Es noche cerrada del miércoles 12 de octubre de 2016. Los hermanos Antonio y Francisco Tejón Carrasco, a los que apodan Los Castañitas y tienen una fortuna de entre 20 y 30 millones de euros, controlan un alijo de varias toneladas de hachís en una playa del Campo de Gibraltar.
Lo hacen desde la distancia, mediante teléfonos encriptados de dos y tres mil euros y con sofisticados equipos de transmisión por satélite. Sin miedo a que les intercepten las comunicaciones, dan directrices a los pilotos de sus lanchas, a los puntos que vigilan la costa y a los cargadores que están en la arena resueltos a trasvasar los fardos a todoterrenos robados.
Es noche de trabajo (otra más) para Antonio y Francisco, que están reunidos en un piso franco de La Línea junto a seis personas más. Dos de ellas son el cuñado de ambos, Francisco Arroyo, alias Chepa, y Kevin, hijo de Chepa y sobrino de los dos narcos.
De repente, a los dos castañitas y a sus secuaces les llega un mensaje de alguien que está viendo algo que no les va a gustar nada: agentes policiales del GRECO de la Costa del Sol, armados hasta los dientes, están entrando a la fuerza en varias casas de su propiedad. Buscan detenerles a ellos y a otros miembros de su banda. Pero el soplo que les acaba de llegar puede evitar que pisen la cárcel.
De inmediato, Los Castañitas abortan el alijo y abandonan aquella casa. Por carretera, los dos hermanos, Chepa, Kevin y varios hombres más llegan hasta una playa, donde les está esperando un piloto y una lancha vacía. Se suben a bordo y se fugan a Marruecos con la luna como único testigo.
Al llegar al país norteafricano esa misma noche se instalan en Tetuán. Al otro lado del Estrecho, cuyas aguas se conocen al dedillo, no saben cuándo volverán a su querida La Línea, el feudo en el que nacieron, donde hasta ese día se sentían dioses intocables y donde llevaban una década siendo los auténticos amos del negocio del narcotráfico de hachís en España.
Sólo osaba hacerles competencia el marroquí Abdellah El Haj, durante muchos años afincado en Algeciras y apodado Messi. Pero su banda ha sufrido varios golpes en los últimos años, dados por los grupos GRECO y Udyco central. Incluso él, que pasó por prisión en 2015 y hace poco tuvo que fugarse a Marruecos porque la Policía se presentó en su garito de la playa de Getares, donde hace tiempo llevó al mismísimo Chris Brown para unas de sus fiestas.
21 de mayo de 2017. Han pasado siete meses de aquella huida hacia tierras africanas. En ese tiempo la vida de Los Castañitas ha cambiado mucho. 30 de los suyos están en prisión. Se les han intervenido 16 coches de alta gama, tres gomas, numerosas armas y 17 viviendas. Además, tienen 24 cuentas bancarias. Aunque los dos capos siguen en libertad, se sienten acorralados en la ciudad donde un día reinaron. Llevan semanas sin apenas salir de sus cobijos. Temen dejarse ver y que les den caza.
EL ESPAÑOL reconstruye qué ha pasado en todo este tiempo y narra la historia de una familia, Los Castañitas, en la que hermanos, hijos, sobrinos, cuñados y esposas se dedican al narco. En España no hay familia que les haga sombra. La Policía Nacional estima que tienen entre 20 y 30 millones de euros en cash ocultos en distintos zulos de La Línea.
Pero ahora Antonio y Francisco temen que les haya llegado su hora. De ser así dejarán atrás sus viajes a todo tren a Cuba, sus visitas al Santiago Bernabéu con entradas para el Clásico o sus noches de fiestas con alcohol y prostitutasacompañados de sus tres policías a sueldo. Uno de ellos, el nacional Luis Borjas, se presentó a la Alcaldía de San Roque por Ciudadanos en las últimas municipales. También les echarán de menos esos yonquis y alcohólicos a los que, al más puro estilo Pablo Escobar, sacaron de las calles para darles un techo. A cambio sólo les pedían lealtad.
LA VISITA DE SUS MUJERES A TETUÁN
Dos de las detenidas en aquel operativo de octubre del año pasado fueron María Ángeles Florido, mujer de Francisco, y Zaraida López, esposa de Antonio. Pero el juez que llevaba la investigación, del Juzgado número dos de La Línea, las dejó en libertad con cargos. Las acusó de formar parte de una banda organizada y de blanqueo de capitales. Fue entonces cuando los agentes del GRECO comenzaron a seguirles el rastro para ver si en algún momento contactaban con sus maridos.
Los policías acertaron. El 5 de diciembre de 2016, Zaraida (la mujer de Antonio) y María Cruz (la pareja de Darren Tejón, otro de los fugados e hijo de Francisco) subieron a bordo de un ferry que cubría la ruta Algeciras-Ceuta. Como sobre Los Castañitas huidos pesaba una orden internacional de detención, los agentes españoles avisaron a la Policía marroquí de que, muy probablemente, Zaraida y María cruzarían la frontera para reencontrarse con sus maridos. Y así fue.
Al llegar a Ceuta y abandonar el barco, a las dos mujeres les esperaban varios agentes marroquíes vestidos de paisano. Las vigilaron, cruzaron la frontera del Tarajal cerca de ellas y las siguieron por territorio marroquí. Aquella operación dio sus frutos: en una cafetería de Tetuán detuvieron a 10 personas. Entre ellas, Zaraida y su marido, Antonio Tejón, que en ese momento llevaba encima un pasaporte falso; y María y su pareja, Darren Tejón (hijo de Francisco y sobrino de Antonio). Al encuentro no acudió el mayor de los dos hermanos, Isco, lo que le valió para seguir prófugo.
60 DÍAS DESPUÉS, DE NUEVO LIBRES
De un plumazo habían caído el más joven de los dos castañitas, Antonio, de 33 años, y su sobrino preferido, Darren, de sólo 19. Fue un duro golpe para la familia. En España, el equipo del GRECO de la Costa del Sol recibió la noticia con alegría. Habían caído dos piezas de caza mayor, a las que les investigaban desde 2013. Pero aún faltaba Isco.
Los diez detenidos ingresaron en una prisión marroquí. Antonio tuvo que pagar miles de euros para mantener la seguridad de los suyos allá dentro y poder dormir sobre un colchón. Sabía que España pediría rauda su extradición, para la que tenía un plazo de dos meses. Pero el destino, en ocasiones caprichoso, les iba a regalar una tregua a Los Castañitas.
A los pocos días del ingreso en prisión de los detenidos, la Justicia española comenzó con los trámites para su extradición. Sin embargo, la petición a Marruecos llegó fuera de plazo. El documento se envió a las autoridades del reino alauita “cuatro o cinco días” después de los 60 que permitía el plazo, cuentan fuentes policiales.
Por esas fechas, principios de febrero de este año, Antonio, su sobrino Darren y el resto de la banda de narcos habían abandonado la cárcel. Sin dudarlo, volvieron a cruzar el Estrecho a bordo de una lancha. Se cobijaron en La Línea, donde también ha vuelto Isco, el mayor de Los Castañitas. Ahora apenas salen a la calle. Están resguardados. Tienen miedo a que la Policía Nacional los ubique y los envíe a prisión.
UNA GRAN TRANSNACIONAL DEL HACHÍS
Son (o eran) una gran empresa. Acaparan en torno al 60 o al 70% de las transacciones de hachís que se hacen a través del Estrecho. El resto se lo embolsa Messi. Los Castañitas se dedican a intermediar entre los suministradores marroquíes y los clientes europeos. Nunca mueven su propio chocolate. “Ellos ponen la infraestructura para trasladar, custodiar y entregar la droga a quien la compra, normalmente bandas españolas, francesas, italianas o inglesas”, explican a EL ESPAÑOL dos fuentes de la Policía Nacional especializadas en la lucha contra el narcotráfico.
Para ello, Los Castañitas tienen un ejército de empleados: desde puntos a los que pagan 1.500 euros por vigilar los movimientos de Policía y Guardia Civil durante las noches, hasta pilotos de lanchas y alijadores en tierra. Siempre los reclutan en La Línea y pueblos de alrededor. Lo hacen para saber que nunca les delatarán. “Con ellos sólo trabaja gente de confianza. Muchos de ellos son primos, amigos, familiares de sus mujeres…”.
Pese al último golpe recibido, esta familia de narcos aún dispone de numerosas lanchas con dos y tres motores y un sinfín de viviendas donde guardar la droga durante las horas posteriores al alijo. Incluso, hasta hace poco tenían un chalet que disponía de un embarcadero con salida al río Guadarranque (ya cerrado), lo que les facilitaba poner las gomas en el mar en apenas unos minutos.
El verano pasado lograron introducir 150 toneladas de hachís por la costa andaluza. Lo hicieron gracias a que son capaces de hacer hasta cuatro, cinco y hasta seis envíos diarios de dos y tres mil kilos de chocolate. “Esta gente opera a diario. Sólo los detiene un temporal”. Sus precios, unos 300 euros por kilo transportado: 1.000 kilos, 300.000 euros; 2.000, 600.000 euros... Negocio redondo: si en una noche metían cuatro gomas con dos toneladas de carga, se embolsaban 240.000 euros, aunque de ahí tenían que pagar a todos sus empleados.
Las guarderías en las que almacenan los fardos de hachís suelen ser viviendas que les compran a gente de la calle, como adictos a las drogas o al alcohol. "Les dan un techo, algo dinero y a cambio les reclaman lealtad. A nivel local, en la ciudad, se han generado un halo de bondad irreal. Por eso es tan complicado cogerlos. Se han creado un ecosistema cerrado en el que es casi imposible encontrar resquicios ya que tienen una guardia de fieles que nunca les delatarían”, explican dichas fuentes.
Sin embargo, según ha podido saber EL ESPAÑOL, la Policía Nacional está estrechando el cerco sobre los hermanos Tejón, por lo que no se descarta su detención a corto plazo. “Están escondidos como ratas. Pero van a caer pronto”.
Los Castañitas se encuentran tan tocados que, a través de su gente, están intentando manchar la imagen del GRECO acusando a sus miembros de dejarse comprar. También han intentado negociar, infructuosamente, con la Fiscalía Antidroga.
UNA VIDA RODEADA DE LUJOS
Mientras llenaban sus bolsillos de dinero negro, Los Castañitas Antonio y Francisco, descendientes de una familia de ladrones, montaban gimnasios, tiendas de ropa, pubs de copas y hasta un local de intercambio de parejas. Todo para blanquear dinero y siempre poniendo el negocio a nombre de otros, como sus propias mujeres.
Antonio y Francisco son padres. Antonio, de 33 años, tiene hijos menores de edad. Su hermano Isco, cinco años mayor que él, tiene a Darren, al que introdujo en el mundo del tráfico de drogas siendo un adolescente. Los dos siempre soñaron con que sus hijos seguirían con el oficio de narcos.
Los Castañitas viven en auténticas mansiones en La Línea. En su día a día no escatiman ni un solo euro: muebles de diseño, televisores del tamaño de una pared, quads pintados de rosa para las niñas de Antonio, barcos para salir a navegar con sus parejas, Lamborginis, Porsches, Mercedes, viajes a Cuba y a otros puntos de Latinoamérica, fiestas en discotecas de Sevilla, entradas para los partidos entre Real Madrid y Barcelona… Dinero no les falta: la Policía calcula que podrían guardar hasta 30 millones de euros en zulos ubicados en La Línea.
Una de las hermanas de Antonio e Isco está casada con Francisco Arroyo, alias Chepa. Además de cuñado es la mano derecha de ambos narcos. Chepa se encarga de la logística: reclutar a alijadores, poner en el mar las lanchas, coordinar los transportes. A él se le detuvo en noviembre del año pasado después de que se amotinara en una vivienda de La Línea. Pese a que fue uno de los que fugó a Tetuán, se volvió antes de las detenciones de diciembre. Lleva seis meses en prisión.
Otro de los chicos de confianza de los dos hermanos castañitas es David Casado, apodado El Coco. Se trata de un reputado piloto de lanchas. Aunque se le detuvo en una operación anterior, se encuentra en libertad. Raquel Pérez Sody, una joven linense de 26 años en libertad con cargos, era la amante de Francisco, 12 años mayor que ella.
Desde que la Policía los tiene “acorralados”, a Los Castañitas tan sólo se les ha visto un par de veces por La Línea desde que se volvieron de Marruecos. Antonio, “hace no muchas semanas” se topó con una pareja de guardias civiles por su ciudad natal mientras salía de una casa. Pero el menor de los dos hermanos que lideran la mayor banda de narcos de hachís de toda España se percató de la presencia de los agentes y salió huyendo por los tejados de unas casas cercanas. Corren malos tiempos.