Tres Guardia Civiles llegan a la discoteca Amnesia de Ibiza. El sargento Anastasio y dos agentes novatos. A poner orden, porque aquello era un sindiós. Fiesta, drogas, nudismo, sexo, excesos... Eso, a principios de los 70, en la España de Franco, no se podía tolerar. El sargento Anastasio intenta poner firmes a los presentes, pero recibe una llamada y se tiene que marchar.
Los dos agentes jóvenes se quedan en la discoteca y se empiezan a animar. Aparece una chica y les ofrece una bebida. Ellos la rechazan porque están de servicio, pero lo que les traen es una Schweppes, que no lleva alcohol. Un refresco secreto. 'Rifrisqui sicriti', les explica la chica, copiando el slogan de un anuncio de bebida. Los agentes se confían y se beben los dos vasos, que además de Schweppes, van cargados hasta arriba de una droga llamada mescalina.
Los dos guardias civiles acaban bailando como locos, los tricornios pasando de cabeza en cabeza de los asistentes y sus pistolas perdidas por la discoteca. A los dos agentes los echaron del cuerpo, pero nadie les iba a poder quitar 'lo bailao' ni la fiesta que llevaban encima. Porque Ibiza, sobre todo, era, es y será fiesta.
La anécdota la cuenta Carlos Martorell, uno de los personajes más importantes en lo relativo a la fiesta ibicenca. Un movimiento que ha mutado mucho desde sus orígenes, en los 60, cuando los hippies cambiaron la identidad de la isla. Hoy día es un parque temático de la música electrónica y de DJ de fama internacional.
IBIZA Y LAS INVASIONES
Ibiza es una isla que, históricamente, ha soportado muchas invasiones. Fenicios, romanos, árabes… Por eso los ibicencos no se extrañan de nada. Porque las invasiones siguen. En la segunda mitad del siglo XX, por ejemplo, fueron invadidos primero por los hippies y los desertores de la guerra del Vietnam. Luego llegó la farándula y la jet-set. También Locomía y sus abanicos. Los últimos invasores han sido los rusos cargados de rublos, David Guetta y un montón de adolescentes ingleses con ganas de drogarse. Todos, de algún modo han contribuido a construir un paraíso en constante transformación, y que se ha convertido en el epicentro de la fiesta de Europa.
Pero eso no siempre fue así. Ahora es una de las ciudades más ricas de Europa. Pero hasta mediados del siglo XX, Ibiza era la más pobre de todas las islas de Baleares. No había más que campo y hambre. “Mallorca era muy rica. Menorca tenía queso y zapatos. En Ibiza no había nada”, recuerda Martorell.
¿Cómo pasó Ibiza de ser una roca sin valor a convertirse en la capital mundial de la fiesta y una de las ciudades más ricas del continente?
AÑOS 60: QUE VIENEN LOS HIPPIES
Todo empezó en la década de los 60. Aquel pedrusco pobre y rural donde a nadie se le había perdido nada, tenía aguas cristalinas y destilaba paz. Un enclave ideal para fundar un nuevo modelo de sociedad. Ibiza se convirtió en el refugio perfecto para unos idealistas que querían vivir al margen del sistema. Eran los hippies; miembros de un movimiento contracultural que promulgaba la paz y el amor libre, y aborrecía las guerras y el capitalismo. Ellos acabarían definiendo parte de la identidad de la isla.
Muchos de aquellos hippies eran jóvenes adinerados estadounidenses que llegaban a Ibiza huyendo de la guerra de Vietnam. “Aquellos hippies no eran pobres, ni vagabundos tirados con un porro y una guitarra. Eran universitarios y tenían dinero”, recuerda Martorell. El banquero Abel Matutes recuerda que él mismo se encargaba de avisar a aquellos hippies zarrapastrosos de que les había llegado el giro con dinero que sus padres les enviaban desde Estados Unidos.
Corrían los años 60 y la isla era una especie de universo paralelo dentro de la España franquista. Los hippies empezaron a organizar fiestas en la playa, a pasear desnudos por la isla, a evangelizar con la idea del amor libre y con el sexo sin mesura. Eran los principales promotores de aquellas fiestas clandestinas que se celebraban en masías, en cuevas y en la playa de una isla aún carente de discotecas.
La llegada de estos nuevos habitantes motivó que la isla balear empezase a formar parte de la llamada “ruta de los hippies”. Un itinerario que comprendía todas las ciudades emblemáticas para el movimiento: Goa, Katmandu, Marrakech, Amsterdam, Bali, San Francisco… e Ibiza. Lugares convertidos en santuarios por unos desobedientes que no eran conflictivos, pero que vivían con otras normas.
Pero además del componente espiritual, uno de los principales atractivos de la isla era la cultura del sexo sin mesura que proponían los hippies. "A mí me preguntaron a qué había venido a la isla. Pues a qué voy a venir. A la revolución sexual", cuenta el filósofo Antonio Escohotado, que fue otro de los personajes relevantes de la isla en aquella primera época.
FLOWER POWER
La fiesta, la droga, el sexo y el amor libre se convirtieron en bandera de los nuevos habitantes de Ibiza, que convivían en paz con los payeses lugareños. La isla era un contraste absoluto. “Ibicencos pobres con su trajes regionales, mezclados con hippys muy guapos vestidos con ropas de la India”, recuerda Carlos Martorell. Y es que hasta la forma de vestir surgió de una simbiosis entre ambas partes. Se impulsó un look característico, conocido como moda ad lib. Significa libertad y su máxima es “viste como quieras”. Mezclaba ropas exóticas de Oriente y trapos de hippies con trajes regionales baleares. Predominaba el color blanco y las flores.
La moda ad lib ha pasado a la historia como la indumentaria homologada de las fiestas ibicencas. La popularizó mundialmente una supuesta princesa yugoslava llamada Smiljia Mihalilovitch, que explicaba en Ibiza que era miembro de la familia real yugoslava, pero que en realidad era una impostora casada con un taxista.
Pero antes de eso, dos diseñadores alemanes llamados Armin y Stuart ya abrieron el camino: fundaron una boutique llamada Paula’s en la calle Virgen y empezaron a diseñar vestidos floreados. Aquellos estampados coloristas venían que ni pintados a una revolución que defendía el poder de las flores (Flower power). Ya tenemos uniforme.
EL TUBO DE ESCAPE DE FRANCO
Drogas, sexo, paz, dioses hindúes, nudismo, más sexo, hippies, looks estrambóticos, sexo a espuertas… ¿Cómo permitía Franco tales disparates en sus domínios? Eran los años 60 y en España aún no había ni rastro de indicios aperturistas. Era un país católico, serio y formal. Ibiza, en cambio, era otro planeta distinto. Para los que vivieron aquella época, Ibiza era una especie de tubo de escape; un gueto en el que los elementos más distorsionadores de una sociedad oprimida podían dar rienda suelta a sus instintos. Lo hacían allí, en una isla, donde no había riesgo aparente de propagación de aquellas ideas. Allí aislados no hacían daño a nadie… ni contagiaban a los españoles de bien.
“Ibiza fue un grano de pus en el terso cutis de la España de Franco”, sentencia Carlos Martorell, que recuerda que “Éramos un grupo de 150 hippies que nos hacíamos llamar “La familiy”. Y allí nos mezclábamos ricos con pobres y jóvenes con mayores. No se usaban apellidos, los americanos preferían usar apodos. Yo, por ejemplo, era Blue Eye Charlie”.
AÑOS 70: LLEGAN LAS DISCOTECAS
El ambiente lúdico festivo que se había impuesto en aquel oasis durante los 60 convirtió a la isla en el caldo de cultivo ideal para instalar discotecas. La fiesta llama a la fiesta. Y el primero que lo vio claro fue el empresario catalán Ricard Urgell. En 1967 le dijo a su mujer que pretendía abrir una discoteca en Ibiza. Ella le dijo que la llamase Pachá, “porque vas a ganar tanto dinero que vas a vivir como un Pachá”. Un pachá era una especie de gobernador turco del imperio otomano. Un jefe. Y así fue.
A lo largo de los 70, varias emprendedores siguieron el ejemplo de Pachá y abrieron discotecas en la isla. Algunas de ellas siguen activas y tienen orígenes realmente curiosos. Es el caso de Amnesia. En 1976, un joven madrileño licenciado en Filosofía abandonó su trabajo como funcionario en el Instituto de Crédito Oficial para cambiar de vida: se fue con su familia a una comuna hippie. Era Antonio Escohotado, que actualmente es uno de los filósofos más reconocidos de nuestro país.
Escohotado consiguió alquilar una vieja masía del siglo XVIII por 120.000 pesetas para organizar fiestas. “Yo quería llamarla El taller del olvido. Pero mi socio me dijo que existía una palabra que ya definía esa idea. Era Amnesia. Y ese nombre le pusimos”. Amnesia sigue existiendo, pero actualmente no tiene nada que ver con el espíritu de sus orígenes. Ahora es uno de los referentes mundiales de música electrónica.
El filósofo era uno de los personajes más populares de la noche ibicenca, por lo que su poder de convocatoria aseguraba éxito. “Sabía yo que, a 25 pesetas la entrada, se iba a llenar”. Y así fue. El día de la apertura se generó un colapso en la carretera que llevaba a Amnesia que hizo intervenir incluso a las autoridades. “La policía venía a pedirme explicaciones a mí, y yo les decía que a mí que me contaban. Que estábamos de fiesta”, recuerda el filósofo.
TODA FIESTA TIENE SUS DROGAS
La fiesta se había convertido en santo y seña de la isla. Fiesta, como cualquier movimiento contrcultural que se precie, con sus drogas asociadas. Era la época de los alucinógenos como el LSD o de opiáceos como la heroína. También de drogas legendarias que ya no se encuentran, como la mescalina.
Aquellos viajes psicotrópicos dieron lugar a muchas anécdotas divertidas, com ola de los guardia civiles y el 'rifrisqui sicriti'. Pero también hay otras dramáticas, como la que cuenta Carlos Martorell en su libro “Requiem por Peter Pan en Ibiza”: una joven norteamericana que tuvo sexo con casi toda la isla. En una fiesta, incluso, jugaba a acostarse con diferentes hombres para que no se supiese quién iba a ser el padre de la criatura que iba a engendrar. En efecto, al final se quedó embarazada. No pensaba tenerlo. Su intención era interrumpir el embarazo. Por eso no se privó de seguir drogándose. No contaba con lo difícil que iba a ser abortar en la España de Franco. Al final tuvo a su hijo, que nació con microcefalia y graves problemas cerebrales, a causa de las drogas consumidas.
EL FUTBOLISTA ASESINADO POR ETA
La última discoteca que abrió en los 70 fue Kú, considerada en su momento “la mejor discoteca del mundo”. Basada en la neoyorquina Studio 54, tenía entre sus fundadores al futbolista de la Real Sociedad José Antonio “El Tigre” Santamaría, que quería unir los conceptos fiesta y deporte. Aquello en 1978. Santamaría fue asesinado por ETA en 1993, de un tiro en la nuca durante la tamborrada de San Sebastián. La discoteca sigue existiendo a día de hoy. Se llama Privilege y ostenta el récord de ser la discoteca más grande del mundo.
AÑOS 80: LA ALTA SOCIEDAD Y LA MASIFICACIÓN
En los 80 ya se había revelado el secreto de los hippies: el paraíso estaba en Ibiza. Así, los primeros que llegaron atendiendo esa llamada fueron los más pudientes. Si en los 70 empezaron a desembarcar en Ibiza algunos nobles, actores, cantantes y demás gente de la farándula, en los 80 la isla ya se había convertido en su destinio vacacional favorito. Lo que molaba era estar en Ibiza porque daba prestigio.
Fiesta, paz, sexo, drogas, anonimato. Sobre todo anonimato. Fue una de las claves que llevó a los famosos a instalarse en Ibiza durante sus vacaciones. La prensa del corazón no apretaba tanto como ahora, por lo que las estrellas podían pasear con tranquilidad por una isla en la que no había conflictos. “Podías ver a Julio Iglesias o a Roman Polansky por la calle y nadie les asaltaba. Nadie les molestaba. Ni fans ni paparazzis”, recuerda Paco Navas, un músico que llegó a la isla para trabajar y se quedó.
Así cambió el paisaje humano de la isla. De los hippies se pasó a la aristocracia. De las fiestas clandestinas a los grandes eventos. Y también cambió la fisonomía de la fiesta. Las discotecas ya empezaban a constituirse en el gran fenómeno masivo que son en la actualidad, aunque el concepto era distinto. Grandes estrellas de la canción, como Bob Marley o Eric Clapton ofrecían allí conciertos multitudinarios.
ABANICO LOCOMÍA
En las discotecas aún no había rastro de las catedrales mundiales de la música electrónica que son a día de hoy. Eso llegaría más tarde. El germen brotó a mediados de los 80. Si Ibiza era vanguardia en todos los aspectos de la fiesta, en materia musical no iba a ser menos. Se empezaron a importar los ritmos electrónicos que triunfaban en Europa. Y el paso de los circuitos alternativos al mainstream tuvo, en España, un nombre propio: Locomía.Locomía era un grupo formado en 1984 por cuatro chicos que además de cantantes eran modistos. Combinaban ambos conceptos, muy ibicencos los dos: cantaban canciones con bases electrónicas y lucían modelos de ropa estrambóticos, muy adornados y con unas hombreras enormes. En sus actuaciones bailaban manejando unos abanicos que se convirtieron en su seña de identidad. Este grupo español cantaba en inglés canciones con letras tan reveladoras como "Sexo, Ibiza, Locomía". Tal fue el impacto de esta banda, que hasta David Bowie los contrató para una gira.
En sus inicios actuaban en la discoteca Kú, pero España los descubrió cuando empezaron a salir en la tele. Su número era tan transgresor, que los principales programas de televisión los contrataban para actuar en franjas de máxima audiencia. Para un país que dejaba atrás la transición, ver a cuatro hombres maquillados, vestidos de aquella guisa, manejando abanicos y cantando canciones pegadizas, fue un shock.
La popularidad del grupo también contribuyó, como la presencia de famosos o las leyendas hippies, a que los españoles empezasen a mirar en dirección a Ibiza. Una isla tan próxima y tan desconocida todavía para muchos. Los principales destinos de vacaciones seguían siendo Torremolinos, Mallorca y Benidorm.
AÑOS 90: BOOM INMOBILIARIO Y DISCOTECAS
Ibiza se había puesto de moda y se había convertido en la nueva gallina de los huevos de oro. La llegada de la alta sociedad surtió un efecto llamada. Lo que veían los turistas en Ibiza eran fiestones interminables, coincidir con famosos, conocer a hippies pintorescos, drogarse y vivir el amor libre. Lo que vieron los constructores fue muchísimo dinero. Se empezaron a crear plazas hoteleras casi sin control. Un boom inmobiliario pensado en el turismo que cambió la propia fisonomía de la isla. Arrancó a medidos de los 80, pero vivió su punto álgido en los 90.
El boom inmobiliario tuvo como resultado un incremento desmesurado de alojamientos. La isla ya estaba preparada para soportar llegadas masivas de turistas. Se habían abierto las puertas de aquel paraíso oculto y privado a unos pocos. Ahora que ya podía entrar cualquiera, qué mejor que facilitarles la estancia a todos.
Las discotecas crecían y se convertían en la principal opción lúdica para los visitantes, sepultando a las viejas fiestas hippies en cabañas, masías y caseríos. Poco quedaba ya de los hippies melenudos originales y de los desertores de la guerra de Vietnam. El reto de los 90 era distinto: atraer a la suficiente gente como para mantener un nivel alto de visitantes y consolidar a Ibiza como un referente turístico mundial.
Uno de los reclamos fue la música. En 1989 abrió la discoteca Space, que empezó siendo un sitio donde actuaban grupos de flamenco y se celebraba el certamen de Miss Ibiza. En 1991 viró el rumbo y se convirtió en una de las primeras en apostar por la música electrónica y los DJ de renombre. Durante los años 90 fue empapándose de la emergente cultura de club del norte de Europa.
En 1994, con motivo de la promoción de la entonces emergente bebida Red Bull, actuaron en Space los dos DJ estrellas en Europa en aquel momento. Sven Vath y Marc Spoon. Aquella primera fiesta fue, para muchos, el embrión de lo que hoy en día es el modelo de fiesta en Ibiza.
SI CAMBIAN LAS DROGAS, CAMBIA LA FIESTA
Durante esta transición de los 80 a los 90, la costa mediterránea española se había convertido en uno de los referentes mundiales de la música electrónica. En Valencia apuraban su Ruta del Bakalao, y en Cataluña empezaban a preparar la escena Makina. En los tres sitios triunfó el concepto after: discotecas que abrían por las mañanas, cuando las otras habían cerrado. Este modelo ha funcionado en la isla hasta 2006, cuando se prohibió el formato.
El cambio del paradigma en la droga consumida también influyó. Ya no se llevaban los alucinógenos con los que los hippies entraban en comunión con la naturaleza. Tampoco la heroína, que adormecía al que la tomaba. La llegada de las droga de diseño encajó perfectamente con este nuevo concepto de fiesta. Pastillas de éxtasis, speed y cocaína empezaban a desplazar a sus competidores. Todas estas drogas resultaban perfectas para bailar toda la noche sin descanso, que es lo que proponían las discoteca de música electrónica.
2000: EL TURISMO LOW COST
El modelo que inició Space se acabó imponiendo. Los DJ empezaban a tener categoría de estrellas de la canción, por lo que contratar a los mejores aseguraba un lleno en la discoteca. Además, la propuesta ampliaba el público objetivo de forma exponencial. Jóvenes de todas partes del mundo veían en Ibiza la meca de la música electrónica. Sus ídolos actuaban cada semana, y conseguir droga en la isla era mucho más fácil que en sus países de origen. Como en Las Vegas: lo que pasa en Ibiza, se queda en Ibiza. El espíritu del desenfreno sigue intacto, por mucho que haya cambiado el panorama.
Así se llegó a la situación actual. Jóvenes, británicos en su mayoría, que acuden a la isla solamente para pasar el fin de semana. Con el billete de avión, la agencia les entrega la entrada para una de las discotecas. No contratan siquiera alojamiento en la isla. Toman un avión el sábado por la mañana, pasan el fin de semana de fiesta en fiesta y se vuelven para sus casas el domingo, destrozados, pero felices por haber visto actuar a gente de la talla de David Guetta.
Se han incorporado, además, nuevos modelos de locales festivos. Uno de los que más está triunfando en los últimos años es Usuhaia: un hotel con discoteca que abrió en 2008. Es uno de los principales atractivos de la isla. Pero el público ha cambiado. La aristocracia ya no cuenta a Ibiza entre los lugares exóticos de Europa. Muchos de ellos han mudado sus vacaciones al norte de Cerdeña o a alguna remota isla griega. Ibiza ha tenido que lidiar con la invasión de los nuevos ricos rusos, que se gastan auténticas fortunas en botellas de champagne francés, para ostentar.
IBIZA HA MUERTO. VIVA IBIZA
Para muchos, este modelo ha liquidado el espíritu inicial de la fiesta ibicenca. Ya no hay hippies ni es un lugar espiritual. Ahora es un parque temático de la música electrónica y las drogas sintéticas.
Para otros, ha traído la prosperidad a la isla. El dinero que se ingresa con este formato de fiestas ha puesto a Ibiza en los primeros puestos de nivel adquisitivo y calidad de vida. Hay un término medio: los que cuentan que la mutación de la fiesta en Ibiza se parece mucho a esa visita incómoda a una tía abuela. No apetece ir a verla, pero sabes que te va a dejar dinero.
Los que defienden que Ibiza está en su mejor momento se basan en que es una de las ciudades con mayor calidad de vida de Europa. Las rentas son altas y el índice de paro es muy bajo. Las discotecas cobran hasta cien euros por entrada y siempre hay trabajo de temporada. Además, es vanguardia en materia de música electrónica.
Otros tienen miedo. Creen que la masificación de la isla tendrá consecuencias imprevistas. Temen que al final no sea posible aparcar en Ibiza, o que no quede agua corriente suficiente para abastecer a tanta gente. En el fondo, Ibiza sigue siendo la isla con pocos recursos naturales en la que vivieron su miseria los payeses hasta los años 60.
Para los que vivieron la priemra etapa,, esta Ibiza ha perdido toda la esencia original. Carlos Martorell concluye nostálgico: “Yo me casé con una joven virgen llamada Ibiza. Ahora tiene 73 años. Está gorda y arrugada. Se droga, bebe mucho y llega a casa a las 9 de la mañana. Pero es mi mujer, la sigo queriendo mucho, y la ayudo a sobrevivir”.