El monstruo de Coventry: tras los pasos del hombre que violó a su hija lesbiana para 'curarla'
En la ciudad inglesa donde sucedieron los hechos entre los años 80 y 90 impera un pacto de silencio como ha comprobado un periodista de EL ESPAÑOL. No quieren que se ensucie el nombre de la localidad.
18 marzo, 2017 01:40Noticias relacionadas
Ocurrió en las décadas de los 80 y los 90, pero la noticia ha saltado este mes de marzo, coincidiendo con la celebración del juicio. Aquella vivienda de Coventry se convirtió en un infierno para las dos hermanas. Ambas eran menores; los abusos sexuales, sistemáticos. Su agresor era su propio padre, de 54 años. Desde el banquillo, el acusado ha negado todos los hechos. Tampoco quiso hablar de cuando forzó a una de sus hijas cuando ésta, con 16 años, le reconoció que era lesbiana: así pretendía demostrarle por qué era mejor acostarse con hombres que con mujeres. La información ha dado la vuelta al mundo y EL ESPAÑOL reconstruye un caso que ha sacudido la conciencia colectiva del Reino Unido.
Impera el silencio. Del agresor sólo se conoce su edad. No hay un nombre, una descripción. Nada debe conducir a su identificación. Es la regla de oro para proteger también la identidad de sus hijas, víctimas de sus agresiones sexuales. Hay quienes, para describir el abismo que se vivió en esa casa de Coventry, evocan a Josef Fritzl, más conocido como el monstruo de Amstetten. Este ciudadano austriaco retuvo a su hija Elisabeth durante 24 años y la forzó en incontables ocasiones. Su caso saltó a la palestra mediática hace una década y el Gobierno austriaco temió que la casa de los horrores -como se le bautizó- se convirtiese en un punto turístico para visitantes morbosos: finalmente se reconvirtió el espacio en un hogar para refugiados.
Es por eso que Coventry -cuyo lema es “bienvenido a la ciudad de la paz y la reconciliación”- ha extremado las precauciones. No quieren ser el nuevo Amstetten. Ni que la vivienda en la que se cometieron los abusos se convierta en una nueva casa de los horrores. Sus vecinos reconstruyeron con esmero una ciudad hecha cenizas y escombros tras los bombardeos nazis en la Segunda Guerra Mundial. La nueva catedral se erige junto a los restos de la antigua. Y su universidad se ha convertido en motivo de orgullo para sus 300.000 habitantes.
Una decena de periodistas británicos han admitido a EL ESPAÑOL la repulsa que ha provocado el caso del hombre que violó durante más de dos décadas a sus dos hijas. En Coventry no quieren colgarse un sambenito por los delitos cometidos por uno de sus vecinos. Existe una especie de pacto de silencio para no revelar su identidad ni las de sus hijas, que a principios de mes declararon ante el juez.
De su relato se extraen algunos paralelismos con el caso Josef Fritzl. El padre de familia comenzó a abusar de su hija mayor cuando ésta sólo tenía 11 años; exactamente la misma edad que tenía Elisabeth Fritzl cuando su padre, el monstruo de Amstetten, la forzó por primera vez. En ambos casos las violaciones eran reiteradas. Con repulsa y desazón, el juez Andrew Lockhart detalló en el tribunal de Warwick -a unos 20 kilómetros de Coventry- los delitos que cometió el acusado: “Durante 21 años ha estado agrediendo sexualmente a sus hijas”.
La repercusión en los medios
El Coventry Telegraph fue el primer medio que se hizo eco de la noticia: “Un padre viola a su propia hija lesbiana para demostrarle que es mejor tener sexo con hombres que con mujeres”. The Telegraph, uno de los principales periódicos británicos, recogió el testimonio del juez Lockhart. Y a partir de ahí la información se hizo viral.
EL ESPAÑOL habla con algunos periodistas que han escrito sobre lo sucedido. Prefieren mantenerse en el anonimato e insisten en que Coventry no debe de ser recordado por los crímenes -“por muy atroces que sean”- que ha cometido uno de sus vecinos.
- ¿Qué ha supuesto este caso para la sociedad británica?
- No hay nadie que no haya escuchado o leído la noticia. Pero lo más importante es proteger a las víctimas, que tengan la posibilidad de rehacer su vida sin que nadie les recuerde permanentemente lo que han tenido que vivir.
Sentimiento de culpa de las víctimas
Cuando Elisabeth Fritzl rompió su silencio comentó el sentimiento de culpa que le invadía por la actuación de su padre, el monstruo de Amstetten. Creía que si no cedía a sus chantajes, el hombre cargaría toda su ira contra los siete hijos que habían nacido fruto de esa relación incestuosa.
Las hijas del monstruo de Coventry temían represalias similares. “Si no lo hace conmigo lo hará con mi hermana”, pensaban. Y eso es precisamente lo que ocurrió. Cuando la hermana mayor se marchó de casa, el padre de familia volcó sus obsesiones sobre su otra hija. “[La mayor de las dos] nos contó el sentimiento de culpa que le invadió al dejar a su hermana enfrentarse a los abusos de su padre”, describe el juez Lockhart.
El magistrado, en varios momentos del juicio, se dirigió al acusado, reconstruyendo los hechos que se le imputaban:
“Ella [la hija mayor] se dio cuenta de que era homosexual y, luchando por descubrir su identidad, decidió contártelo. Reaccionaste con una ira descontrolada y la violaste para demostrarle por qué sería mejor tener relaciones con hombres y no con mujeres. Aquella violación supuso degradación y humillación. La ofensa demostró tu hostilidad hacia ella por ser lesbiana”.
La Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad sobre los Niños [NSPCC por sus siglas en inglés] ha seguido de cerca el transcurso del juicio. Hablan del “increíble valor” que han demostrado las víctimas en un caso que califican como “espeluznante”: “No importa que los abusos sucedieran hace mucho tiempo porque al final son juzgados. Las personas que los sufren no tienen por qué vivirlo en silencio”.
La condena
La abogada Sally Hancox defendió al monstruo de Coventry ante los tribunales. El encausado ya se encontraba en prisión provisional debido a la gravedad de los delitos que se juzgaban: asalto indecente, indecencia con un menor y violación. El juez Lockhart leyó la sentencia: 21 años de prisión y cinco de libertad condicional cuando abandone el centro penitenciario. Este control se impone, afirma el magistrado, para que el condenado no reincida en los hechos cuando esté en la calle.
Mientras tanto, silencio en Coventry. No tanto por proteger la identidad del abusador como la de sus víctimas. “Es un tema con el que estamos muy sensibilizados”, insisten los periodistas con los que ha hablado EL ESPAÑOL. El paralelismo con el monstruo de Amstetten les inspira terror: “Es muy triste que el nombre de Coventry se haya conocido por un caso como este”. Y lanzan un mensaje: “Ocurrió hace dos o tres décadas, pero al final se ha terminado conociendo la verdad y condenando al autor de los hechos”.