En 60 segundos se consumó una desgracia que se llevó por delante a una familia. Estaba siendo un día de aventura que acabó en desgracia. Sucedió en torno a las 12 de la mañana de este pasado jueves. No había dejado de diluviar sobre la provincia de Cáceres desde la noche anterior, cuando la familia se alojó en un apartamento rural de Navaconcejo, donde iban a pasar varios días. Joaquín, de seis años, esperaba sobre un risco junto al monitor de barranquismo que les acompañaba a él y a su familia en el descenso del río Jerte. Desde su posición miraba cómo sus padres, José y Macarena, y sus dos hermanas, Macarena y Lourdes, se descolgaban por el barranco de Hoyos. Una vez abajo, ellos los seguirían. Lo que no sabía es que en el próximo minuto su vida cambiaría para siempre.
El matrimonio y sus dos hijas, de Don Benito (Badajoz) iban seguros. Para descender usaban cuerdas ancladas a las rocas. El barranco apenas entrañaba complejidad. No era demasiado alto ni estrecho. Joaquín miraba atento. Pero lo que empezó una hora antes como una jornada en familia disfrutando de la naturaleza acabó en drama. Joaquín, el menor de los tres hermanos, fue testigo de cómo una inesperada riada se llevaba por delante a sus seres más queridos.
Un cauce desbocado
El caudal del río Jerte había cogido fuerza medio kilómetro cauce arriba. Allí, tras un incendio primaveral, se había generado una balsa de sedimentos con restos de ramas y cenizas [es la hipótesis sobre la que trabajan los investigadores]. Cuando la presa natural, que hacía de tapón, se vino atrás se formó una enorme ola. El desnivel del terreno provocó que ganara velocidad. Un minuto más tarde, al llegar a la altura del matrimonio y sus dos hijas, el agua arrastró a los cuatro. Apenas sesenta segundos que pasaron como un rayo. No dio tiempo a nada. "Fue como un tsunami", dice Luis Pérez, operario de Protección Civil. "Hacía años que no llovía tanto en el valle del Jerte [a unos 200 kilómetros al oeste de Madrid]".
El niño, de complexión delgada, también sufrió el zarandeo de las embravecidas aguas, pero logró agarrarse a la rama de un árbol para no caer al barranco. El monitor que le acompañaba salió ileso. Fue él quien dio el aviso a Emergencias.
Los dos cuerpos que primero aparecieron fueron los de Lourdes, de nueve años, y Macarena, de 11. Fue 500 metros más abajo del lugar del accidente, en la garganta de los Papúos. Aunque los servicios médicos intentaron reanimarlas resultó en vano. Medio kilómetro más allá apareció el cadáver del padre de las niñas, José, de 43 años. Casi 1.000 metros más abajo hallaron a su mujer, Macarena, de la misma edad.
A Joaquín lo trasladaron a un centro médico de Plasencia. A mitad de tarde del jueves un tío y los abuelos paternos del niño se desplazaron hasta allí desde Don Benito (Badajoz), donde vivía la familia. Recogieron al niño, que ingresó en el hospital comarcal de la ciudad pacense. Horas después recibió el alta. Desde entonces recibe asistencia psicológica.
Mientras, centenares de personas velaban los cuerpos de sus padres y sus dos hermanas en el tanatorio dombenitense. A las seis y media de la tarde de este viernes se ofició una misa en la iglesia de Santiago. Ahora Joaquín, sin ellos, lo más probable es que se instale en la vivienda de alguno de los tres hermanos de su padre, que residen Don Benito.
Pocas horas después del suceso, la abuela materna de las niñas, Soledad Miguel Recalde, que vive en Madrid, donde trajo al mundo a su hija Macarena, dio a conocer la trágica noticia a través de un mensaje en Facebook. "Con todo el dolor de mi corazón tengo que comunicaros que mi hija, mi yerno y mis dos nietas mayores han perdido la vida hoy de forma accidental. Descansen en paz". Una amiga de Soledad respondía colgando una foto de su hija cuando ésta tenía cinco años. Aparece sonriente, disfrazada, junto a una amiga.
"FORMABAN UNA FAMILIA ESPECIAL"
A las doce de la mañana de este viernes el tanatorio de Don Benito era un continuo entrar y salir de gente que buscaba darle el último adiós a la familia. Dentro, los cuatro féretros de José, Macarena y sus dos hijas conformaban una imagen difícil de asimilar para el que la tenía delante. Fuera, un equipo de al menos cinco miembros de Cruz Roja esperaba por si alguien necesitaba asistencia médica.
Hasta las seis de la tarde, cuando los cuerpos fueron trasladados hasta la iglesia de Santiago, donde se ofició una misa en recuerdo de las cuatro víctimas, por el tanatorio pasaron amigos del matrimonio, compañeros de trabajo, familiares cercanos, padres de los amigos de las niñas... También asistieron el presidente de Extremadura, el socialista Guillermo Fernández Vara, y el ex ministro popular de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que es primo del abuelo paterno de las niñas.
A las puertas del tanatorio todo eran palabras de alabanzas para la familia. "Ella era encantadora. Él se desvivía por sus niñas, que eran preciosas", dice una mujer que oculta sus lágrimas tras unas gafas negras. "No puedo hablar más, disculpa. Son familiares cercanos", añade.
Justo enfrente de donde se velaban los cuerpos está la empresa de maquinaria agrícola de Enrique García-Margallo, padre de José y abuelo de Lourdes y Macarena. Está al otro lado de una amplia avenida. En la entrada hay un cartel en el que se lee: 'Cerrado por defunción".
Un antiguo trabajador del negocio recuerda cuando José, el adulto varón fallecido, era apenas un "renacuajo". "Venía a la oficina de su padre durante los veranos. Luego creció y se hizo un hombre de bien. Conoció a Macarena, tuvo sus hijos y formó una familia. Era una familia especial, increíble. Pero disculpa, me tengo que marchar. Entiéndeme. El golpe es duro", le dije al reportero.
La misa vespertina se tornó un llanto colectivo de los dombenitenses. La iglesia de Santiago se quedó pequeña para las alrededor de 1.500 personas que se acercaron a despedir al matrimonio y sus dos hijas. A las 18.15 horas, quince minutos antes de que arrancara la homilía, ya no cabía nadie más. La gente se sentaba en los bancos, se ponía de pie en los fondos y en los laterales. Incluso hubo muchos, en torno al medio millar, que tuvieron que quedarse fuera de la iglesia.
UN MATRIMONIO EJEMPLAR
Todas las personas del entorno de José y Macarena con las que habla EL ESPAÑOL (en torno a una decena) coinciden en una misma idea. "Eran un matrimonio ejemplar: siempre juntos, enamorados entre sí y de sus hijos... Ojalá Joaquín pueda rehacer su vida de la mejor forma posible. Aunque es consciente de lo sucedido, el niño deberá salir delante con la ayuda de su gente".
Macarena y José tenían 43 años. Ella, de padre extremeño nacido en Mengabril (Cáceres) y de madre madrileña, vino al mundo en la capital de España. Él, en cambio, lo hizo en Don Benito, donde se instalaron tras casarse. Ambos se conocieron en su etapa de estudiantes. Ella se licenció en Económicas en 1998. Él, en Ingeniería Industrial.
El primer trabajo de Macarena Guisado fue como administrativa en Ferrovial. Luego estuvo al frente de varios centros comerciales en Murcia y en Don Benito, según explica en su perfil de Linkedin. Desde hace unos cuatro años regentaba la casa rural que heredó de sus abuelos paternos en Mengabril. Era su gran ilusión. Casi todos los fines de semana tenía inquilinos. Ella misma la reformó y restauró todos sus muebles. Allí cultivaba un huerto ecológico. Sus frutos se los entregaba a las personas que le alquilaban la vivienda.
José García-Revenga procede de una adinerada familia de Don Benito. Su padre es propietario de una empresa que provee maquinaria del campo. Probablemente, la más potente de Don Benito y la comarca. Su madre es farmacéutica. Él trabajaba en una compañía eléctrica propiedad de su familia con sede en Guareña, un pueblo a 25 kilómetros de su pueblo natal. Muy conocido en la localidad, también era vicepresidente de la asociación Las Arenas, un popular club social de Don Benito con piscina e instalaciones de ocio para los niños. Precisamente allí estuvieron él, su mujer y sus tres hijos el pasado lunes.
Son las 19.45 horas de este viernes. Un grupo de niños merienda en una cafetería cercana a la iglesia de Santiago, donde acaba de celebrarse el funeral de los cuatro fallecidos. Los chavales son amigos de Macarena, la niña de 11 años fallecida un día antes. Han venido junto a sus padres a despedirse de ella y de sus otros tres familiares que encontraron la muerte mientras practicaban barranquismo en el río Jerte. "Es duro pensar que no vamos a volver a estar con ella", dice una amiga con tono triste. "No imagino cómo debe de estar el hermano chico [Joaquín]", añade la madre.
Joaquín, el único superviviente (si se exceptúa al monitor), se salvó agarrándose a una rama. Sus padres y sus hermanas, en cambio, perecieron por la fuerza de la naturaleza, la misma de la que pensaban disfrutar durante varios días en el valle del Jerte.