José Manuel Mas Usó no lo dudó un instante cuando vio la oferta el pasado mes de noviembre. Hasta entonces, había trabajado como albañil y había estado dentro del sector de la cerámica. Pero era el momento de dar otro paso en su vida. No fue el único que lo pensó. 144 candidatos acudieron a la llamada desde ciudades de toda la geografía española para participar en una disputada oposición: Toledo, Sevilla, Ciudad Real, Bilbao, Valencia, Barcelona… Una pelea por un puesto codiciado para un trabajo aparentemente poco agradable: ser el enterrador oficial de la localidad.
131 hombres y 13 mujeres para un solo puesto participaron en una pugna que se alargó durante cinco meses en la localidad de Almassora, un municipio de 25.000 habitantes al sureste de la capital de la provincia de Castellón. De tantos que llegaron, en el consistorio no cabía un alfiler.
Para aspirar al trabajo, tan solo era necesario tener más de 16 años y la ESO (o equivalente). Tras la primera criba quedaron 70 aspirantes. Entre ellos estaba nuestro protagonista. Al final, tras un largo proceso de selección, ha sido José Manuel, vecino de la localidad, el que se ha impuesto a todos los demás. Pasará a cobrar 1.673 euros brutos al mes como enterrador oficial del Ayuntamiento trabajando en el cementerio municipal.
A partir de ahora, el trabajo de José Manuel discurrirá entre lápidas y nichos. Suya será la responsabilidad de realizar los enterramientos y las exhumaciones, de lidiar con las lágrimas de tantas familias y también con los cuerpos de sus difuntos. Sobre él recaerá la exigencia de la limpieza, de la jardinería y del mantenimiento del cementerio. Él será quien abra los nichos –y quien los cierre- cuando sea necesario. José Manuel informará al pueblo de los actos que vayan teniendo lugar en el camposanto, y suya será también la labor de adecentar los accesos del recinto. Pero eso a él no le importa. De hecho, ha manifestado que está muy contento con haber sido elegido para el trabajo.
Para ello, ha puesto ya sus papeles en orden. Finalizada la relación con su anterior empresa, se dedicará en cuerpo y alma a su nueva labor en el cementerio de la localidad. El camino para llegar al camposanto no ha sido sencillo: ha tenido que estudiar noche y día para la prueba teórica. Luego, superar la parte práctica. Esta, en parte, consistía en la colocación de una losa. Como aseguró hace unos días a El Periódico del Mediterráneo, no le podía ir mal, dada su anterior profesión.
El cementerio es un lugar de duelo, de paseos largos y de reflexión. Muchas veces, allí se encuentran guardados los momentos más felices y tristes de toda una vida. Ese será el lugar de trabajo de José Manuel desde ahora. El hombre lo celebra. “Estoy muy contento. Ha sido una suerte grandísima”, explicó la semana pasada justo al momento de ser elegido.
Ha habido una gran expectación a lo largo de los últimos meses para la consecución del codiciado puesto. Todos los candidatos se sentían atraídos por el sueldo y por la seguridad del trabajo: desgraciadamente, nunca faltan clientes. Pero, ¿cuáles han sido las pruebas que han tenido que pasar Manuel para alzarse con el trabajo que deseaba desde hace meses?
Instrucciones para convertirse en enterrador
En qué grupos se clasifican los cadáveres, quién debe realizar un embalsamamiento, las normativas para el transporte de las cenizas de un difunto… Para trabajar en un cementerio hay que tener unas nociones básicas. Hay que saber de lo que se habla y los aspirantes se prepararon a conciencia. Según la página web de Empleo del Gobierno de España, hay que estar “en buena forma para hacer frente al trabajo manual”. Un enterrador de manual sabe: medir espacios para las tumbas, utilizar una excavadora mecánica para cavar los hoyos, comprobar los daños de las lápidas y repararlas… Eso entre otras cosas.
Luego, es preciso superar dos pruebas: una teórica y otra práctica. En la teórica se abordan aspectos relacionados con la administración local y también en relación a la Ley Mortuoria. De ese modo, los aspirantes tienen que conocer cuáles son las tasas para realizar una inhumación, qué se entiende por restos cadavéricos...
Más adelante es preciso superar una fase práctica en la cual se llevan a cabo toda clase de tareas propias de la profesión: etiquetar huesos humanos, realizar un simulacro de exhumación e inhumación, romper una tapia de un nicho y reconstruirla… Esa prueba práctica se construyó en tres partes, cada una de ellas puntuada de 0 a 10 puntos. Para superarla, había que sacar al menos un cinco en cada uno de esos apartados. A todo eso tuvo que hacer frente nuestro protagonista para conseguir su puesto.
La vida de un enterrador
José Manuel Mas Usó se unió al gremio de los enterradores la semana pasada. Desde entonces, es el responsable del oficio en la localidad y ya empieza a notar los primeros sinsabores del trabajo. Él no quiere hablar.
Yúbal Fernández tiene 35 años, vive en Castellón desde hace 15 y sabe bien a lo que tendrá que enfrentarse José Manuel en esta nueva etapa de su vida. Yúbal trabaja en Genbeta, una web de software y descargas, además de colaborar puntualmente en Xataka, un espacio digital “líder de tecnología en español”. Sin embargo, hace años desempeñó una tarea bastante alejada de su especialidad profesional. Fue enterrador y por eso conoce bien lo que le espera al nuevo responsable del cementerio de Almassora. “Te voy a decir la verdad: en ese entonces no tenía otro trabajo. Miré en el periódico en busca de ofertas, y cuando vi esa me llamó la atención. Al final fui a la entrevista y al día siguiente me cogieron”.
Los primeros días en un cementerio requieren de una preparación especial. Es algo para lo que no está preparado cualquiera. Yúbal lo notó en cuanto entró. “Lo peor es la primera semana, el primer mes”, explica. Resulta complicado mantener la calma entre tanto dolor, rodeado de la muerte en los llantos, en los ritos y en las caras de los familiares cuando él cavaba el hoyo e introducía el ataúd antes de cubrirlo de nuevo de tierra. “Lo peor no es el hecho de tener que enterrar o desenterrar muertos. Sí, se ven cosas bastante impresionantes a veces, pero puedes evadirte. El problema es cuando lidias con familias, porque es imposible no empatizar con ellos. Durante el primer mes llegaba a casa bastante abatido de ver a la gente sufrir, aunque como todo en la vida te acabas adaptando”, explica el joven.
“Es difícil llegar a casa con una sonrisa cuando acabas de ver el sufrimiento de quien se ha despedido de un ser querido. Esto es algo contra lo que te acabas inmunizando. Llegas con tu propia idea de lo que es la vida y la muerte, y acabas viéndotelas frente a frente con la realidad. Esto puede afectar a tu carácter, aunque poco a poco aprendes a dejarte el trabajo en el cementerio. ”, relataba el año pasado en Xataka.
La rutina del enterrador, a la que José Manuel tendrá que habituarse en Almassora, es bien sencilla, aunque dependerá en buena medida si se trata de un día de entierros o no. En esas ocasiones, el ajetreo es mayor, puesto que hay que tenerlo todo preparado. “Si no hay entierro, te dedicas al mantenimiento del lugar. Se entra como a las nueve de la mañana y se sale en torno a las 7 de la tarde, aunque depende de cada sitio. Algunos días podían enterrarse tres o cuatro personas al día. Esos eran los más duros”, explica Yúbal a EL ESPAÑOL.
Reconoce que en cuanto entró al oficio perdió todo el romanticismo que para él tenía. “Esos tres primeros meses son clave. Hay compañeros que lo dejaban. No es lo mismo sacar un cuerpo que lleva ahí 50 años o uno que ha muerto hace pocos meses. La gente se imagina que se encontrará otra cosa”, señala.
Yúbal quiere darle un pequeño consejo a José Manuel desde su nuevo puesto, tan alejado del mundo con el que convivió durante tres años. “Lo importante es dejar las impresiones del trabajo en cuanto sales del trabajo. Es bastante impactante y puedes llegar a ver cosas muy desagradables, pero tiene que dejarlo todo fuera”.
-¿Volvería a trabajar en ello?
-A mí me cambió. Y siendo algo que ya he hecho, algo de lo que ya he trabajado, pues a lo mejor.