A Albert Batlle lo intentaron matar enviándole una carta bomba. Fue en 2010, mucho antes de ser director de los Mossos d’Esquadra. Cuando intentaron atentar contra su vida venía de ser responsable de los Servicios Penitenciarios de la Generalitat. Estaba al frente de prisiones, y ese fue el motivo por el que una anarquista llamada Tamara Hernández Heras le envió un paquete bomba desde Alcalá de Henares: para pedir la libertad del preso anarquista Amadeu Clusellas

Ahora, Albert Batlle Bastardes (Barcelona, 1953), que en sus ratos libres es corredor de fondo, ha vuelto a escapar. Esta vez no de un asesinato, sino de una supuesta injerencia política en sus dominios. Batlle, licenciado en Derecho, atleta y exmilitante socialista, ha dimitido de su cargo como máximo responsable de los Mossos. Esta vez el motivo no ha sido una bomba, sino el referéndum por la independencia de Cataluña.

VÍCTIMA DE LA PURGA

El Govern ha sido escenario de una purga ideológica en las últimas semanas. Todos los cargos que no se pronunciaron abiertamente a favor de la celebración del referéndum por la independencia fueron cesados de forma inmediata. Entre ellos el conseller de Interior, Jordi Jané, crítico con las posturas soberanistas. Jané anunció que daría un paso al lado en lo concerniente a la consulta y fue fulminado. El cargo fue ocupado por Joaquim Forn, reconocido independentista. Tras su toma de posesión, Forn declaró que no podía asegurar la permanencia de Albert Batlle al frente de los Mossos d’Esquadra. ¿El motivo subyacente? Que Batlle siempre ha defendido la independencia policial respecto a las decisiones políticas.  

Batlle llegó a declarar en su momento que los Mossos d’Esquadra detendrían al President de Cataluña, Carles Puigdemont, o a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, si alguno de ellos incumplía la ley y un juez lo ordenase. Por incumplir la ley se refería a organizar un referéndum no autorizado por el Gobierno central. “Estamos para hacer cumplir la ley", advirtió Batlle en una entrevista concedida a TVE. Al parecer, en el seno del gobierno de Puigdemont no ha sentado bien que Batlle haya decidido apostar por la legalidad por encima de cualquier otra cosa. Y se le han retirado los apoyos hasta que ha dimitido.  

Batlle fue secretario de Servicios Penitenciarios de la Generalitat antes de llegar a la dirección de los Mossos d'Esquadra. En la imagen, de mayo de 2007, junto a una foto del nuevo centro penitenciario de Can Brias-2. Efe

Batlle está acostumbrado a las carreras de largo recorrido. Ha participado en maratones y medias maratones con muy buenas marcas. Ahora, a sus 64 años, ha limitado el recorrido. Ya sólo completa carreras de 10 kilómetros máximo. Pero, a pesar de haberse propuesto parar, jamás ha dejado de correr. Es habitual verlo entrenar por la Diagonal a primera hora de la mañana. 

EL PACIFICADOR

Su pasión por las carreras de fondo contrasta con el corto recorrido que ha tenido el frente de los Mossos d’Esquadra. Llegó a mediados de 2014 y no se ha mantenido ni tres años en el cargo. Llegó como apagafuegos. La reputación de la policía autonómica catalana estaba bajo mínimos durante el mandato de Manel Prat, tras turbios incidentes. Presuntos excesos policiales que, en alguna ocasión como en la manifestación en la que perdió el ojo Esther Quintana, acabaron con personas con lesiones irreversibles. En otras, como durante la detención de Juan Andrés Benítez en el Raval en octubre de 2013, concluyeron con el detenido muerto, y por el que fueron juzgados seis agentes de los Mossos.

Batlle ha sido, para muchos, un pacificador. Desde que relevó a Manel Prat al frente de Mossos, la policía autonómica no ha vuelto a verse envuelta en grandes polémicas mediáticas. Batlle se ha mantenido durante todo este tiempo en un segundo plano. Su principal caballo de batalla ha sido el yihadismo. Bajo su mandato se han practicado decenas de detenciones de presuntos radicalizados en Cataluña. Con lo que no contaba era con que el proceso soberanista acabase con su trayectoria al frente de la policía catalana, a causa de sus ideas.

ANTEPASADOS ANTIMONÁRQUICOS

Curiosamente, Batlle tuvo antepasados bastante críticos con el centralismo español. Su tío abuelo, Albert Bastardas i Sampere (1871-1944), fue un político barcelonés del siglo XIX que llegó a ser alcalde de la ciudad condal. “Era de esos políticos que, cuando tocaba visita del rey Alfonso XIII, él aprovechaba para tomarse unos días libres y salir de la ciudad a tomarse unos baños, con tal de no tener que verle la cara a su majestad”, cuentan desde su entorno. El historiador Alfred Pérez-Bastardes, primo del ya exdirector de Mossos, escribió la biografía de aquel político catalán antimonárquico.

Uno de los antepasados del dimitido Albert Batlle era Albert Bastardas i Sampere, que fue alcalde de Barcelona. W.C.

Batlle viene, por tanto, de una familia con tradición política. “Es una persona muy leída y cultivada”, cuenta su amigo, el catedrático de Derecho Xavier Arboç. Ambos compartieron promoción universitaria. Con él sigue manteniendo relación, así como con otros compañeros de su etapa estudiantil. “Somos un grupo de entre 10 y 15 personas que seguimos reuniéndonos varias veces al año para charlar”, cuenta Arboç. Lo curioso del caso es que una de las citas ineludibles de este grupo se convoca siempre con motivo de las noches electorales. “Siempre vamos cambiando de casa para juntarnos. Para una generación como la nuestra, que vivió la dictadura y la caída de Franco, las noches electorales son apasionantes. Y muy plurales, porque siempre hay alguno más enfadado que otros”, dice Arboç.

En esos casos, Batlle no se suele posicionar. “Es alguien muy discreto con su vida profesional. Sí que es verdad que es una de esas personas que anima cualquier reunión. Muy divertido y muy carismático. Pero no entra en polémicas políticas”, confiesa Arboç, que no cree que haya habido una caza ideológica contra Batlle: “Para que haya una caza tiene que haber un objetivo en movimiento. En el caso de Albert, él no se ha movido. Es una de esas personas que asumen un cargo hasta las últimas consecuencias”.

HONESTIDAD POR BANDERA

Es una de las virtudes que más destacan los que le conocen: su honestidad. Tanto durante el tiempo que se dedicó a la política municipal (fue concejal del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, donde trabajó 20 años) como cuando estuvo al frente de Prisiones en Cataluña. Durante aquella etapa fue, cono dicen sus compañeros, “un director de cárceles que de verdad iba a las cárceles. Se implicaba. Aunque mantenía contacto constante con los funcionarios, a él le gustaba "baixar a la gespa (bajar al césped) para ver qué se estaba cociendo", cuenta un conocido.

Su momento más delicado como director de los servicios penitenciarios catalanes tuvo lugar en 2004. Un centenar de presos de la cárcel de Quatre Camins se rebelaron y organizaron un motín. Varios funcionarios fueron agredidos. Tras sofocar la rebelión, algunos de los presos responsables sufrieron presuntos maltratos policiales. Batlle no dudó en declarar que se habían producido “actuaciones irregulares” por parte de la policía.

Batlle se declara socialista, catalanista y católico. Sigue acudiendo a misa de forma habitual. Lo de estar en el punto de mira de los sectores soberanistas no es de ahora. Empezó a ser incómodo mucho antes. Concretamente en 2011, cuando ocupó la subdirección de la OAC (Oficina Antifraude de Cataluña). Fue nombrado por Daniel Alfonso, el mismo que que estuvo implicado en la Operación Catalunya y protagonizó las conversaciones con el exministro Jorge Fernández Díaz que luego se filtraron. Eso le estigmatizó.

EN EL PUNTO DE MIRA

Sin embargo, el golpe definitivo llegó después de anunciar en una entrevista que la policía autonómica cumpliría la ley. “Los Mossos no son de ningún partido; son de todos”, dicen que suele argumentar. Su amigo Arboç apunta que “podría haber utilizado algún eufemismo, dar un rodeo, contestar cualquier cosa ambigua… pero decidió ser honesto y desvelar su postura”. Batlle y los Mossos estarían del lado de la ley. Desde las CUP pidieron abiertamente la salida de Batlle por obstaculizar el proceso independentista.

Estos mismos sectores soberanistas ya dudaron de la idoneidad de situarlo como jefe de la policía en 2014, cuando fue nombrado por Artur Mas. Preferían a alguien más próximo a las posturas independentistas. Pero Mas vio en Batlle a la persona idónea. “Hay que ser muy valiente para, después de haber recibido una carta bomba, aceptar ponerte al mando de los Mossos”, destaca su amigo Arboç.

Ahora, Batlle está fuera. Y a rey muerto, rey puesto (y de forma exprés). Dimitió el lunes por la mañana y por la tarde ya tenía sustituto: el abogado terrasense Pere Soler, exconcejal de CiU y conocido independentista. Una persona mucho más del gusto del actual ejecutivo catalán. La figura de Batlle ya era incómoda, por lo que el Govern no ha tardado en encontrar un sustituto idóneo. Y él, que ha participado en competiciones atléticas en más de 40 países, antes de traicionar la ley, ha decidido salir corriendo.