Beatriz Herrero iba de camino al centro de Gijón el sábado pasado, había quedado con un amigo para tomar algo. De repente, unos chicos la paran por la calle. "Perdona, ¿nos puedes sacar una foto?", le preguntó uno de ellos. Al girarse vio el curioso espectáculo: un tipo disfrazado de Borat con el mítico penekini verde —el personaje de ficción interpretado por Sacha Baron Cohen— y colgado de un árbol gracias a un uso ingente de papel adhesivo transparente. Copa en mano, además, y con aspecto de gusano de seda. El susodicho era el futuro marido de alguien y esa noche —que en realidad empezó cuando todavía era de día— era su despedida de soltero.
La imagen es anecdótica pero sirve para ilustrar el paisaje con el que desde hace unos años tienen que lidiar los vecinos de la ciudad asturiana. Cada fin de semana acuden cerca de 3.000 personas a Gijón para celebrar ese ritual algo cañí que da comienzo al matrimonio. "En lugar de convertirse en la Meca del turismo de calidad, Gijón se está convirtiendo en la Meca de las despedidas de soltero y borracheras", afirmaba el concejal del PP Gabriel Díaz.
La guerra de convivencia es acuciante desde que diferentes empresas especializadas en dar este servicio lo utilizan casi como un reclamo turístico para la ciudad. Los hoteleros y los vecinos se quejan, también grupos políticos como Podemos y PP. Hace años había tan solo un par de empresas, pero ahora hay más de quince. La ciudad, como explica Laura Martín, vecina de Gijón, "se vuelve un Carnaval cada fin de semana": "Empiezan a beber el sábado cuando aún es de día, por la tarde, y ya hasta el domingo. No sé si es algo bueno o malo para la ciudad, lo que sí sé es que Gijón no es tan grande como para que venga tanta gente".
Aquí coinciden tanto hosteleros como vecinos que piden regular este servicio: se cometen excesos y provocan altercados por el abuso de alcohol. A veces incluso va más allá: hace un año fallecía un chico madrileño de 34 años después de precipitarse de una ventana de un quinto del hotel en el que se alojaba (Hotel Begoña). Estaba celebrando su despedida de soltero junto a unos amigos y su hermano.
Quienes se dedican a este negocio aseguran que aportan beneficios económicos a la ciudad. Sin embargo, los propios hoteleros han emprendido una cruzada contras las despedidas de soltero: no quieren que Gijón sea conocida por un lugar en el que emborracharse y partir. Pero quienes lo defienden aseguran que la mezcla de gastronomía, playa y ambiente festivo pueden reconducir el modelo productivo de una ciudad en la que la industria cada vez está más débil.
La Asociación de Hostelería Cimavilla explicaba que la situación les resulta preocupante: "Por nuestro barrio se concentran, tanto de día como de noche, muchos de los jóvenes que vienen a pasar el fin de semana de despedida de soltero. Ya lo hemos tratado en algunas reuniones y preocupa desde diferentes puntos de vista". No se muestran radicalmente en contra pero creen que es necesario que impere el orden: más Policía que controle las calles. "El problema es de orden público con algunos individuos, por lo que pedimos más presencia policial en el barrio y, el que tenga un comportamiento fuera de la norma, que se le aperciba".
"No es el turismo que queremos", recordaba Jesús Martínez Salvador, concejal de Turismo y Festejos. Lo dijo después de que el Ayuntamiento se negara a que una charanga acompañase a una despedida de soltero. La charanga en cuestión, llamada Paentamala, solicitó permiso a la empresa municipal Divertia tras haber sido contratada para amenizar la tarde a un grupo de jóvenes que celebraban la despedida de uno de ellos.
"No podemos permitir que una charanga acompañe a una despedida de soltero a las seis de la tarde por el centro de la ciudad porque supone un nivel sonoro muy elevado", afirmaba el concejal Martínez Salvador. "Gijón es una ciudad festiva, con mucho ambiente y donde la gente quiere venir porque su oferta de ocio, pero hay que respetar a los vecinos y esto no puede ser, por eso lo denegamos".
"El Buddha es un pub aquí en Gijón al que si vas solo vas a ver gente disfrazada porque son todo despedidas de soltero. Es como si se hubiesen especializado en eso", cuenta Beatriz Herrero. Esta gijonesa asegura que de momento "no es una gran molestia" pero que si "otros bares empiezan a especializarse en esto, igual la ciudad se satura".