La comunidad del colegio de Nuestra Señora del Recuerdo, en Madrid, no encuentra palabras para describir su estado de ánimo; todas se quedan cortas para hablar de la tragedia que este martes se cernió sobre dos de sus alumnos, J. y B., de 17 años y estudiantes de 2º de Bachillerato, que perdieron la vida al caer por el hueco del ascensor de una vivienda de la calle Hermanos Bécquer desde una altura de nueve pisos. Perdieron la vida al instante. El director del centro, el jesuita Antonio España, ha tratado de articular con voz quebrada una definición de los dos estudiantes: “Dos personas excelentes, alegres, buenas… Dos alumnos de los que todos querríamos tener en nuestros colegios”.
Impera la desolación en las inmediaciones del centro, que este miércoles ha tratado de retomar su actividad educativa habitual, a excepción de los 220 alumnos que cursan 2º de Bachillerato, a los que se les ofrece apoyo ante el trance. A ellos se les ha abierto las aulas para que compartan el dolor, si así lo requieren, con el profesorado y el personal de orientación. También se ha facilitado un servicio de asistencia psicológica de la Universidad Pontificia de Comillas, que como el colegio del Recuerdo también está coordinado por la comunidad jesuita.
“Estamos mal… y no hay mucho más que añadir”, ha explicado Antonio España, el director del colegio. El centro educativo se ha convertido en espacio de unión para todos aquellos que lloran la tragedia. Apenas pueden creerse que este martes, a las 16.45 de la tarde, se rompiese el ascensor de la finca en la que vivía B. -la joven de 17 años- en el número 4 de la calle Hermanos Bécquer. Tampoco que ella y su novio, J., perdiesen la vida cuando precisamente iban a celebrar el fin de exámenes que tantos quebraderos de cabeza les había supuesto.
Porque todos, alumnos y profesores, coinciden en señalar a los dos adolescentes como “muy buenos estudiantes”: “Estaban como locos por terminar ya el curso y terminarlo bien, con las mejores notas posibles”, señalaba este martes a EL ESPAÑOL una amiga de la familia.
El director del centro ha explicado algunos pormenores del suceso: “Se iba a reunir la pandilla de amigos en el ático del piso, no era una gran fiesta porque este miércoles tenían que volver a clase”. "La comunidad educativa está enormemente impactada”. “Por lo que hemos sentido y por la ausencia de nuestros dos alumnos”, ha añadido. Ahora sienten “un hueco en el corazón”: “Eran buenas personas, participativos, deportistas, alegres...”.
El colegio, un refugio
El colegio de Nuestra Señora del Recuerdo se convirtió desde un primer momento en un refugio para los familiares y compañeros de J. y B.. A todos los que se encontraban a las puertas del edificio en el que se produjo la tragedia, en el distrito de Salamanca -en uno de los enclaves más lujosos de la capital-, se les ofrecieron las instalaciones del centro para que compartieran su dolor alejados del ruido mediático que provocó el suceso.
Profesores y alumnos llegaron al colegio en torno a las 18.30 y a las 20.00 celebraron una misa funeral por los dos adolescentes. Muchos de los asistentes permanecieron en el centro hasta pasadas las 22.00 de la noche: “Estamos hundidos”, repetían unos y otros.
Las mismas escenas se han repetido este miércoles. Compañeros de los alumnos han llegado con ramos de flores; muchos de ellos con sus sudaderas del colegio, con el número 99 -su año de nacimiento, también el de los dos adolescentes fallecidos- a la espalda. Sobre las víctimas de la tragedia, todos insisten en “la sonrisa” con la que permanentemente acompañaban sus actividades.
B. era una chica activa, hija de un registrador de la propiedad y sobrina de un reputado jurista, la menor de tres hermanos. A J. lo definen como “extrovertido y divertido”; también muy deportista, miembro de los equipos de baloncesto y de fútbol del colegio.
El estado de las investigaciones
Agentes de la Policía científica se han hecho cargo de las investigaciones. La finca había sido reformada hace aproximadamente dos años y el ascensor en el que se había producido la tragedia -con suelo acristalado y las paredes también de cristal- había superado todas las inspecciones; en abril se le sometió a un proceso de mantenimiento.
Según los primeros datos que ofrecieron fuentes próximas a la investigación, fue el suelo el que se desplomó bajo los pies de los dos alumnos. Sin embargo, el informe policial -al que ha tenido acceso TVE- apunta a que fue una de las paredes del elevador la que se desprendió, precipitándose los jóvenes por el hueco que quedó descubierto.
El juez de instrucción número 23 de Madrid se ha hecho cargo del caso, cuyas pesquisas serán especialmente complejas: no será fácil determinar qué pudo fallar para que se desprendiese una parte del ascensor. Tampoco es habitual que ocurran este tipo de tragedias. En 2012, según el informe El Sector del Ascensor en España, se registraron 36 accidentes graves por cada millón de ascensores y sólo hubo una víctima mortal.
Es por eso que la comunidad del colegio de Nuestra Señora del Recuerdo insista en su incredulidad. “¿Cómo ha podido pasar?”, se preguntan los alumnos. Por el momento, no encuentran una respuesta certera. Sólo les queda el llanto y la terapia que se vive en el seno del centro escolar.