A tomar viento. Ayer fue día de cambiar el bar por la mar. De olvidarse de la izquierda y de la derecha y de recuperar los dichos: estribor es con la que se “estribe” (sólo para los diestros claro).
Zarpar es dejar en tierra la sombra del personaje que defiendes y despojado de alharacas abrazar la humildad del marinero raso mientras canturreas que del barco de Chanquete “No nos moverán”.
A bordo se cambian las musas por las cornamusas que parecen primas suyas pero de ser serán lejanas porque cazar cabos poco tiene que ver con lo poético. Cuando navegas la única cuerda es la del reloj de muñeca porque el resto son todo cabos. Como el de Gata y el de Palos, tan cerca, tan juntos.
En la mar se cambia la brisa por el terral. Y se dejan atrás los placeres terrenales para abrazar los anfibios, cada cual los suyos, la desnudez en el baño, los ojos abiertos bajo las aguas o el clásico concurso para aguantar la respiración que en tierra no tienen ni puta gracia.
En la mar se pierde la cobertura pero no del todo, porque sobre las aguas la cobertura es tu barco. Y el barco lo es todo: suite nupcial, despacho profesional, cocina de cinco estrellas, sala de juntas, confesionario, salón de masajes, pista de baile y plataforma flotante para el vivac.
El la mar el perfume se esfuma. No existe la alta costura todo es pret a porter. En la mar todos olemos igual, a convivencia, a sudor y a salitre y a sal yodada. En la mar cuando escribo tengo que luchar para no marearme. Y para no marearte. A cambio del esfuerzo Neptuno acaba de regalarme la imagen de un pajarillo subido a una botella flotante de Fanta limón de dos litros en medio del canal entre Denia y la Pitiusa mayor.
La vida pirata se vive mejor. En el mar, y esto es importante, se asume una bandera. En tierra a casi todos nos cuesta abrazarnos a alguna. En la mar la bandera pirata sigue proscrita. Y si para hacerte el simpaticón la izas en tu velero lo que estás gritándole al mundo no es que te sabes de memoria la canción de Espronceda sino que te ofreces voluntario para salir en Españoles por el mundo o en el remake de Cateto a Babor.
En la mar lo puedes pasar muy mal, mal, regular, bien o muy bien pero no lo puedes pasar la mar de mal.
Si el lector lo considera, le propongo que interrumpa la lectura y pinche Terra, la canción de Caetano Veloso, con final canturreable. Si ya la tiene en la cabeza aprovecho para, como cada año, en la columna marinera de la temporada, reivindicar una decisión unánime, que se cambie el nombre al planeta Tierra para llamarlo Accua. Al fin y al cabo los mares ocupan el 70% de la extensión del globo.
Si lo conseguimos te invito a bordo a compartir un Ron Mulata y a cantar conmigo “Libre, como el sol cuando amanece yo soy Libre, como el mar”.