
Pero mi restaurante favorito del viaje es Sa Farinera. Situada a las afueras de Palma, esta harinera artesanal centenaria todavía conserva su maquinaria como parte de la decoración. En los años 60 se reconvirtió en restaurante especializado en carne a la brasa de leña. Cenamos a la fresca, como decimos en mi tierra, en el patio exterior de olivos y con pavos reales enjaulados. El centro del espectáculo es la enorme parrilla donde se cocina.
Está a tope de clientes (mejor reservar) y los camareros van aceleradísimos. Pero una vez que les aclaramos que nosotros no tenemos prisa (frenad, por favor), el servicio es impecable. A las dos de la madrugada todavía se ponen en la parrilla los últimos chuletones, nos cuentan. A mí ya me conquistan los manteles rústicos de tela de saco y los tomates y ajos que nos sacan de aperitivo para untar con el pan caliente. Aquí lo importante es la calidad del producto, de la carne, y por eso nos enseñan primero todo lo que hemos pedido en crudo. Sólo apto para carnívoros convencidos.
Después de los precios disparados que hemos sufrido estos meses, la carta de vinos de Sa Farinera es una gozada. La mayoría de botellas no pasan de 12 euros. Lástima que no tengan más vinos mallorquines. El Butibalausí, un tinto ecológico, está espectacular. Pedimos una selección de casi todas las carnes: embutido, chuletón, entrecot, chuletas de cordero. Todo muy tierno y sabroso, con ese toque irresistible de la brasa. En el grupo hay división de opiniones sobre qué está mejor. Buena señal.
A mí lo que más me gusta son las codornices, y eso que las pruebo ya saciado. Me llevan a mi infancia, era uno de los platos que solíamos pedir cuando la familia salía de restaurante. Creo que nunca había probado un allioli tan intenso y potente, más incluso que el de mi madre. Riquísimo, aunque no quiero ni pensar el rastro de aliento que dejaremos. De postre, otro clásico de mi infancia, la tarta de whisky. Gracias a los amigos que me habéis acompañado. Y sobre todo a los que me hicisteis caso de mis recomendaciones!
Restaurante Sa Farinera. Camino Son Fangos, Ca’n Pastilla, Palma de Mallorca. Asador. Precio: 23,29 por persona (con abundante vino).