¿Dónde figura que el CNI, y antes el CESID, sea el órgano de información del rey? En ninguna ley, orden o decreto se establece que tengan que mantener una relación especial. Es más, en el artículo 1 de la Ley de Creación del CNI se especifica que son el “organismo público responsable de facilitar al presidente del Gobierno y al Gobierno de la nación las informaciones, análisis…”. Sin embargo, desde que hace 40 años se creara el servicio secreto, no ha habido en la vida política española una relación igual de profunda a la que han mantenido los sucesivos jefes del espionaje con el rey Juan Carlos. Aunque, eso sí, también ha tenido sus momentos de cuernos.
En los últimos años, su relación más complicada, aún siendo buena, ha sido con Alberto Saiz. El director, que estuvo cinco años al frente de los servicios secretos españoles durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, había coincidido con el rey en algunas cacerías en Castilla-La Mancha, una actividad que ambos amaban profundamente. Cuando llegó al cargo, don Juan Carlos desplegó su habitual capacidad de seducción sobre él y ambos colaboraron intensamente.
El rey recibía información de primera mano y el director del CNI conseguía la ayuda del Monarca para desatascar problemas nacionales y para conocer personas influyentes, como el presidente del banco portugués Espírito Santo. Sin embargo, sobre todo en sus primeros años, la lealtad máxima de Saiz estaba con quien debía, su responsable político, José Bono, por encima del rey.
Los tejemanejes del CNI
Félix Sanz, el actual director del CNI, siempre presumió de su perfecta relación con don Juan Carlos, lo que le convirtió en su consejero personal para diversos asuntos personales, entre ellos los relacionados con la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Activo en conseguir que el monarca renunciara y dejara la corona a su hijo Felipe, tuvo que hacer un equilibrio complicado entre él y el Gobierno de Mariano Rajoy. Un papel que le llevó a intentar demostrar a ambas partes su lealtad, aunque no siempre lo consiguió.
En una ocasión provocó el malestar del palacio de la Moncloa cuando se enteraron de que había viajado a Londres, sin decirles nada, para presionar a la princesa Corinna por un interés personal del rey. Pero también es cierto que durante el proceso de distanciamiento de la pareja, su papel le llevó a no ser siempre todo lo leal que el rey hubiera esperado cuando persiguió conseguir la transición sin traumas a favor de Felipe VI, apoyando así los intereses del príncipe y del Gobierno de Rajoy.
En la misma encrucijada se encontró en su día el también director Emilio Alonso Manglano. Sus relaciones con el rey eran buenas, le mantuvo como receptor número uno de los informes que el entonces CESID enviaba a los altos cargos del Estado y despachaban en Zarzuela con cierta frecuencia. Pero cuando el Gabinete de Escuchas interceptó una de sus conversaciones en 1990 hablando con uno de sus amigos, primero le informó en persona del grave fallo de seguridad que estaba teniendo –algunos otros servicios secretos podían estar grabándole igual que ellos-. Acto seguido se lo contó al Gobierno, presidido por Felipe González. Un tipo de actuación que mantuvo durante los 14 años que estuvo al frente de La Casa, en los que su mayor lealtad estuvo dirigida a su jefe político Narcís Serra, primero cuando era ministro de Defensa y luego Vicepresidente del Gobierno.
Lealtad en el 23-F
Los "cuernos" de Sanz, Saiz y Alonso Manglano al rey no sucedieron con todos los directores del CNI. El segundo director de "La Casa" en el Gobierno de José María Aznar fue Jorge Dezcallar, que llegó al cargo con la recomendación del propio don Juan Carlos. En esta etapa, el servicio adoptó un sistema de trabajo menos influido por los caprichos del Ejecutivo, trabajando más como servicio del Estado. Por el contrario, Dezcallar mantuvo una relación fluida con el rey, presto a cubrir las necesidades del monarca con una lealtad pocas veces vista. Hasta el punto, de que llevaron a cabo por petición del monarca una investigación sobre la vida de Letizia Ortiz, entonces novia del Príncipe, de la que nunca se ha filtrado nada.
Una lealtad similar le mostró Javier Calderón, primer director nombrado por Aznar. En su etapa tuvo que lidiar con uno de los momentos más complicados del rey, cuando la actriz Bárbara Rey intentó obtener beneficio de un vídeo grabado en su dormitorio y de unas fotos y cintas con conversaciones de ella con don Juan Carlos. Algunos miembros del Gobierno conocieron lo que estaba pasando –de otra forma no habrían podido sacar dinero de los fondos reservados-, pero el CESID ejecutó a su voluntad las medidas para acabar con las presiones, intentado que la opinión pública informada pensara que nunca se había aceptado un chantaje a la jefatura del Estado.
Los que mostraron una lealtad a prueba de bombas fueron los integrantes del CESID cuando se produjo el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. José Luis Cortina, el jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especial, la unidad de élite del servicio, participó en la organización del golpe, aunque posteriormente en el juicio fue exonerado de toda responsabilidad. Lo hizo convencido de que eso era lo que quería el rey, aunque nunca tuvo la oportunidad de escucharlo de su voz. No obstante, Cortina jamás le mencionó y siempre negó su impulso.
Gente próxima a Cortina piensa que la monarquía ha sido injusta con él y que se merecería un reconocimiento. Al menos, hace un año, su amigo Félix Sanz, le invitó hace un año a la sede central del CNI para que participara en la conmemoración del 50 aniversario de la unidad operativa y pudiera estrechar la mano del nuevo rey Felipe VI. Otros jefes de la unidad implicados en escándalos, como Juan Alberto Perote, no asistieron.
Los dos primeros directores del CESID tras su creación en 1977, José María Bourgon y Gerardo Mariñas, dirigieron un servicio con una mentalidad militar en la que el rey como jefe supremo de las Fuerzas Armadas estaba incluso por encima del Gobierno. Lo que decía don Juan Carlos les pesaba tanto o más que las órdenes procedentes del Gobierno de Suárez.
De la etapa del Servicio Central de Documentación (SECED), creado en los últimos años de Franco, hay dos momentos distintos. En la primera, con José Ignacio San Martín al frente, informaban a Franco de los movimientos del entonces príncipe, pero también le protegían. En esta etapa, durante un barrido electrónico en el palacio de la Zarzuela, encontraron micrófonos ocultos que le había colocado la CIA para saber lo que hacía.
Tras la muerte del dictador y con Andrés Cassinello como director, las relaciones fueron estupendas porque vivían unos momentos políticos en los que traer la democracia a España no fue solo cuestión del Gobierno de Suárez, sino que el rey se implicó personalmente.