"Mamá, ¿las ballenas azules existen?, ¿seré capaz de comerme 30 huevos crudos en un día?". Eran preguntas inusuales para una niña de 13 años, pero el tiempo que tuvo Maylen Yadira Villamizar para reaccionar a los extraños comportamientos de su hija fue muy limitado: solo 50 días. Después de aislarse, cambiar de humor, mirar a escondidas el móvil o autolesionarse, la niña se ahorcó en el patio de su casa. Maylen está segura de que su hija fue víctima del juego de la ballena azul. Esto ha ocurrido en Villa del Rosario, Colombia.
A 8.500 kilómetros de allí, esta semana el director de un instituto de Santa Coloma de Gramanet, en Cataluña, avisaba a los Mossos d'Esquadra de que tres de los alumnos de segundo de la ESO podrían estar jugando al mismo juego. Al parecer, uno de ellos ya había comenzado la etapa de las lesiones. Ha habido más casos en España. En concreto, los de dos adolescentes en Gerona, otro en Barcelona y uno más en Mallorca. Todos ellos fueron ingresados en clínicas tras haber comenzado la dinámica de retos del citado juego.
¿En qué consiste el reto?
El fenómeno cibernético que lleva un mes amenazando a adolescentes de toda Latinoamérica parece más bien una cadena de mensajes, el guión de una película de miedo. Pero Fernanda Fernandes, de la Brigada de Delitos Informáticos de Río de Janeiro, confirma que estamos ante una amenaza organizada. Brasil fue el primer país latinoamericano en el que saltaron todas las alarmas. Fue a mediados de marzo cuando constataron que un suicidio podría estar directamente relacionado con el juego.
Se puede entrar en el juego buscándolo en grupos de Facebook o Whatsapp, o a través de una invitación que el adolescente recibe. Durante 50 días tiene que pasar varios desafíos. Todos deben ser grabados y enviados al administrador. Si la persona quiere salir recibe amenazas de hacerle daño a él o a su familia. El día 50 culmina con el suicidio del participante.
Los retos van de un nivel de dificultad bajo a uno más alto (más peligroso o arriesgado). Comienzan con peticiones como "despiértate a las cuatro de la madrugada y ve películas de miedo", "dibuja una ballena en una hoja de papel" o "levántate a las cuatro de la madrugada y súbete a un tejado"; estas se combinan con otras que ya incluyen la autolesión como "corta tu brazo con una navaja a lo largo de las venas", "córtate el labio" o con un riesgo como "súbete a una grúa" o "súbete a un tejado y deja las piernas colgando". Se busca, además, el aislamiento con el mundo exterior ("hoy no hables con nadie en todo el día", dice la prueba número 28), solo con otras 'ballenas' (otros jugadores). El último paso, el 50, es "salta de un edificio muy alto, toma tu vida".
Encontrar en internet listas de estos desafíos no es difícil. A menudo son los mismos adolescentes a través de hashtags en sus redes sociales los que buscan un mentor que les abra las puertas del juego. En la mayoría de las listas aparece como primer desafío dibujarse con un cuchillo las siglas F57. Después de ese bautizo, los menores deben cumplir las órdenes del mentor o administrador. Algunas tareas parecen más inofensivas; escuchar músicas tristes o ver vídeos de terror a medianoche. Otras, como se ve en los ejemplos anteriores, son mucho más dañinas psicológica y físicamente.
La policía de Río de Janeiro ha cerrado cinco de estos grupos secretos de Facebook en dos semanas. Las investigaciones no son fáciles porque los menores reciben órdenes de borrar todos los mensajes después de leerlos. La relación entre los diferentes grupos que incitan a la autodestrucción aún se desconoce y la motivación de los administradores es difícil de dilucidar.
Según informa The Times (ejemplo también de que la alerta sobre la Ballena Azul es mundial), Instagram y Facebook han comenzado a censurar imágenes que contengan relación alguna con el juego y también grupos en los que se promueve su participación. Al parecer, muchos jóvenes suben fotos mostrando sus autolesiones, por lo que las dos plataformas han decidido reportarlas siempre que las localicen.
El origen: Philipp Budeikin
El origen del macabro juego parece tener un nombre: el ruso Philipp Budeikin, de 21 años, está preso, acusado de incitar 18 suicidios de jóvenes en su país. Esta semana han salido a la luz algunas de sus declaraciones: "Alguien tenía que distinguir las personas normales de la basura biológica. Ellas estaban contentas de morir", dijo sobre sus víctimas.
Él fue el fundador de la comunidad F57, que derivó después en la Ballena Azul. De ahí que estas semanas hayan aparecido estas siglas grabadas en sangre en los antebrazos de varios adolescentes. "Yo les daba lo que no tenían en la vida real: calor, comprensión, conexión", declaró Budeikin sobre su capacidad de anular la voluntad de las jóvenes en menos de dos meses. Una web rusa llegaba a recoger el testimonio de Budeikin, quien aseguraba que lo que hacía era "limpieza social". Muchos otros escondidos tras el anonimato de las redes imitan su poder de dominio sobre otra persona utilizando las reglas inventadas por el criminal ruso.
Si para los mentores la relación de poder llevada hasta la muerte sería suficiente motivación, las víctimas estarían buscando ser aceptados a cualquier precio. La psicóloga clínica Elena Berazaluce, experta en infancia y familia, explica a EL ESPAÑOL: "La víctima carecerá del narcisismo necesario, llamémosle el ego sano o amor propio, y ahí es donde deben dirigir la mirada los padres respecto a sus hijos: ¿cómo se relaciona con los iguales?, ¿permite la humillación o el sometimiento?, ¿busca figuras dominantes como referentes?".
En general, los medios de comunicación intentan no informar de personas que se quitan la vida. Se suele creer que eso podría ocasionar el 'efecto Werther'. Se trata de una oleada de suicidios que hubo en Alemania tras la publicación en 1774 del libro Las penas del joven Werther, de Goethe. En la novela, el joven protagonista se quita la vida para evitar seguir sufriendo por amor.
¿Hay que hablar de los suicidios?
José Manuel Sánchez Duarte, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y experto en Comunicación digital, pone en tela de juicio la política de acallar el suicidio: "Hay que reivindicar el papel de los medios como narradores autorizados de la realidad. Una labor del periodismo contextualizando los suicidios, atribuyendo causas y soluciones más allá del hecho en sí sería más eficaz que no informar de todos estos sucesos, porque así dejamos el peso de la difusión en las redes sociales donde no hay ningún tipo de filtro".
Esa falta de filtros junto con la inmediatez que proporcionan las redes son aliados en la batalla que libra el juego de la Ballena Azul contra padres y policía. Inmaduros emocionalmente, pero expertos de la era digital, los jóvenes pueden acceder sin dejar rastro a cualquier tipo de contenido que incite al suicidio.