Aquella noche el que conducía era Salvador. Él y sus tres amigos, todos ellos fieles seguidores del Atlético de Madrid, se montaron en un Renault Clio blanco y emprendieron el camino dejando atrás Torre Pacheco, el pueblo en el que nacieron. La carretera RM-F36 comienza a la salida de la localidad en dirección al municipio vecino de La Palma. Son algo más de cinco kilómetros que el pasado fin de semana se tiñeron de negro. Ese fue el trayecto que tomaron, también, cuatro chicas montadas en un Citroen c4 que circulaba hacia Torre-Pacheco, la localidad que les vio nacer. Exactamente el mismo, solo que en sentido contrario, que utilizaron los cuatro jóvenes del mismo pueblo cuando se disponían a salir de la localidad para pasar la noche de fiesta. Esa noche ni Salvador Ros, ni Pedro José Cánovas, ni Óscar Alcaraz, ni José Antonio Martínez, ni Ana Belén Celdrán volvieron a casa.
El accidente que el pasado domingo se llevó por delante las vidas de los cinco jóvenes tiene a las gentes de Torre-Pacheco, una localidad de 30.000 habitantes situada 15 kilómetros al norte de Cartagena, totalmente consternados. Todavía en la mañana soleada del pasado jueves los vecinos no paran de comentar lo sucedido. Mientras toman el café en la entrada del bar Mis Hermanos, los mayores comentan las últimas novedades del caso: “Hoy ya dicen que iban muy rápido, muy rápido. Se ve que pudo ser eso o un despiste”, comenta uno de ellos mientras se fuma el cigarrillo y se toma el café de las diez de la mañana. La Policía ya baraja como sólida la posibilidad del exceso de velocidad. También se conocen las circunstancias exactas de cómo ocurrió todo tras reconstruir el accidente.
Un choque por exceso de velocidad
Unos minutos después de que los cuatro amigos emprendieran el camino, eran ellas las que emprendían la ruta en el sentido contrario subidas en el Citroen c4. La carretera, al inicio desde la localidad en la cual todos habían nacido, está rodeada de naves industriales, grúas agrícolas, amplios terrenos de cultivo y alguna que otra vivienda particular. Luego discurre durante cinco kilómetros uniendo Torre-Pacheco con La Palma. Es el vivo ejemplo de la idiosincrasia y la identidad de la región: Torre-Pacheco es una pequeña ciudad (o un gran pueblo, según se mire) de 30.000 habitantes que viven sobre todo de la agricultura. De ahí la constante afluencia de tractores y toda clase de vehículos equipados para el cultivo la mañana que este periodista se acerca al lugar de los hechos.
Por ese lugar pasó el coche de los cuatro veinteañeros pocos minutos antes de las doce de la noche. Cinco días después, EL ESPAÑOL recorre el trayecto que une ambas localidades. Es una mañana soleada y pasan tractores, y más tractores; también camiones de transporte de mercancías. La zona, a las afueras de la localidad, está rodeada por todos lados de naves industriales, grandes supermercados y algún que otro concesionario. A lo largo de la estrecha carretera no hay ningún quitamiedos que proteja a los conductores a ambos lados de la calzada. De ese modo, la carretera discurre entre campos de cultivo dejando a ambos lados una cuneta llena de barro seco, latas de refrescos viejas y otros desperdicios. El tramo está regulado a 90 kilómetros por hora. Los cuatro jóvenes comenzaron el camino por ese sendero interurbano para pasar la noche fuera juntos, de fiesta. Apenas se tardan cinco minutos en cruzar el tramo. Pero algo se torció casi al llegar a su destino.
Cuando los cuatro jóvenes llegaron al kilómetro cinco, todavía por circunstancias desconocidas, perdieron el control del vehículo. Un pequeño derrape y el coche ya se dirigía a la derecha, irremediablemente hacia la cuneta. Todo sucedió muy rápido. Salvador trató de enderezar el vehículo y dio un volantazo hacia la izquierda, cruzando irremediablemente el coche en la calzada, metido en el carril contrario. Al fondo venían las chicas montadas en el Citroen C4. Volvían a casa de cenar juntas. No les dio tiempo a reaccionar. Su coche se estampó de frente en el lateral derecho del Clio. Eran las 23:55 de la noche.
Ambos coches quedaron destrozados, irreconocibles. Cuando llegó la Policía, las puertas de los vehículos estaban en la cuneta separadas completamente de los vehículos.También se encontraron el chasis por los suelos. Los cuatro jóvenes y Ana Belén, que ocupaba el asiento trasero del lado izquierdo en el Citroen c4, perdieron la vida. Las otras tres chicas que viajaban en el vehículo siguen todavía hospitalizadas, aunque mejoran conforme pasan los días.Todavía este pasado jueves, justo en el mismo tramo, mientras los coches y los camiones se entrecruzaban casi pegados en ambos sentidos, algunos restos del accidente permanecían desperdigados en una de las cunetas.
149 incidentes 7 muertos en diez años
No es la primera vez que esa carretera se convierte en el escenario de la desgracia. El 10 de abril del pasado 2016, llegó una alarma al 112 de la Región de Murcia avisando del grave choque entre un autobús y un turismo en la carretera RM-F36 Torre Pacheco. El conductor del autobús, que cubría esa ruta, salió ileso junto a un pasajero que le acompañaba en el trayecto. En el accidente falleció un varón de 48 años. El 10 de junio del año pasado, justo tres meses después, un coche y un camión colisionaron en el mismo tramo que se mataron los cinco jóvenes de Torre Pacheco. Dos personas implicadas salieron heridas de aquel accidente. El 15 de enero del año 2010 se produjo una colisión múltiple en la cual cuatro vehículos chocaron entre sí. Dos personas resultaron gravemente heridas. Todo sucedió en la misma carretera en la que fallecieron los cinco jóvenes el pasado fin de semana.
En efecto, como comprueba el periodista de EL ESPAÑOL, los coches pasan muy pegados entre sí en ese tramo. Lo primero que se percibe al andar por la orilla pedregosa de la carretera en la que fallecieron los cinco jóvenes es una brisa mezclada con arena. Se levanta y se pega en la cara cada vez que un camión o un coche pasa por el lado a toda velocidad. Hay muy poco espacio entre carriles, también para caminar por la cuneta. Se trata de la carretera RM-F36, un lugar no exento de incidentes similares en los últimos años, si bien no tan funestos como el que tuvo lugar el pasado fin de semana.
La carretera RM-F36 conecta La Palma con Cartagena y Torre-Pacheco. Su trazado se extiende a lo largo de diez kilómetros. Según datos de Fomento, más de 2,7 millones de vehículos transitan cada año por ella: una media de unos 7.500 al día. Un buen porcentaje son vehículos anchos, dedicados a la agricultura. Según la Consejería, hay registrados 21 accidentes en los últimos diez años en ese tramo -entre los kilómetros 4 y 5- en el que fallecieron los cinco jóvenes. A lo largo de toda la carretera se han producido 149 incidentes en el mismo período de tiempo. Hasta la semana pasada, solo dos personas habían muerto a raíz de todos esos sucesos. Ahora, menos de un año después de que aquel conductor se estampase contra un autobús de línea, la cifra aumenta ya a siete fallecidos en ese estrecho sendero de asfalto.
Cinco vidas truncadas en cinco kilómetros
Las vidas de los cinco jóvenes se apagaron en esa carretera para siempre. No habían bebido, no llevaban drogas en el cuerpo. Eran chicos normales, según quienes les conocían, que no se metían en líos ni en “cosas raras”.Desde que todo ocurrió, ya hay quien en el pueblo califica el accidente como “la peor tragedia” de la historia. Dos caminos que se cruzaron en una colisión mortífera. Todavía el jueves, los vecinos de la localidad recuerdan la desgracia. En el Bar El Retiro, una de las camareras refleja el estado de ánimo en el que se encuentra la localidad. “Por ahí la gente pasa todos los días y claro, imagino que se confían, otros van hablando por teléfono… No sé qué pudo pasar cuando se echaron encima. Un descuido, a lo mejor. Es una pena muy grande”.
Atrás se quedan la familia y los sueños que cada uno de ellos tenía. José Antonio Martínez (20 años), por ejemplo, estaba preparando las oposiciones para convertirse en Guardia Civil. Compaginaba, además un empleo de voluntario en un almacén con sus estudios de ingeniería. Además, era voluntario de Protección Civil.
José Salvador Ros (20 años), el conductor del Clio, colaboraba también con Protección Civil como técnico de emergencias sanitarias, dicen, siempre dispuesto a echar una mano. «Desde pequeño ha hecho labores de voluntariado, ahora estaba en Protección Civil de Cruz Roja», recordaban algunos amigos hace unos días.
Pedro José Cánovas (21 años) era un apasionado de la informática y de los videojuegos. Había estudiado un módulo de su especialidad, y después consiguió trabajo en una empresa local de telefonía en La Palma, el pueblo hacia el que se dirigía en aquella carretera que le quitó la vida.
Óscar Alcaraz (21 años) había emprendido una carrera universitaria que era pura vocación. Vivía en Murcia, donde estudiaba Ciencias Políticas. Sus amigos de la facultad todavía le recuerdan con cariño. “Era un chaval sociable, amable, responsable e interesado por la política. Siempre estaba para echar una mano y con un sentido del humor muy agudo y bueno”, relatan a EL ESPAÑOL. Óscar era un trabajador nato. No se ponía metas. Estudiaba inglés e italiano. Quería dedicarse a las relaciones Internacionales. Quería irse de Erasmus. “Le gustaba bastante debatir y la tertulia política. Muy injusto para personas tan jóvenes”, explica una compañera de su clase.
Ana Belén habría cumplido 19 años el pasado martes. Fue la única de las cuatro chicas que falleció en el acto. Se había sacado el carnet de conducir hacía poco, pero ella no manejaba el coche en la noche del accidente. Esa noche iba sentada en el asiento trasero, detrás de la conductora. Trabajaba en un almacén de Florette cerca de su casa. Mientras tanto, estudiaba un módulo de Peluquería y Esteticismo. Su objetivo: trabajar muy duro para convertirse en cirujana plástica.
Es jueves y han pasado dos días desde el entierro y el adiós multitudinario a los jóvenes al que acudieron 1.500 personas en Torre-Pacheco. En el cementerio no se escucha ni un alma. Por entre los nichos apenas hay unas cuantas personas que rezan y muestran los respetos a sus difuntos. En un rinconcito, una pequeña tumba se encuentra rodeada de coronas de flores con mensajes que señalan su remitente. “ Recuerdo de tus hermanos”, “Recuerdo de STV Gestión”… Hay una última en la esquina del nicho. Es el homenaje de las Peñas Atléticas del Sureste Colchonero a los cuatro jóvenes, fieles y acérrimos hinchas del Atlético de Madrid. El pueblo tardará en recuperarse del dolor. Cinco de sus jóvenes ya no podrán cumplir los sueños que estaban construyendo. Sus vidas quedaron enterradas en una concurrida carretera, en un trayecto de cinco kilómetros donde los coches silban al cruzarse unos con otros.