El día en que le mataron, el párraco Adolfo Enríquez Méndez tenía 77 años. Era el cura de Vilanova dos Infantes, una pedanía gallega de la localidad ourensana de Celanova. Ese pequeño recodo alejado del ruido de la ciudad, fue el hogar, hasta ese día, de uno de los secretos mejor guardados de la Galicia mágica: la pequeña Virgen de Cristal, una talla del siglo XVII poco más grande que una cajetilla de tabaco, de origen desconocido, a la que le cantaron los poetas gallegos del siglo XIX y a la que se le atribuían toda clase de milagros. Su celebración se realiza cada 15 de septiembre en la propia parroquia, y hasta allí acudían siempre miles de feligreses de Galicia y de muchas otras partes de España. Solo tres personas conocían el lugar en el que estaba escondida: una monja franciscana de Celanova, un joven monaguillo y el propio sacerdote. Quienes mataron al cura se la llevaron para siempre.
Don Adolfo llevaba 50 años custodiándola. Solía decir que nunca, desde que él vestía el hábito en en la pequeña localidad, llovía cuando llegaba la procesión del día de la pequeña patrona. En cincuenta años, decía, nunca había llovido en tal fecha. El día en que le mataron y se llevaron también a A Pequeniña, que es como se la conoce a la Virgen del Cristal, el pueblo se quedaba huérfano de madre y de padre: don Adolfo era, según cuentan los vecinos, un santo para todos. Ese año, a la patrona no la pudieron sacar en procesión en su día grande. Había llovido en Vilanova dos Infantes.
Ahora, el caso se encuentra en el limbo, en punto muerto, con los dos únicos sospechosos en libertad. Los dos croatas, miembros de la misma familia, podrían quedar totalmente absueltos por falta de pruebas. El crimen se ve abocado al archivo y los vecinos de la zona a una melancolía que se puede alargar más aun si cabe en el tiempo.
EL ESPAÑOL habla con los testigos de lo ocurrido, con los familiares del sacerdote asesinado y con amigos personales de don Adolfo como don Antonio, quien tomó su testigo como cura de la parroquia. Todos insisten en la maldad de los hechos y en la desesperación que existe desde que todo ocurrió. "Quienes lo hicieron, que todavía no está claro, son unas alimañas. Porque lo que han hecho es cometer el crimen más grave que puede haber, que es quitarle la vida a una persona. Además, un hombre que es que era un santo". Quien habla es José Manuel, el sobrino del sacerdote. Estos días, en plena Semana Santa, todo se desarrollará con normalidad. Saldrán las procesiones y los feligreses acudirán a los oficios.
Dos años después de lo ocurrido algunos vecinos siguen colgando crespones negros en la puerta de sus casas, simbolizando el luto perpetuo en el que se sumió el pueblo hace cosa de dos años. Pocos han podido superar el crimen y la desaparición de su patrona, una legendaria virgen de apenas diez centímetros de alto -cuatro contando solo la cápsula de vidrio- que la convierten en la segunda más pequeña del mundo por detrás de la virgen de Letanías (Bolivia).
Entretanto, en otras viviendas cercanas, algunas de ellas próximas a la casa de don Adolfo, varios carteles siguen pegados en memoria del fallecido y de la Virgen. En ese cartel, escrito en gallego, se puede leer la siguiente frase: “Nosotros no te olvidamos”.
La noche del crimen
En Vilanova dos Infantes se escuchan muy pocas cosas, puesto que viven allí muy pocas personas. Cerca de 300 vecinos conforman el pequeño pueblo medieval a 24 kilómetros de Ourense. Cerca del centro de la localidad se encuentra uno de los monumentos más preciados, la torre medieval levantada en el siglo X por el conde Gutiérrez Menéndez, padre del famoso obispo de Mondoñedo. Nadie olvidará nunca la noche en la que mataron a don Adolfo, aunque nadie la recuerde. No se escuchó nada.
Don Adolfo fue visto por última vez dos días antes de que encontraran su cadáver a los pies del magnolio de la casa parroquial, situada a pocos metros de la iglesia de la localidad. Eran las cuatro de la tarde del miércoles 11 de marzo. Un familiar el que halló el cuerpo del querido y amado sacerdote. La puerta de la casa estaba cerrada, y eso era algo impropio de don Adolfo: su vivienda estaba siempre abierta a todos aquellos que lo necesitaran.
Cuando lo hallaron estaba boca abajo, con la cara magullada y llena de sangre. Los bandidos no le habían disparado. La autopsia determinó un traumatismo craneoencefálico. Habían desvalijado la casa llevándose consigo, entre otros bienes, la misteriosa y diminuta reliquia. Se habían esfumado sin dejar rastro.
Con el cuerpo, en la casa rectoral hallaron también un enorme desorden. Los delincuentes buscaban joyas y dinero. De la talla, ni un solo indicio. Sí que apareció una pequeña funda negra en la que el sacerdote, en ocasiones, portaba consigo la pequeña virgen de un lado a otro.
Elvir Fehratovic (37 años) y su sobrino Arsen Fehratovic (30) conocían bien a don Adolfo. Ambos, de nacionalidad croata, sabía bien cómo era el sacerdote y acudían con frecuencia a soliticarle ayuda. En alguna ocasión se le acercaron a pedirle dinero. También trabajaron con él ayudándole en las labores de la huerta. Un vecino del pueblo les vio a ambos montados en un Golf negro un día antes de que apareciese el cadáver de don Adolfo. Cuando fueron interrogados, ambos aseguraron ante el juez que mantenían una “buena relación” con el sacerdote.
Son los únicos sospechosos de lo ocurrido, pero siguen en libertad por falta de pruebas, con la exigencia de acudir cada 15 días a firmar a los juzgados de Ourense. Pese a que el caso está a punto de prescribir, los familiares de don Adolfo quieren que se haga justicia y que, al menos, se resuelva el enigma de quién asesinó al párroco más querido en kilómetros a la redonda. Eso sí, como explica José Manuel, el sobrino del sacerdote, no quieren que la justicia se precipite. “Preferimos un criminal suelto que un inocente en la cárcel. Ante todo, prudencia”.
Un santo en vida
Su familia se lo advirtió. No era la primera vez que algún que otro desconocido se le acercaba para pedirle dinero. Pero él siempre había sido “desprendidiño de todo”. “Lo esperaban a la salida de misa, al acabar un entierro, cuando se quedaba solo en la sacristía”, explica a EL ESPAÑOL José Manuel Enríquez, sobrino del sacerdote asesinado. Iban hasta de madrugada. Y él, siempre dócil, bueno y servicial, nunca se negaba. Lo daba todo sin pedir ni esperar nada a cambio. “Daba sustento económico a quien el que se lo pedía. Hacía de todo: de médico, de dentista, de psicólogo…” Don Adolfo valía para un roto igual que para un descosido. Tan pronto llevaba a un vecino al médico en su propio coche como cantaba y tocaba la guitarra para todos durante un festejo.
Al cumplir los 50 años en la parroquia, a don Adolfo sus feligreses le regalaron un viaje a Belén, en Tierra Santa, para que conociese el lugar en el que nació Jesús. Era una de sus mayores ilusiones. “Él siempre había querido ir allí”, explica su sobrino José Manuel.
El regalo no era para menos, porque lo de don Adolfo no era normal. Lo suyo era un caso para mirar y para analizar en cuanto a generosidad se refiere. Se desvivía por sus vecinos. Lo sabe bien el nuevo párroco de Vilanova dos Infantes, don Antonio Gómez, amigo personal del difunto cura desde hacía muchos años. “Lo suyo era algo extraordinario”, explica a EL ESPAÑOL. “Siempre daba sin pedir nada a cambio, dispuesto siempre para los vecinos. Varias semanas antes de fallecer, me pidió 700 euros para dejarle a una persona. Antes de que lo mataran me los devolvió”.
Era algo habitual. Don Adolfo pedía una y otra vez dinero a otros compañeros para ayudar a la gente que acudía a su casa reclamando su ayuda. Frente a su puerta se formaban colas y colas durante horas. Llevaba cuatro parroquias a la vez y, además, era el principal promotor de la aldea y de la Virgen del Cristal. Era él quien le contaba a los turistas la leyenda de una talla mariana minúscula que cabe en la palma de la mano. “Durante muchos años hizo de guía turístico del pueblo”, relata José Manuel. Pero esa era solo una de sus innumerables labores. “Incluso confesaba por teléfono a quien se lo pedía. Daba apoyo espiritual a todas las personas que lo necesitaban”. Hacía años que un grupo de croatas se acercaban una y otra vez a su casa para solicitar ayuda económica. Él nunca se negaba.
Esa fue, de alguna manera, su perdición.
La leyenda de la Virgen de Cristal
Nunca se víu neste mundo Nunca se vio en este mundo
máis feiticeira criatura, más hechichera criatura,
nin pra tan grande hermosura ni para tan grande hermosura
comparación pode haber: comparación puede haber:
por ollos ten dous luceros por ojos tiene dos luceros
por dentes, pelras dos mares, por dientes, perlas de los mares,
por greñas, raios solares por greñas, rayos solares,
por risa... un amañecer por risa... un amanecer
Este es un fragmento original del largo poema “La Virgen de Cristal” (1880), una historia de amor y de devoción escrita por el poeta gallego Manuel Curros Enríquez, uno de los tres principales representantes del Romanticismo en la literatura gallega a finales del siglo XIX junto con Rosalía de Castro y Eduardo Pondal (a quien se le debe la letra del himno de Galicia). La misteriosa Virgen aparece en esta narración a través de la historia de dos enamorados, Rosa y Martiño, quienes trabajaban para el señor del castillo de Vilanova.
El momento escogido de la narración es el día en el que la Virgen de Cristal se le aparece a Rosa para expresarle su deseo: que en el valle de Vilanova dos Infantes se le construya una capillla. A la vez, Martiño se cree las argucias de otro de los personajes, Xan de Ventrances, quien también estaba enamorado de Rosa. Este le introduce a Martiño la idea de que la chica no le es fiel. Martiño rompe su relación con la joven. Tras la noticia de la aparición de la virgen todo el pueblo lo celebra, mientras que Rosa acaba entregando su vida a la señora del cristal entrando en un convento.
Lo cierto es que esta virgen es un misterio de la escultura y de la talla. Enmarcada en un baldaquino rematado por una corona dorada, la imagen se encuentra dentro de una diminuta cápsula de cristal transparente. Un vidrio soplado, sin ninguna junta ni muesca, en cuyo interior se encuentra, a su vez, una finísima lámina de vidrio. En ella, pintada con el manto azul de la Inmaculada, la venerada figura. Hasta que la robaron, la adorada virgen descansaba en el santuario que todavía hoy existe en el centro de Vilanova dos Infantes.
La fama de A Pequeniña llegó la corte de Felipe IV, quien mandó llevarla ante sus expertos para poder estudiarla con detenimiento. Llegaron a la conclusión de que aquella forma de tallar y de trabajar el cristal, sin juntas, sin marcas, como si de una sola pieza se tratase, no tenía explicación racional.
¿Hasta dónde se remonta la leyenda de la pequeña talla? Los historiadores de la zona sitúan su hallazgo en torno al año 1630. Una pastorcita la halló mientras cuidaba su ganado en los campos del municipio. Allí está desde entonces.
Una imagen imposible de reproducir
El misterio se complica todavía más una vez desaparecida una talla que carece de valor económico. “Alguna vez la hemos tasado, pero siempre que lo hemos hecho nunca ha pasado de los 300 euros”, explica don Antonio, el actual sacerdote del municipio. Pese a ello, el valor sentimental se multiplica por un millón dada la devoción que se le tiene en el pueblo y alrededores.
Tras los funestos sucesos de hace dos años, todos se movilizaron para poder elaborar, a falta de la auténtica, una réplica de la virgen. Pero todos los esfuerzos están siendo inútiles. No han encontrado a nadie que sea capaz de reproducir con exactitud el modelo. Nadie ha logrado introducir, como realizó el desconocido hacedor, esa lámina en el interior del cristal de la patrona de la región. “Hemos ido preguntando por todas partes. He buscado expertos hasta en Milán. Pero nadie sabe cómo hacerlo”, explica don Antonio.
Meses después del crimen, el artista granadino Manuel Granaí presentó en Vilanova dos Infantes una réplica para que pudiera realizarse la procesión anual del 15 de septiembre. Según contó a los familiares y vecinos del pueblo, tuvo que elaborar la figura con resina porque en cristal resultaba imposible. Al inflarlo con la técnica del vidrio soplado, le resultaba imposible recrear el diminuto y cristalino huevo que envolvía la imagen sin que el color de esta quedara dañado. Por eso, nadie en el pueblo se ha explicado nunca cómo se pudo realizar tal proeza hace más de cinco siglos.
“Es parte del misterio. Cómo, en pleno siglo XV-XVI, se pudo introducir ahí una lámina de cristal policromada. Todavía hoy no lo sabemos”, dice José Manuel, el sobrino del sacerdote asesinado. El día en que mataron a don Adolfo se le llevaron y ya nunca se supo nada más de ella.
Entretanto, algunos de los habitantes del pueblo repasan en su mente los versos inmortalizados por Curros Enríquez. Son apenas un sucedáneo con el que aliviar la situación en la que se encuentran, huérfanos de la madre a la que veneraban y del padre que les quería.
De tristes agarimo, de probes esperanza,
De tristes encanto, de pobres esperanza,
dos namorados guía, sostén do labrador,
de los enamorados guía, sostén del labrador,
canto de Dios quixere, tanto de Dios alcanza;
cuanto de Dios quisiere, tanto de Dios alcanza;
non hai quen lle non deba consolos e favor.
no hay quien no le deba consuelos ni favor.
Cando eu era pequeno, por miña nai levado,
Cuando yo era pequeño, por mi madre llevado,
da aparición pedínlle a lenda celestial;
de la aparición le pedí la leyenda celestial;
si cal a deixo escrita non for do voso agrado,
si cual dejo escrita no fuere de vuestro agrado,
a culpa non botedes á Virxe do Cristal
la culpa no se la echéis a la Virgen del Cristal
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