Pepe Barahona Fernando Ruso

Elena estira su brazo y roza la punta de sus dedos por la cintura de su pareja de baile antes de empezar con las sevillanas. Toma distancia también a su derecha e izquierda, sin saber qué o quién la rodean. Es ciega, aunque no de nacimiento, y necesita ubicarse en una escena siempre bulliciosa: la Feria de Abril. Le gusta vestirse de flamenca y bailar lo que le echen. Y lo hace. Aunque, como ella confirma, se sienta ridícula al no saber lo que ocurre a su alrededor mientras mueve sus manos con arte al calor de una sevillana.

Aprendió a bailar de niña. Casi no recuerda su edad exacta. Lo hace prácticamente desde que tiene conciencia de sí misma. La enseñaron cuando veía y ha ido adaptando su técnica en función de su paulatina pérdida de visión. “Ahora necesito que me ayuden, que me chiven cuando tengo que hacer el cruce”, comenta siempre sonriente Elena Ibarra.

FLAMENCO INCLUSIVO

La feria le gusta y no renuncia a pisar el Real para dejarse llevar por un siempre divertido paseo en coche de caballos, o una charla entre amigos. “Vamos, lo normal que se hace cuando se va a la Feria, lo que hacen todos”, puntualiza.

Pero ella no es como ese todos a la que se refiere. Necesita que otros la acompañen. “La gente se cruza, el albero es irregular… es complicado moverte en la Feria si eres invidente”, denuncia Elena, rubia y muy flamenca en sus movimientos.

Ante las cámaras de EL ESPAÑOL baila una pieza que canta con un bastón en la mano Montse Estepa, una cantaora de Casariche a la que acaba de conocer. Ella también es invidente. Aunque no del todo. Todavía conserva un resto de visión en su ojo izquierdo. El resto la perdió como consecuencia del glaucoma que sufre. No necesita ver para que se te ericen los pelos con su torrente de voz.

FLAMENCO INCLUSIVO, EL CONCEPTO

“Me gusta arrancarme si se tercia, y la feria invita a ello”, admite la cantaora, que va alternando sevillanas con fandangos o el palo que se tercie. Canta en casa, en una caseta o en un escenario, al que se sube bajo la batuta de José Galán, bailaor, licenciado en Pedagogía e impulsor del concepto flamenco inclusivo.

Elena Ibarra (dcha), invidente, bailando una sevillana con su intérprete de lengua de signos Emilia Díaz (izqda), cantada por Montse Estepa, también invidente. Fernando Ruso Sevilla

Con su compañía, que lleva su propio nombre, José ha recorrido un buen puñado de escenarios del mundo reclamando la igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad, ya sean mental, física o sensorial.

“El flamenco no entiende de barreras”, defiende Galán. Y la historia le da la razón. Para la tesis doctoral que prepara, en la que vincula el arte flamenco, la pedagogía y la discapacidad, ha conseguido documentar hasta 27 casos de artistas que llegaron a vencer con sus dotes diferentes tipos de diversidades funcionales.

LA DISCAPACIDAD EN LA HISTORIA DEL FLAMENCO

Ahí están la Niña de la Puebla, que era cantaora y ciega; Enrique 'El cojo', que además bailaor fue un gran profesor de baile; o el Bizco Amate, de Sevilla; la Sordita, una bailaora de Jerez del siglo XIX; la Ciega de Jerez… "Ahí está el ejemplo de que tener una discapacidad no les impedía desarrollar una habilidad artística”, sostiene.

Aunque, como reconoce el bailaor, dentro de la discapacidad “hay algunas de las que se puede hablar de una forma más desnudas y otras más ocultas, que es la enfermedad mental”. Y ahí cita a flamencos como 'el Loco' Mateo o Tomás Pavón.

“La discapacidad y el arte no son incompatibles. De hecho, es justo al contrario. Una persona ciega puede desarrollar mejores dotes al tener más desarrollados otros sentidos como el oído. El producto es un tipo de flamenco, no ya ni mejor ni peor, pero sí diferente, o evolucionado”, asegura Galán a EL ESPAÑOL días antes de que se prendan las bombillas de la Feria de Abril.

En esa búsqueda de un flamenco inclusivo, Galán lleva años integrando a personas con distintas discapacidades, desde cantaores y percusionistas invidentes, a bailarines con síndrome de Down.

PROFESIONALES CON SÍNDROME DE DOWN

Dos de ellos, los más avezados entre bambalinas, son Reyes y Helliot. La primera, introvertida, autónoma y con gran sentido del humor; el segundo, pasional, con un gran sentido del ritmo y amigo de sus amigos. Ambos se conocieron en Danza Mobile, una asociación que promueve la participación y la integración laboral de personas con discapacidades físicas, psíquicas y sensoriales a través de las artes.

“Me gusta bailar lo que me echen, porque el baile es mi corazón…”, confirma de forma sentida Helliot, que gracias a su participación en la compañía de José Galán ha viajado por media Europa. Y cobrando por ello como buen profesional.

“Vi algo en Reyes y en Helliot, son muy expresivos, muy flamencos”, concreta Galán. Y decidió integrarlos en un espectáculo. “Para que mis compañeros sin discapacidad supieran lo que se siente al trabajar con ellos”, puntualiza el bailaor. De eso han pasado ya siete años.

Reyes Vergara y Helliot Baeza, componentes de 'Danza Mobile', bailando sevillanas. Fernando Ruso Sevilla

Ahí pudo poner en práctica los conocimientos adquiridos en su formación como Pedagogo. Y de su experiencia extrae este razonamiento a modo de corolario: “Lo primero que hay que tener claro en el mundo de la discapacidad, es que son ellos, y no su familia, los que tienen que decidir. Si le gusta bailar, que bailen; cantar, que canten… Es importante fomentar su independencia”.

Además de montar espectáculos, en los que cultiva su faceta como bailarín; Galán organiza talleres para enseñarle el flamenco a las personas con discapacidad. Y en uno de ellos conoció a María del Carmen, que a sus 50 años baila sevillanas sobre una silla de ruedas electrónica.

SEVILLANAS SOBRE RUEDAS

Y le cuesta, aunque su mayor preocupación no sea cómo manejarse con la silla de ruedas o cómo darle a la palanca de mano el punto flamenco; para ella, que nunca antes había bailado sevillanas, la complejidad de este arte consiste en saber el momento exacto en la que cruzarse con su pareja. A fin de cuentas, el mismo problema que tienen quienes se inician en esto de las sevillanas.

Simpática, y atendiendo a EL ESPAÑOL con un mantón bordado, María del Carmen, vinculada al movimiento asociativo de personas con discapacidad, enumera los beneficios que para ellos tiene bailar sevillanas. “Se hace mucho ejercicio, ayuda a mantener el ritmo, expresar los sentimientos o la coordinación”.

El bailaor e impulsor de flamenco inclusivo josé Galán y su alumna Maricarmen Menacho bailando sevillanas. Fernando Ruso Sevilla

Se autoproclama ferianta. Y gracias a lo aprendido con José Galán, bailará sevillanas en el Real. “Esto también es fomentar la accesibilidad, y las personas con discapacidad poco a poco también iremos rompiendo esas barreras”, zanja María del Carmen.

Pero, dentro de poliédrico mundo de la discapacidad, hay situaciones más difícil de salvar. “Claro, las hay que son más limitantes”, sostiene Galán. Aunque todo es posible con ingenio.

FLAMENCO EN LENGUAJE DE SIGNOS

Y es que hay que tirar de ingenio para crear un glosario con el que traducir el flamenco a las personas sordas. Empresa en la que está implicada Emilia Díaz Cochero, intérprete de lengua de signos de 37 años.

En ese lenguaje, la palabra flamenco no suena, pero se ve cuando elle se echa la mano derecha al corazón mientras simula un requiebro con su brazo izquierdo extendido. Pues eso, flamenco. Que gracias a sus avances ya tiene traducción en lengua de signos.

Montse Estepa, aficionada al cante flamenco e invidente. Fernando Ruso Sevilla

“Quería que le llegasen las canciones, que sintieran la música…”, explica Emilia. Y de momento lo está consiguiendo. Ya sabe cómo reaccionan las personas sordas cuando ella canta. Y ha visto la emoción en sus ojos. Su mejor recompensa.

Porque así, Emilia y Montse cantan para que baile Elena, o María del Carmen, o Reyes y Helliot… Mientras José Galán da el compás de palmas. Y todo suena y se siente flamenco, pero sin barreras.