“Todo el mundo miente”. He aquí una de las más lacerantes conclusiones que Lucía Etxebarria caza al vuelo de su último libro, Más peligroso es no amar (Aguilar), un descenso a los ¿infiernos?, ¿cielos?, ¿purgatorios? de lo que últimamente ha dado en llamarse poliamor. Es decir, ni la monogamia ni su contrario, ni fidelidad ni infidelidad a secas... Etxebarria, quien en los 90 se alzó como la voz literaria de cierta sexualidad disidente, vuelve a la carga explorando las nuevas parejas de seis y ocho carriles, las nuevas triejas, el nuevo choque de géneros en el disparatado y a la vez niquelado amor online. ¿Para sacar en limpio qué? Cómo atinar, cuando la autora es la primera que miente. Etxebarria dice en la promo que tiene tres tatuajes, seis hermanos, una hija y una perra. Y perras tiene por lo menos dos, que yo las he visto. Por lo demás es verdad que ha ganado el premio Nadal, el Primavera, el Planeta, etc., que ha sido traducida a veinte idiomas y que acaba de pasarse con armas y bagajes a escribir directamente en francés “porque aquí en España ya no hay manera de vivir de esto”
A ver, a ver, a ver, no corramos tanto, para empezar yo no tengo la menor intención de erigirme en gurú del poliamor, para eso ya hay especialistas y hasta sociólogas. Mi libro es mucho más narrativo que eso, lo que busco es bajar al detalle de la mayor cantidad de casos concretos posibles, contar historias, abrir puertas. Es verdad que hay una parte más teórica donde de algún modo proclamo que la monogamia está en crisis como modelo mayoritario.
Vamos, es que ni siquiera se cumple en la mayoría de los supuestos en que parece que se cumple. Si vas caso por caso, las más de las veces se hace trampa, es mentira. No es ni siquiera verdad que la mayoría es monógama. Lo es una minoría tan minoritaria como la que puede practicar otras opciones, desde la pareja abierta, el poliamor con jerarquía o sin jerarquía, etc.
¿Qué diferencia por ejemplo el poliamor con jerarquía del poliamor sin jerarquía? Pues la jerarquía significa que hay una relación principal a la que se supeditan todas las otras relaciones secundarias, que hay derechos de veto o de exclusividad de esto y lo otro, mientras que en un poliamor desjerarquizado todo vale y todos valen lo mismo, no hay primeros ni segundos.
Lo primero en realidad no es tan distinto de tener cónyuge y amante, por este orden, la única novedad sería la transparencia, que todas las partes están al tanto, o quizás como el modelo de relaciones inmanentes y relaciones contingentes del que hablaban Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir... Por supuesto, esto puede hacer sufrir a algunos de los implicados... o no. Yo no juzgo, yo expongo. Cuento.
Yo llego en mi libro a la conclusión, entre otras, de que muchos modelos de pareja (o de no pareja) al uso son opresivos y casi se ajustan a un modelo capitalista y consumista, a un tratar a las personas, sus cuerpos y sus sentimientos como mercancías. El poliamor plantea una especie de tercera vía donde las parejas ni son absolutas y fusionales, ni su único respiradero son aventuras eróticas sin absolutamente ninguna implicación emocional. Se articulan escenarios más intermedios, donde la afectividad más variada es posible.
Por supuesto, ningún modelo está libre de críticas. Yo, por ejemplo, no recomendaría a nadie que aceptara una pareja abierta o una estructura poliamorosa, una red de amantes, sólo por dependencia emocional hacia quien se lo propone o impone, eso es casi una forma de esclavitud... Pero lo mismo puede decirse de muchos monógamos a la fuerza...
Por las preguntas que usted me hace, aunque el lector no las vea y sólo las intuya a través de lo que le respondo yo, me va a permitir que quiera averiguar yo también una cosa: ¿es usted Capricornio? ¿No? ¿Seguro? ¿Virgo, dice? Peor me lo pone. Ah, y con el ascendente en Escorpión... Ya me parecía que usted es de esas personas con las ideas muy claras en estos temas. Por ejemplo, viene usted y me dice que, en su opinión, si el monoamor clásico ya es una fuente casi inagotable de problemas y de conflictos, si cuadrar la evolución sentimental, sexual y vital de apenas dos seres ya le parece para nota, a ver cómo evitamos que un amor a seis, ocho o diez manos no devenga una jungla emocional...Puede ser, sí. Pero es así, sabe, sobre todo en Europa y sobre todo a partir del siglo XIX, en otros modelos de sociedad, incluso en el nuestro hace apenas un par de siglos, las parejas, los matrimonios, se construían sobre la base de la afinidad social sin ninguna expectativa romántica, podía haber pasiones extemporáneas que dieran al traste con todo, pero, desengañémonos, eran situaciones mucho más de novela o de película que de la vida real, todavía hoy una mujer marroquí que puede ser perfectamente pija y avanzada en muchas cosas no se deprime en absoluto porque su marido le ponga los cuernos, a ella le parece asumible y normal lo que para una de Alcobendas puede ser la antesala del suicidio…
Afirma usted que en mi libro detecta cierta contradicción entre la defensa de la libertad individual, también para enamorarse y apasionarse y no conformarse por ejemplo con un matrimonio arreglado por tus padres, y cierta demonización de la dependencia emocional de otros... Me recomienda usted que me lea El año del pensamiento mágico, la excelente obra –según me cuentan, porque yo todavía no la he leído- de la autora norteamericana Joan Didion, escrita a la muerte de su marido, con el que mantenía una relación muy estrecha y muy de compartirlo todo a todas horas –lo que yo llamo una pareja fusional-.
Cita usted a Didion guardando un largo, creativo y hasta en ocasiones gamberro luto por su marido, y a los amigos cordialmente regañándola por haber sido demasiado emocionalmente dependiente de él. “¿Qué se creerá esta gente que es el matrimonio?”, se pasmaba ella. Cierto, cierto, todos dependemos en demasía de alguien, a lo mejor más cuanto más teórica e ideológicamente reneguemos de ello... Pero eso no nos impide explorar los límites... Por eso, insisto, este libro mío es más narrativo que teórico, más de buscar historias que explicaciones.
Por ejemplo me ha servido para descubrir cosas fascinantes como que, si te sumerges en las apps más populares al uso para ligar, no sólo proliferan los bulos más desaforados, las mentiras más extremas para tratar de seducir o directamente burlar, sino que surgen situaciones muy limítrofes, por ejemplo, entre el sexo amateur y el sexo de pago. Las paredes entre la prostitución y lo que no lo es se están adelgazando mucho. He conocido chicas preciosas que a través de su perfil han cosechado una larga ristra de hombres dispuestos a pagar por acostarse con ellas.
Yo cuando investigaba estas aplicaciones tuve un montón de ofertas de hombres de negocios de paso en Madrid, la verdad es que al paso que van el negocio tanto editorial como periodístico es para pensárselo... Parece una boutade pero esto es más profundo, el sexo deviene, no sólo una mercancía más, sino una de las más vidriosas y complejas... No olvidemos que, si antes se penalizaba moralmente la promiscuidad, ahora lo que está mal visto es ser célibe, si no tienes sexo es que eres un friki, te falta un tornillo o lo peor de lo peor de todo, eres una mal follada. ¿Cabe peor insulto?
En fin, que aquí estamos cabalgando de nuevo con todas estas historias. No me preocupan las reacciones encendidas, he estado acostumbrada a ellas en varios de mis libros, sino en todos. Y no, no me apetece hablar de ello. No insista, no me interesa ponernos ahora usted y yo a repasar mi trayectoria, por qué mis primeras novelas tuvieron el éxito que tuvieron y luego una especie de apagón.
¿Se empeña usted en analizarlo? ¿En compararme con Françoise Sagan, dice? Compáreme con quien quiera pero usted sola, yo no colaboro, me voy a tomar un café. Dejémoslo en que todo lo que es distinto, todo lo que se sale de lo normal, resulta insoportable y es despiadadamente atacado. Como ser o tener una hija superdotada, pero en serio, dejémoslo. Sí puedo decirle que me he pasado definitivamente a escribir literatura en francés, como aquí no se puede... Pero de verdad que no me apetece nada hablar de ello.
¿Y de las próximas elecciones? Pues mire, no es que empeñe en llevar el agua a mi molino y en querer hablar sólo de mi libro, pero es fascinante ver por qué lado los extremos se tocan, en qué se parecen el sexo y los políticos. ¿No habíamos quedado en que para ligar todo el mundo miente? Bueno, lo de las mentiras de los políticos ya es... El otro día me quedé atónita en una tertulia de radio en la que yo participaba, y en la que una colega, otra tertuliana, va y dice con toda la tranquilidad: “Es que en campaña todos los políticos mienten, eso ya es sabido”. Así, como quien enuncia la ley de la gravedad o de la relatividad. ¿Podemos caer más bajo? ¿Cómo nos podemos hacer a la idea de una cosa así?
Si me preguntan qué creo que va a pasar el 26-J: pues sospecho que más de lo mismo. Muchos de estos que se hacen ilusiones de sorpasso pueden quedarse fácilmente con un palmo de narices. Yo he hablado con mucho histórico de Izquierda Unida a los que el pacto este con Podemos no les ha hecho ninguna gracia, que más bien les ha dado un disgusto. Creo que muchos de ellos simplemente no irán a votar y que es fácil que al día siguiente nos encontremos con un escenario muy parecido. Con una misma pesadilla tipo el día de la marmota.
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