Matthieu tiene tres años y medio. El lunes 13 de junio quedó huérfano. Presenció la muerte de su madre, degollada a manos de Larossi Abballa. Mientras, su padre yacía a pocos metros de su hogar; nueve cuchilladas en el vientre acabaron con su vida. Eran cerca de las ocho y media de la tarde cuando Abballa, un joven de nacionalidad francesa de 25 años, cambió por completo la vida del pequeño Matthieu. No sólo se conformó con arrebatarle a sus padres. Durante tres horas y media, Abballa le retuvo en el domicilio familiar. Horas de negociación en las que Matthieu convivió con el verdugo de su familia, quien después del doble asesinato grabó un vídeo de 12 minutos reivindicando el acto de terror y preguntándose qué haría con el pequeño.
En este vídeo difundido a través de Facebook, retirado inmediatamente por las autoridades galas, Abballa aparecía sentado en el sofá del domicilio, aclamando su acto en nombre del autodenominado Estado Islámico (EI), llamando a asesinar a los "infieles", y, en un segundo plano, se mostraba a Matthieu. Sin duda, poco o nada podría comprender el pequeño cuando Abballa, frente a la cámara, se preguntaba qué haría con su vida.
Pasadas las once de la noche, el portavoz del ministerio del Interior francés, Pierre-Henry Brandet, anunció el fin de las infructuosas negociaciones: "Las negociaciones no han tenido éxito, hemos decidido llevar a cabo un asalto".
A las 00.02 horas, la Raid —unidad de élite de la Policía nacional francesa— entró en el domicilio familiar y abatió a tiros al presunto terrorista. El pequeño, testigo de horas de terror, fue encontrado "sano y salvo", "desconcertado" pero físicamente indemne, en palabras de François Molins, fiscal general de París. Matthieu, evacuado entre un enorme dispositivo de seguridad, fue ingresado en estado de shock en el hospital Necker, en el centro de la capital francesa.
Secuelas de por vida
Las escenas presenciadas por Matthieu, lo que escuchó, lo que vio, lo que sintió, quedarán grabadas en su memoria para siempre. "El muchacho ha sido expuesto a una muerte extremadamente violenta, una muerte intencional, todos los factores para que desarrolle problemas post-traumáticos están presentes", explicaba la especialista en psico-traumatismos Hélène Romano en declaraciones a Europe 1. La médico insistía en que "será invadido por las imágenes, por los gritos de su madre, la sangre, los olores; elementos muy violentos que pueden convertirse en parásitos".
Expuesto durante más de tres horas a una situación de tensión y violencia, la noche del 13 de junio podría acarrear al pequeño secuelas de por vida. Recuerdos angustiosos, pesadillas, falta de concentración, problemas para relacionarse, malestar psicológico, comportamiento imprudente o autodestructivo son algunas de las consecuencias de un trastorno por estrés post-traumático.
Matthieu tiene tres años y medio. El lunes 13 de junio, se convirtió en una víctima del terrorismo. Pasará a engrosar la lista de pupilos de la Nación. Será apadrinado por el Estado galo. Es otro rostro, otra imagen, otra vivencia del terror, de la amenaza que se cierne desde hace meses sobre Francia. Una víctima que pone de relieve la inseguridad y el desconcierto, el pánico ante una amenaza constante e impredecible.
Apadrinados por Francia
En 2014, el país galo contaba con 293 pupilos de la Nación. Este estatus, creado en 1917, ampara a los "hijos de magistrados, de policías, de administrativos en centros penitenciarios o aduanas (…) fallecidos como consecuencia de una lesión sufrida o agravada por un acto de agresión durante una misión de seguridad pública". Baptiste Salvaing y Jessica Schneider son los padres del pequeño. Murieron fuera de servicio, pero el motivo de su asesinato, reivindicado por la agencia de noticias Amaq, vinculada al EI, es inmanente a su profesión. Los tiempos cambian y esta medida, ideada en tiempos de guerra, ha evolucionado al mismo tiempo que surgían nuevas amenazas, nuevas guerras, nueva violencia; ahora los "hijos cuyo padre, madre o tutor haya sido víctima de un acto terrorista" también pueden beneficiarse de este estatus.
Tras los atentados contra el semanario satírico Charlie Hebdo y el supermercado Hyper Cacher en enero de 2015, 11 jóvenes menores de 21 años —requisito indispensable para conseguir este estatus—, fueron "adoptados" por la patria. A día de hoy, la administración continúa gestionando las peticiones de los hijos de las víctimas de los atentados del pasado día 13 de noviembre en la capital francesa, por lo que la cifra no deja de aumentar.
Sin embargo, el caso de Matthieu es especial. No sólo quedará marcado por la muerte de sus padres. Encerrado durante horas con su verdugo, presenció el asalto de las fuerzas de seguridad, la muerte de su captor, y, quizá, la ejecución de su madre.
Los expertos aseguran que el futuro del pequeño dependerá de familiares que tomarán el relevo de sus padres. A pesar de su temprana edad, "es consciente de la violencia, del hecho de que su madre fue agredida, de la violencia contra la persona que debía protegerle", subrayaba Romano.
Según la información facilitada por los medios galos, el pequeño vivirá ahora con sus abuelos paternos. De ellos dependerá su educación y manutención. El Estado, por su parte, se compromete a subvencionar sus necesidades básicas —ropa, comida, cuidados—, sus estudios y su inserción laboral.
Así, el pequeño y su hermanastro, fruto de una pareja anterior de Salvaing, de diez años de edad, recibirán apoyo económico del Estado a lo largo de su infancia. Pero quien fue rehén de Larossi Abballa y testigo de su muerte necesitará mucho más apoyo que una simple subvención económica. Es indispensable "apoyar a los familiares que se harán cargo de la criatura", explica Thierry Baubet, responsable de la célula de urgencia médico-psicológica de Seine-Saint-Denis. Lo mejor, a ojos del experto, "sería facilitarles un apoyo psicológico lo más rápido posible, como si se tratara de una hospitalización urgente, a la altura de la gravedad de las escenas que presenció".
Así eran los padres del pequeño Matthieu
Jibé o Kiki, así lo apodaban sus amigos. Baptiste Salvaing tenía 42 años. Era un apasionado del deporte, sobre todo del rugby. "Siempre de buen humor", "de una amabilidad extrema", "nunca buscaba el enfrentamiento", recuerda Jean-Claude Carayon, el director del Club Stade Piscénois, equipo en el que Salvaing fue capitán en los años 80. Salvaing formaba parte de la brigada anti-criminal de la comisaría de Mureaux, en la región de Île-de-France. Vivía, junto a su pareja, Jessica Schneider, y su pequeño Matthieu, en Magnanville, una pequeña comunidad del departamento de Yvelines.
El lunes 13 de junio, Baptiste Salvaing terminó su jornada laboral. Volvía a casa, eran cerca de las ocho de la tarde. Pero no cruzó la puerta; Larossi Abballa le esperaba escondido en la entrada de su hogar, en un pequeño y tranquilo barrio residencial. Salvaing, jefe adjunto de la unidad de policía judicial de Mureaux, murió apuñalado en la entrada de su domicilio. Herido, Salvaing consiguió alertar al vecindario, pero minutos después perdía la vida. "Advirtió a sus vecinos de que estaban en peligro, les pidió que huyeran, que avisaran a sus compañeros", recoge una nota de las autoridades de Yvelines revelada por el diario Le Figaro.
"Cuando llegué, él estaba en mitad de la calle. Vimos que tenía un navajazo en el vientre. Estaba en muy mal estado, no pudimos reanimarle. Minutos después, el secuestrador, que estaba en la casa, se asomó al velux. Gritaba que nos iba a matar a todos", relató una vecina a la cadena de televisión francesa BFMTV. Larossi Abballa no se conformó con poner punto y final a la vida de Salvaing. Entró en su hogar y asesinó a su mujer: Jessica Schneider, policía al cargo de la administración en la comisaría de Mantes-la-Jolie, "una compañera muy apreciada, cercana", relata el delegado del sindicato Alliance Policía, Julien Le Cam. Una mujer comprometida en la vida deportiva y social de la comunidad. "A menudo, organizaba las comidas de la brigada", recuerda, en declaraciones al diario Le Parisien, una empleada de un restaurante del vecindario.
Larossi Abballa, quien habría declarado su fidelidad al Daesh hace tan sólo tres semanas, acabó con la vida de esta apreciada familia y traumatizó, quizá de por vida, al pequeño Matthieu. Un acto cometido por "uno de nuestros soldados", alardearía horas más tarde la agencia de noticias Amaq. Un crimen cometido en nombre del Estado Islámico. La organización liderada por Bakr al-Baghdadi, ha convertido a las fuerzas de seguridad en uno de sus objetivos primordiales.
El peligro para policías y gendarmes no se limita a sus horas de servicio. "Cuando uno es policía acepta el riego ligado al ejercicio de su profesión. Lo aceptamos cuando nos ponemos el uniforme, cuando realizamos una intervención, pero nunca pensamos que podemos ser golpeados en nuestra esfera privada", apuntaba Céline Berthon, secretaria general del Sindicato de Comisarios de la Policía Nacional (SCPN), en una intervención en France Info. "Todo el cuerpo de policía está en duelo", añadía.
Según las últimas informaciones publicadas por el diario Libération, Larossi Abballa no eligió al azar a sus víctimas. Durante las negociaciones con la RAID, el presunto terrorista habría alegado: "Él vino a mi casa, ahora soy yo quien viene a la suya". La información fue confirmada por una fuente de las autoridades al periódico Le Monde. Antes de ser destinado a la comisaría de Mureaux, donde vivía actualmente Abballa, Baptiste Salvaing, había estado destinado en Mantes-la-Jolie, donde, por aquel entonces, también residía su asesino.
"Jean-Baptiste y Jessica han sido víctimas de la barbarie que plaga el mundo y que, una vez más, ha puesto en su punto de mira a uno de los nuestros y a su familia. Esto es lo peor que podría pasarnos como policías, que nuestra familia también se convierta en objetivo como consecuencia de nuestra profesión", declaraba Christophe Rouget, portavoz del Sindicato de Mandos de Seguridad Interior, a France Info.
La muerte de esta pareja de policías, fuera de servicio, en su hogar, en presencia de su hijo, ha vuelto a desatar todas las alarmas en Francia, y ha puesto en entredicho la eficacia de los servicios de inteligencia. Abballa estaba siendo investigado, bajo escucha, por su relación con un individuo que habría viajado recientemente a Siria. También había sido condenado, en 2013, por colaborar con una filial yihadista en Afganistán y Pakistán. Abballa, un "lobo solitario", según las autoridades galas, pero ningún desconocido para los servicios de inteligencia, consiguió, sin explosivos ni armas de fuego, atentar en Francia, bajo el estado de emergencia. Con un cuchillo en mano ha convertido a un pequeño de tres años y medio en un huérfano de la Nación, en una víctima del terrorismo, en un testigo del horror y la barbarie.