A Carlos Viéitez, también conocido en Vigo como Papuchi, no era raro verle en su yate por la cala de Rodman, muy cerca del puente de Rande, la gran infraestructura y emblema que conecta la ciudad olívica con el norte de la provincia de Pontevedra.
Allí atracaba su lujoso barco y echaba la tarde entera. Pero no era esa ostentación lo que estaba en boca de todos en la ciudad del sur de la provincia de Pontevedra en los últimos años. De lo que todo el mundo hablaba era de con quién iba a ese lugar, entre otros que frecuentaba: iba muchas veces acompañado de adolescentes.
Iba a todas partes con ellos. También en esos días en su embarcación en los que, según los agentes que llevan meses investigándole, les sugería ver películas de contenido sexual y desnudarse para poder hacerles fotografías.
En la mañana de este viernes, Viéitez, de 40 años, ha sido apresado por abusos sexuales a 15 jóvenes de entre 14 y 15 años de edad. Tras varios meses de investigación, lo detuvieron en su casa y se lo llevaron esposado. El juez ha decretado para él prisión provisional sin fianza.
Viéitez entró en dependencias de la Policía Nacional tapado con una chaqueta roja sobre la cabeza. No se escondía tanto antes, cuando invitaba a los jóvenes a su deportivo de dos puertas para darles de vez en cuando una vuelta. Mientras, en Vigo no se habla de otra cosa. No eran pocos los que conocían las supuestas actitudes del dueño de este y otros establecimientos en la zona noble de la ciudad, al lado del puerto.
Con tantos menores implicados, el caso ha conmocionado a la ciudad gallega. EL ESPAÑOL ha hablado con algunos de ellos para conocer mejor cuál era el proceder de Papuchi.
“Les iba a recoger en su Maseratti al colegio”
En Vigo, todo el mundo se conoce, y Papuchi no pasaba desapercibido. Entre otros negocios hosteleros posee, desde hace un par de años, la pizzería La Fiorella, situada en el paseo de Montero Ríos, a un paso del Club Náutico de la ciudad en el que tenía su yate. Es la mejor zona, un lugar repleto de bares siempre llenos de día y de noche. Nunca le faltaba demanda. Allí, y en otros lugares según los investigadores, invitaba a bebidas y a comer a los chavales.
EL ESPAÑOL ha hablado con algunos de los jóvenes implicados en el caso. En concreto, varias menores cuyos amigos habían estado en contacto con Viéitez en los últimos meses. Lo veían con mucha frecuencia.
Según cuenta, el hombre, siempre hablador y cercano, se acercaba cada vez que llegaban al bar para entablar con ellos conversación. Al tiempo, acababa cayéndoles bien y los diálogos con los chicos se hacían normales. Eran algo reiterativo. Si estaban ellos en el local y estaba él también, se acercaba para charlar un buen rato.
Desde ese momento, la relación entre el hombre y los jóvenes iba aumentando. De algún modo, se hacía con su número de teléfono y desde ese momento contactaba con ellos de manera frecuente. “Los miércoles por la tarde, cuando salían del colegio al mediodía, les iba a recoger en su Maseratti para llevarlos a comer. Les invitaba en su cafetería a comer gratis”.
Las escapadas de los jóvenes llegaban hasta tal punto que, en una ocasión, el director del colegio se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Le pareció muy raro todo aquello, así que decidieron informar a los padres de lo que ocurría. Decidieron llamar a Viéitez al colegio para saber qué era lo que estaba pasando.
“Le dijeron que tomaría medidas como no parara. Pero él se hacía el chulo y pasaba de todo”, explica a EL ESPAÑOL una de las jóvenes, que testificó en contra de Viéitez en la investigación de la policía. “Los llevaba a todos a su barco. Era él allí, con chavales de 10 a 15 años”.
Al principio, Viéitez iba acercándose poco a poco, ganando confianza con los jóvenes. Lleva en torno a diez años haciéndolo. “Él fue acercándose a los chicos y haciéndose amigo suyo. No tiene ningún amigo de su edad. Solo amigos nuestros. A los chicos, aunque se lo dijéramos, les daba igual. Les llamaban los cochazos, el yate que les lleve a todas partes, comer gratis...”, explica la joven.
A alguno de ellos, a través de Snapchat, le pedía fotos desnudo, según cuenta una de las chicas. “Lo hacía como una broma: él le mandaba a todos y esperaba que ellos le mandaran también. Nosotras le captamos a la primera. Nos parecía rarísimo y nos daba asco”.
La relación que establecía con los jóvenes no acababa ahí. En ocasiones, según cuentan algunos de los implicados, la cosa también se alargaba por la noche, a la hora de la fiesta. “Siempre, siempre, antes de salir iban a la parte de arriba de su cafetería y les invitaba a alcohol y cachimba, y hacían previa allí con él y su camarero”.
Se los llevaba a la playa
Papuchi era natural de O Porriño, una localidad situada en el área metropolitana de la urbe viguesa. Allí había tratado de introducirse en el mundo de la política, cosa que no consiguió. Entretanto, mantenía sus negocios en Vigo, donde era conocido en la noche de la ciudad. Luego estaba su pizzería, por la que se dejaba caer con regularidad.
Viéitez siempre aparecía muy arreglado por allí. Un tipo delgado, con gafas de sol, y ropa de marca, con zapatos náuticos y camisas buenas. Entraba a hablar a los jóvenes con confianza, y a partir de ahí establecía relación con ellos.
Todas estas actitudes, Papuchi las reproducía en las redes sociales, a las que ha subido en los últimos años fotos con chavales jóvenes. En ocasiones, según la investigación policial, se los llevaba a la bolera de Samil, la gran playa viguesa, alejada del centro de la ciudad, donde echaba la tarde con ellos. Llegó a crear un grupo de Whatsapp con algunos de los menores implicados en lo sucedido. En él les enviaba imágenes pornográficas.
Según cuenta Faro de Vigo, el hostelero vigués declaró ante el Juzgado de Instrucción Número 7 durante hora y media. El individuo ofreció una versión exculpatoria de los hechos. La Fiscalía había solicitado su encarcelamiento por los tres delitos que motivaron su detención: abuso sexual, pornografía infantil, exhibicionismo y provocación.
La investigación se inició hace dos meses en la comisaría de Vigo-Redondela. Allí llegó una alerta de un adulto que se relacionaba con menores y les invitaba a subir a su coche. Era Carlos Viéitez, que este viernes ha sido detenido por abuso sexual, pornografía infantil, exhibicionismo y provocación.