Pepe Barahona Fernando Ruso

¿Es de los que dice traje de faralaes? ¿Llama puerta a la portada? ¿Usa el término alumbrado en vez del sevillanísimo alumbrao? Si ha contestado de forma afirmativa a las anteriores cuestiones y en su ánimo está visitar Sevilla y su Feria de Abril, quizás le interese echarle un ojo a estas líneas. El sevillano maneja unos códigos no escritos que delatarán a quienes los incumplan. A veces son simples detalles, otros errores de bulto. Y no quiere desentonar, ¿verdad? 

Lo primero que debe saber es que la Feria de Abril es un espacio abierto de 275.000 metros cuadrados modulados en veinticinco manzanas y quince calles en las que se reparten 1.051 casetas. Ojo, si busca la calle Gitanillo de Triana en Google Maps asegúrese de que la aplicación de su teléfono móvil le lleva a real, vecino del barrio de Los Remedios, y no al Polígono San Pablo.

Aunque lo ideal es dejar el coche en el hotel si se hospeda lejos de la feria y tiene previsto —¿qué si no?— beberse alguna copa de manzanilla de Sanlúcar, Cruzcampo o el siempre refrescante rebujito. Al real se accede en taxi o en autobús, también en metro, aunque la escuálida y única línea disponible apenas tenga una conexión interesante con el resto de la ciudad. En autobús, busque alguna de las líneas con servicio directo o decántese por la siempre efectiva fórmula de preguntarle a un sevillano. Son amables y tienen —qué remedio— el mapa de Tussam, la empresa pública de transporte, grabado en la mente.

Una mirada al interior de una de las casetas del Real de la Feria de Sevilla. Fernando Ruso

Evite el servicio público de alquiler de bicicletas, Sevici. Sevilla es la ciudad con más kilómetros de carril bici de España, pero le convendrá recordar que al manillar también se expone a un control de alcoholemia. Y que los volantes y los radios de las ruedas son una siempre peligrosa combinación. 

LA PORTADA, PUNTO DE ENCUENTRO 

A estas alturas, ya habrá llegado a la Feria. Y seguro que le sonará el personaje que aparece en la portada. Sí, es Curro, la mascota de la Expo 92, que en este 2017 cumple 25 años. También hay una referencia al pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, del que se cumplen 400 años del nacimiento.

Si es usted curioso, quizás le interese saber que la portada mide cuarenta metros de altura por cincuenta de ancho, pesa 230 toneladas y se han empleado 9.500 horas de montaje. Los sevillanos esperan que le guste, se han gastado 520.000 euros en impresionarle.

Un turista baila sevillanas en una de las casetas públicas disponibles en la Feria de Sevilla. Fernando Ruso

Sí, lleva seis párrafos leídos y todavía no ha leído nada de cómo ir debidamente vestido. Pero imaginamos que no está desnudo debajo de la portada, habitual sitio de encuentro entre las pandillas.

Vaya como vaya irá bien, a fin de cuentas, es de fuera y nadie le reprochará nada. Pero si quiere ir como mandan los cánones, o de sevillanas maneras, quizás le interese saber que los caballeros deben ir con traje y corbata y las mujeres con algún estilizador vestido estampado o de lunares. No es necesario que vayan de corto —solo para quienes van a caballo—  o de flamenca —no use el término faralaes, por favor—, aunque si lo hacen —y lo hacen bien— se integrarán mejor entre los locales. Para ellas es suficiente con una flor en el pelo y un mantón, unos pendientes de azabache, coral... y un zapato de tacón cómodo, pero elegante. Y llévese unos planos para la vuelta.

¿EN LA FERIA Y SIN CASETA?

Mucha palabra y mucha hambre, ¿verdad? Sevilla es probablemente una de las mejores ciudades para poner en práctica el hedonismo. Y la feria es un vergel de propuestas gastronómicas. Eso sí, no espere el tapeo típico de la ciudad. Y si es eso a lo que viene, mejor vuélvase al centro de la ciudad, a barrios como el Arenal o San Lorenzo y piérdase dejándose guiar por el olfato. 

Paseo de caballos por las calles del Real. Fernando Ruso

Pero está en la feria y tiene hambre. Sepa de antemano que está en un recinto abierto con casetas cerradas. Durante los siete días que dura la Feria de Abril —sí, este año se aprobó por referéndum ampliar un día la cita—, los sevillanos trasladan al real su propia casa. Y, claro, no pretenderá que le abran la puerta de su casa sin conocerle de nada, ¿no?

¡Ojo! Si no es andaluz, no imite el acento. No imite el acento, ¿queda claro? Y si no tiene gracia, no se las dé de gracioso.

Por fortuna para usted, salvo que entable una rápida amistad con un sevillano —algo más que probable—, existen casetas de libre acceso. ¡¿Qué alivio, no?! Y ahí están las siete casetas de los distritos de la ciudad, también la municipal. A todas esas puede añadir las de los partidos políticos PSOE, PP o la Pecera, como se llama la de Izquierda Unida. También están las de los sindicatos CCOO y UGT. ¿Tiene hambre o no? Pues déjese los remilgos ideológicos en casa, esto es la feria. 

Si con ellas no fuese suficiente, está de enhorabuena. El Ayuntamiento está probando una experiencia piloto que le resultará útil. Se trata de una caseta, ubicada en la calle Pascual Márquez, número 225, en la que habrá actuaciones musicales diarias y servicio de barra. Eso sí, necesita una invitación, que podrá conseguir en los hoteles, o el resto de entidades turísticas de la ciudad.

372 atracciones se concentran en la calle del infierno. Fernando Ruso

¿HAY HAMBRE? ¿SED?

En cualquiera de las casetas antes mencionadas podrá probar los platos típicos de la feria. Desde las raciones de jamón, gambas, queso o pescado frito a la siempre socorrida tortilla de patatas. También son recurrentes los revueltos, las carnes a la plancha o en guiso y las tapas frías: las papas aliñás o el salpicón de marisco. O los montaditos de lomo y el sevillanísimo serranito, un aplacador de la gula sin parangón. Y si anda de resaca, ¿qué tal si empieza con el reconfortante caldito de puchero? 

Beba, con moderación, cerveza Cruzcampo, fino de Jerez o Manzanilla de Sanlúcar. O el rebujito, que se vende a jarras de un litro y aguanta bien las embestidas del calor gracias al hielo. No tenga prisa y aproveche la sobremesa para pegar la hebra con cualquiera. Sea curioso y observe pertrechado en una mesa plegable el ritmo de lo que lo rodea. Las mujeres vestidas de flamenca, el paseo de caballos por el real, las risas de sus contertulios, el movimiento de los farolillos con el viento… y deje que se detenga el tiempo, que la digestión haga su trabajo. Y prepárese para lo que queda de día. 

Una mujer ataviada con el traje de flamenca siguiendo el paseo de caballos desde el interior de su caseta. Fernando Ruso

372 CACHARRITOS EN LA CALLE DEL INFIERNO

Si va con niños, guarde parte del presupuesto para las atracciones que se concentran en la calle del Infierno. Y sí, su nombre se corresponde con su endemoniado ruido de bocinas y música machacona. Está al oeste de las casetas, pero no es necesario que saque la brújula. Déjese llevar por las luces de los 372 cacharritos, nombre popular entre los sevillanos para las atracciones que se reparten en una superficie de 125.000 metros cuadrados, casi la mitad de la feria. 

Y ahí hay 56 aparatos infantiles, otros 63 para mayores, siete chocolaterías, seis buñolerías, una cuadra, 57 espectáculos, 23 puestos de turrón, 28 máquinas de algodón, 30 quioscos de helados, 13 grúas… y ¡un circo!

Varias mujeres posan frente a la entrada de las casetas. Fernando Ruso

¿Abrumado? Si todavía le quedan ganas, y billetes en la cartera, vuelva a la zona de casetas. Y remate la feria bailando sevillanas. O viendo como otros bailan, si no sabe bailarlas y le puede la vergüenza. Si es de los valientes, déjese guiar por un sevillano con el que haya entablado una de estas fugaces amistades tan frecuentes en la feria. Y déjese llevar por la música, moviendo las manos. Ya sabe, recuerde los pasos: “Cojo una manzana, me la como y la tiro…”. ¿No entiende qué pinta aquí una manzana? Tranquilo, ya lo captará.

Si ya está saturado de rebujito, sevillanas, cacharritos y le va sobrando el traje, los volantes, la flor… Es hora de ir pensando en retirarse a descansar. A ellas, ¿recuerdan los zapatos planos? Cálceselos. No hay nada que agradecer.

Y descanse. La feria dura siete días.

Noticias relacionadas