En Hornachos, un pueblo de 3.700 habitantes en la provincia de Badajoz, hay una familia que está viviendo la desaparición de uno de sus miembros. Una dramática situación semejante a la que pasaron los allegados de Manuela Chavero hace 10 meses, cuando se le perdió el rastro muy cerca de aquí, en Monesterio. Ambos pueblos están separados por menos de una hora en coche.
Los cuerpos delgados de ambas mujeres, su pelo rubio, su repentina ausencia en mitad de la noche… En ambos casos existen algunas coincidencias, pero por el momento no hay ninguna conexión fiable.
“Es una incertidumbre inmensa no saber qué le pudo pasar a mi madre esa noche”, dice Javier, rostro serio, mirada apagada. “Es como si se hubiera esfumado”. El chico es el mediano de los tres hijos de Francisca Cadenas Márquez. La mujer, un ama de casa de 59 años vecina de Hornachos, desapareció el pasado martes 9 de mayo. Fue en torno a las 11 de la noche.
Javier había empezado a pintar la casa de su madre el mismo día que desapareció y, según cuenta a EL ESPAÑOL, no había notado nada raro "ni ese día ni en los días previos".
Francisca iba vestida con unas mallas negras, una camiseta rosa de manga corta y unas zapatillas también negras de la marca Nike. Antes de que se le perdiera el rastro salió de su casa para acompañar hasta el coche a una pareja y a su hija (amigos de la familia) que habían estado de visita en su casa. Dijo que volvía en cinco minutos para prepararle la cena a José Antonio, el menor de sus hijos. Pero no retornó. Casi dos semanas después, nada se sabe de ella.
Aunque existen diferencias entre ambos casos, a 65 kilómetros de Hornachos Manuela Chavero desapareció de su vivienda a principios de julio de 2016. Después de haber pasado la noche con una amiga en su casa, Manuela, de 42 años, se despidió de ella y volvió a meterse en su residencia, situada a las afueras de Monesterio. Vivía sola. Cuando su familia se presentó allí se encontró con la puerta abierta y sin forzar, la luz del comedor encendida y la televisión en marcha. Desde entonces, todo son incógnitas. "Hay miedo por si hubiera un loco suelto. Creemos que no, pero ¿y si nos equivocamos?", se pregunta una vecina de Francisca.
“VUELVO YA Y TE PREPARO LA CENA”
Francisca pasó la tarde y el inicio de la noche en su casa de la calle Nueva, en el centro de Hornachos. Lo hizo junto a Antonio, guardia civil destinado en el pueblo, su mujer, Adelaida, y la niña de ambos. El matrimonio y su pequeña fueron a visitarla, como hacían casi a diario.
“Son amigos de la familia. Venían muchas veces. Incluso, la niña se ha quedado aquí a dormir cuando los padres lo han necesitado porque tenían algún familiar en el hospital o por otra razón”. En la casa también estaba la madre de Francisca, ya anciana, a la que había acostado en su cama mientras ellos charlaban en una sala de estar.
En torno a las 22.50 horas de aquel martes llegaron a la vivienda Diego Meneses, marido de Francisca, y dos de sus hijos: el mayor, también Diego (38) y el pequeño, José Antonio (22). El mediano, Javier, estaba en su propia casa con su pareja, ya que vive independizado.
Diego padre y sus dos hijos habían estado en un bar viendo la vuelta de las semifinales de Champions League que disputaron en Turín la Juventus y el Mónaco. Al día siguiente jugaron Atlético de Madrid y Real Madrid en el estadio Vicente Calderón.
Cuando el marido de Francisca y sus dos vástagos llegaron a casa, se encontraron con Antonio y Adelaida, que ya se marchaban. Se despidieron, sin más. Pero Francisca los acompañó hasta el coche para que la hija de Antonio y Adelaida, a la que quiere mucho, no llorase.
Javier, el mediano de los hijos de Francisca y quien atiende a EL ESPAÑOL a las puertas de su casa, cuenta que su madre le dijo a su hermano pequeño: “Vuelvo ya y te preparo la cena. No te preocupes”. Dejó abiertas la puerta de acceso al descansillo de la casa y también la de entrada a la vivienda. En apariencia, su idea era volver.
EL COCHE DEL GUARDIA CIVIL ESTABA A 50 METROS
Javier acompaña al reportero hasta el lugar en el que estaba aparcado el coche del guardia civil. Por el camino recorremos 20 metros arriba por la calle Nueva, que no tiene salida, salvo a través de un callejón techado y con bolardos en la acera que impiden el acceso a los coches. Por él llegamos a la calle Hernán Cortés. Cuando salimos de ese túnel de apenas 20 metros de largo, caminamos otros diez.
Es entonces cuando Javi señala el lugar que ocupaba el vehículo, justo en la acera de enfrente. En ese punto, cuenta el chico, Francisca le dio un beso a la niña de sus amigos y, supuestamente, hizo el recorrido en sentido contrario al que acabamos de realizar a pie.
“Cuando nos preocupamos por mi madre, que no volvía, llamamos a Antonio y a Adelaida. Él nos dijo que, tras despedirse de mi madre, arrancó el vehículo. Nos contó que la vio volviendo a entrar por el callejón a través del retrovisor derecho de su coche [lo que es posible por la angulación y la distancia]. Luego, se marchó a su casa con su mujer y su hija”.
Pero Francisca no volvió. No se sabe si, como ha contado el guardia civil (Antonio) a los compañeros del cuerpo que llevan la investigación, la mujer fue de nuevo hacia su casa. De ser ciertas las palabras del agente que le había visitado aquella noche, ahora se abren dos hipótesis: la primera, que alguien estuviera esperando a Francisca en aquel callejón sin iluminación; la segunda, que la mujer accediera a él y que luego emprendiera otro camino de forma voluntaria.
También es posible que Antonio, quien rechaza atender a los medios, en realidad no viera a Francisca adentrarse por el callejón. Por el momento la Guardia Civil, que ha asumido la investigación, no sabe qué ocurrió. Mientras, el caso se encuentra bajo secreto de sumario en los juzgados de Zafra (Badajoz).
ROSTROS PARECIDOS, BATIDAS INFRUCTUOSAS
Tras la desaparición de Francisca, su familia ha estado recorriendo las carreteras y los campos cercanos a Hornachos y a pueblos próximos. Su marido y sus tres hijos han mirado en pozos, en cunetas, en descampados. Pero nada. Este sábado se unieron 800 vecinos del pueblo a una batida infructuosa que se saldó con el hallazgo de un animal muerto envuelto en una bolsa. En la búsqueda de Francisca también participó Emilia, hermana de Manuela Chavero, quien hace diez meses también organizó jornadas para tratar de encontrarla.
Ante los medios de comunicación Emilia descartó que tuvieran alguna relación ambos casos, el de la desaparición de su hermana y el de Francisca. Lo mismo piensa Javier, el mediano de los hijos de Francisca. “Son contextos diferentes. Manuela Chavero tiene 17 años menos que mi madre. Ella tenía WhatsApp y mandó mensajes poco antes de desaparecer [se está investigando al hombre con el que se escribió]. Mi madre, en cambio, no tenía esa aplicación ni tampoco redes sociales. Estoy convencido de que no guardan relación”.
Pero por el momento los investigadores no descartan nada ya que en ambos casos tienen muchas dudas y muy pocas certezas. Pese a que una tiene 59 años y la otra 42, ambas son rubias, tienen el rostro fino, son de complexión delgada y desaparecieron de noche.
Además, las dos mujeres vestían ropa cómoda, ninguna se llevó tarjetas bancarias ni documentos de identidad y sus dos pueblos están separados por sólo 65 kilómetros de carretera y dos embalses. “Esto es desesperante. Ojalá mi madre aparezca viva”, dice Javier antes de adentrarse en la casa a la que no ha vuelto Francisca.
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