Antxón Gracia nació con un don: la capacidad de convertir en grandes oportunidades todos los contratiempos de su vida. Víctima de los atentados de Bali en 2002, aprendió que el paraíso puede contener el infierno y que la única forma de vencer las tragedias es pelear para que los días grises terminen siempre con una lección positiva. Este viajero incansable convirtió en una aventura constante su forma de vivir.

Hoy nos recibe en Gili Air, una de las 17.000 islas de Indonesia en la que se ha afincado este guipuzcoano de 53 años que repasa su historia desde la cabaña que ha construido para acoger turistas que busquen el paraíso. Hoy, casi 15 años después de que el atentado de Bali estuviera a punto de terminar con su vida, surfea cada día mientras trata de hacer felices a todos los que visitan la villa Ardi Beltza. Antxón vive de frente, con las ideas claras, el corazón abierto y la mochila llena de experiencias que compartir.

-Era la noche del 11 al 12 de octubre del 2002, cuando un coche bomba le cambió la vida.

-Llevaba algún tiempo en Bali, había decidido dejar Donosti para vivir de una forma más tranquila, nos habíamos comprado una pequeña casa para rehabilitar y quería franquiciar mi negocio produciendo desde Indonesia. Aquella noche salimos a cenar la chica que era mi pareja, un grupo de amigos que había venido a visitarnos desde San Sebastián y yo. De vuelta al hotel nos vimos involucrados en el atentado de Al-Qaeda. Un coche bomba estalló a unos cien metros y un hombre se inmoló a otros cien. Se reivindicaban cosas con las que nosotros no teníamos nada que ver y nos quedamos atrapados en medio del infierno. Unos 400 kilos de explosivo, fallecen más de 300 personas. Es afortunado el que sobrevive, aunque las secuelas nos persiguieron durante muchos años.

-Al abrir los ojos, ¿qué vio?

-Tardas un rato en asimilar que todavía estás vivo. Recuerdo ver el zapato de mi compañera debajo de los escombros. Tuve que sacarla de allí sin saber si estaba viva o muerta, y en esos minutos de confusión, en los que los oídos pitan como si te taladrasen el cerebro, estás totalmente confundido, no sabes si la gente que quieres respira. No se olvida tan fácilmente ese pánico. Pasamos tres o cuatro días totalmente perdidos a la suerte.

-Sobrevive a un atentado de Al-Qaeda, ¿qué llega después, la euforia de vivir o la rabia?

-La embajada española se portó entonces muy mal con sus ciudadanos. Coincidía con la fiesta de la Hispanidad, estuvimos varios días sin recibir la atención de nadie ni ningún tipo de ayuda. Cuando consiguieron estabilizarnos y pudimos regresar a España no nos apoyaron con ningún tipo de documento que acreditase lo que nos había pasado. Los Gobiernos de España y de Indonesia se lavaron las manos, y todos los tratamientos físicos y psicológicos tuvimos que costearlo nosotros. Fueron lesiones muy graves: mi compañera tenía que moverse en silla de ruedas y las terapias a las que nos sometimos eran muy caras. Nos arruinamos en todos los sentidos. Física y psicológicamente destrozados. Económicamente también, nuestros negocios se fueron a pique. Nos sentimos muy solos y dolidos por la falta de apoyo de nuestro país.

Las cabañas de Ardi Beltza. Cedidas

-¿Qué fue más duro, superar las secuelas físicas o el miedo?

-Se tarda años en superar un escenario como ese. Hay imágenes que están escondidas en la mente. Estuve años en manos de médicos y fue una psicóloga la que me prestó el dinero para volver a Bali porque pensó que una recesión analizando sobre el terreno lo que había pasado desde el día del atentado hasta el presente me ayudaría. Volví y rehabilité aquella casa que habíamos comprado, y me dediqué a observar cómo me sentía. Empezó a visitarme gente, yo hacía de traductor, de guía, les alquilaba tablas de surf. Así nació Ardi Beltza Bungalow. En euskera quiere decir la oveja negra.

-Se salió usted del rebaño.

-Busqué mi felicidad. No elegí estar allí el día que hubo catástrofe e infierno, pero sí escojo disfrutar de todo lo que Indonesia regala. Me levanto todos los días enamorado del país en el que estoy. No quiero bajarme de la vida en marcha.

-El boca a boca y su buen hacer hicieron el resto. 

-Sí. Mis amigos le hablaron del hotel a sus colegas y desde entonces no he parado. Conseguí salir de la ruina en la que me dejó el atentado y tuve un motivo para seguir viviendo. Vinieron más imprevistos; las inundaciones me ahogaron el negocio cuando la isla ya me resultaba demasiado turística, así que me mudé a Gili Air y arranqué de nuevo de cero. Aquí construí con mis propias manos mi paraíso. Mis invitados duermen en cabañas de madera al borde de playas paradisíacas, piscina exterior abierta todo el año. No hay coches ni ruido ni contaminación en toda la isla. Además, yo les preparo tortilla de patata o paella para que no falte nada de lo que debe tener el mejor lugar del mundo. Estas islas me condenaron al infierno, pero ahora son mi paraíso.

-Aventurero, ¿se nace o se hace?

-Nací en noviembre del año 64 en un pueblo vasco, hijo de obreros. Mi padre era carpintero y mi madre trabajaba en una fábrica. Cuando cumplí cinco años mi familia se mudó a un barrio de la periferia de San Sebastián. De chaval, la mayor aventura que se preveía era casarme y encontrar un trabajo. Luego la vida te sorprende y te pone el mundo patas arriba.

La fachada del hotel que el vasco construyó con sus propias manos. Cedidas

-Y el carpintero y la madre de aquel chico de barrio donostiarra, ¿entendieron su regreso a la isla?

-Sabían que me tocaba lidiar con un fantasma muy duro que yo llevaba dentro y creyeron en mí y en esa terapia de choque, que funcionó. En todo momento supieron que yo tenía que atajar mi problema y felices de verme luchar por ser feliz. Apoyaron, como siempre, mi decisión.

-Hay amores que matan. Y usted, entre todos los países del mundo, elige el que estuvo a punto de quitarle la vida.

-Sí, mi relación con este país es de amor odio. Desde que pisé esta isla supe que para mí era especial, y aunque luego el atentado me atormentó, fue Indonesia quien me devolvió las ganas de continuar, la ilusión. Ahora soy un expatriado, que a veces echa de menos a su gente y siente ese vacío de cariño de mi patria, pero lo he llenado con la gente que ha pasado por mi vida durante estos diez años al frente de Ardi Beltza.

-Superviviente de un atentado donde murieron más de 200 personas. Inundaciones mortales que terminan con sus exitosos negocios en Bali. Volver a empezar en una isla de tan solo 5 kilómetros, a la que todo visitante que se precie visita a Antxón Gracia. Surfea la vida de forma imparable. Rehacerse a sí mismo una y otra vez. ¿Es posible nacer varias veces? ¿Cuántas vidas le quedan?

-Soy vasco, aunque suene a tópico. Vengo de una cuna de obreros, he visto cómo se lucha duro desde muy pequeño. Viví tres años en un seminario cuando era niño, aprendí disciplina. Mi madre me enseñó que trabajar es salud, que con esfuerzo y tesón. Hay que tener un sueño o una idea, tarde o temprano el temporal siempre termina.

Las islas Gili Trawangan, Gili Meno y Gili Air , situadas en la costa noroeste de Lombok, Indonesia. Cedidas

-Gili Air es una isla de cinco kilómetros en la que no hay tráfico de ningún tipo, ni contaminación. Tampoco normas. Sólo turistas que preguntan cómo encontrar al vasco.

-Bali cambió muchísimo. Para los balineses a mejor, porque se invirtió y se modernizó. Ppara mí y mis visitantes peor, porque dejó de tener aquella magia ancestral donde te sentías único. Mis clientes siempre terminaban sus viajes visitando las Islas Gili, así que vine a conocerlas, me jugué todo a una carta y afortunadamente funcionó.

Primero monté un bar aquí en la playa hace cinco años. Hacía tortilla de patata, paellas y kalimotxo. En un chiringuito uno es camarero y psicólogo. Hay clientes que dejaron sus vidas y adoptaron mi forma de vivir. Creo que hay mucha gente que cuando conoce mi historia reacciona, se les mueven los estímulos y dejan atrás su vida de estrés y horarios. Mi primer hotel aquí lo regenta ahora otra persona, un chico español que me tomó el relevo en forma de vida. Es genial colgar siempre el cartel de lleno, que aunque no tengamos cabañas libres venga la gente a saludarme. He recibido en mi negocio a la segunda generación de una misma familia, aunque eso demuestre que me debo de estar haciendo viejo, creo que también significa que he sabido cuidar a la gente bien.

-¿Ha tenido tiempo para enamorarse?

-He pasado mucho tiempo solo, conmigo mismo, reflexionando sobre mis experiencias, luchando por sobrevivir y peleando por mis sueños solo. Hace año y medio la isla me regaló una persona maravillosa con la que proyectar el futuro. Ella viajaba con unas amigas por Asia, llegó a Ardi Beltza Bungalow y se quedó conmigo el resto de sus vacaciones mientras sus amigas seguían la ruta. Nos enamoramos y empezamos a soñar a medias. Ahora estamos construyendo el Ardi Beltza 2. Ella va y viene a Chile, donde tiene su trabajo y sus hijos, pero tenemos ganas y planes. Construimos a medias el futuro. Me enamoré de alguien muy especial en esta isla.

Antxón y Pamela, su pareja. Se conocieron en la isla. Cedidas

-¿Ha cambiado mucho España en estos años?

-He cambiado mucho yo. Vivo en un país sin tráfico, sin normas, así que volver a la civilización me cuesta. Me resulta todo raro. Y eso que afortunadamente soy donostiarra y el paisaje es maravilloso para pasear. Pero sí, siento a España muy distinta a como la dejé. La gente que viene igual que me trae alegrías y tristezas, también me trae productos de España que echo de menos. Son muchos años fuera ya. A veces recuerdas las fiestas de tu pueblo, como buen vasco, pero echar de menos te hace sufrir, y yo lo evito.

Antxón Gracia en la cima del Monte Rinjani de 3726 metros de altura. Cedidas

-Dice que ha sido aprendiz de surfero, pero de vocación montañista. Estará encantado de tener vistas al Rinjani (3.726 metros), la montaña volcánica más alta de toda Indonesia.

-Me apasiona la montaña. Estudié interno en Arantzazu, en las montañas de Oñati, los montes más altos de Guipúzcoa. He pasado mucho tiempo en las alturas soñando desde niño. Soy un vasco hecho hacia fuera, como Juan Sebastian Elcano. Las historias que me contaban los curas del seminario durante el franquismo sobre aquellos misioneros y viajeros me conquistaron. Soñé con China, Filipinas y América. para mi el Rinjani es recordar mis montañas vascas libres, frías, altas. Cuando cumplí 45 años unas amigas y clientes vascas me regalaron la subida. Tres días caminando, durmiendo al aire libre y haciendo un esfuerzo físico bestial. Me he propuesto hacerlo cada cinco años. Cumplí a los 50. Ojalá qué hayan muchas más ocasiones. Subir caminando por encima de las nubes es una experiencia increíble.

-Ha hecho de su vida un sueño que muchas personas repiten años tras año solo durante sus días de vacaciones. ¿Qué le queda por cumplir?

-Miro atrás y veo que aquel chaval que con 27 años pisó Bali por primera vez con ganas de comerse el mundo y creo que lo he cumplido. Quizás he venido por el camino abrupto, más largo, pero yo siempre he pensado que soñar es la mejor capacidad del hombre. Yo sueño mucho, es un arma genial contra los golpes duros de la vida. Si sueñas grande, con intensidad, y si encima ese sueño lo compartes, se tiene que cumplir. Es obvio. Yo tengo mis cabañas, mi playa, mis planes, mi amor. 

-¿Cuáles son los ingredientes imprescindibles para una vida feliz?

-Haber estado en contacto con la muerte, me hace creer que la vida es más simple de lo que pensamos. No necesitamos nada material por mucho que nuestras generaciones anteriores, salientes de una guerra, nos enseñaran que lo importante era tener un piso, un coche y una lavadora. Yo creo que lo único que de verdad importa es ser feliz, de la forma que tú elijas. Y, sobre todo, aprovechar cada día. Que cada día sea bonito. Ayer ya pasó, hace falta sólo un poquito de futuro para llenarlo de sueños y aprovechar el presente y disfrutarlo es lo único necesario.

-Víctima de un atentado. Un surfista disfrutón, un montañero empedernido. Un forofo del frontón. Un enamorado de la vida. El compañero de Pamela. Un superviviente viajero. Un constructor de primer nivel, empresario hostelero y un anfitrión inmejorable. ¿Qué más es Antxón Gracia?

-Soy vasco. Y soy una persona llena de historias y de gentes que me han aportado cosas bellas. Cuando viajas, y también cuando sufres, aprendes que no eres el ombligo del mundo y que siempre existe la oportunidad de volver a empezar. Tu gente, tus raíces y tu mochila siempre van contigo. Hay que viajar, abrir la mente. ¡Y ser siempre pura vida!

Antxón cocina a sus visitantes platos como la paella y la tortilla. También prepara Kalimitxo. Cedidas

Antxón ha encontrado un paraíso y lo ha convertido en la mejor opción de viaje para cualquier turista español. Los impuestos por montar los negocios en la isla no son altos, pero legalmente fue complicado instaurarse en una isla siendo extranjero. Papeleo continuo, mucho trabajo para construir las cabañas con todo cariño al mismo tiempo que recibía a los turistas y gestionar las visitas que llegarán en las próximas semanas. Antxón lo tiene claro: el boca a boca, y un excepcional trato al cliente, es la mejor garantía para que los viajeros siempre quieran regresar.



Levantó cada rincón con sus propias manos, construyó el complejo turístico Ardi Beltza en tan solo unos meses, una villa de cabañas de madera a pie de playa, con vistas a uno de los mejores amaneceres del mundo. Conoce mejor que nadie los secretos de la isla, lo que le convierte en un guía de primer nivel, un consejero con una mágica forma de entender el mundo que ofrece piscina descubierta todo el año y organiza actividades de todo tipo: snorkel, paseos en bici, surf, yoga junto al mar y, para los nostálgicos de la cocina española, un excelente chef de paellas, tortillas y otros caprichos. En la isla, el placer está garantizado. El primer complejo ya se ha quedado pequeño para las decenas de viajeros que llegan cada temporada. El próximo mes de mayo abrirá al público el Ardi Beltza 2. Pueden ir haciendo sus reservas.

Isla Gili Air: consejos de viaje 

El tipo de turismo que llega a las Islas Gili es muy variado. Las cabañas de madera son una opción perfecta para el turista de alto nivel que quiere relax y desconexión total en una cabaña gran lujo, con excelente ubicación, enfrente del mar y todas las comodidades de este paraíso. Y para los mochileros o amantes de grandes aventuras es una opción inmejorable por sus precios accesibles (entre 30 y 50 euros la cabaña, dependiendo de la temporada) y su entorno natural. Nadie podrá resistirse al placer incomparable del entorno mágico que ha construido con sus propias manos Antxón Gracia en Gili Air, un guía accesible y cercano al que, cuando le conozcas, ya no podrás olvidar.



Cómo llegar a Gili Air



Desde Bali: en Fast Boat. Se embarca en Padang Bai Bali. 90 minutos de viaje. Aproximadamente 30 euros. Es posible llegar a Gili Air desde 10 euros, pero viajarás en embarcaciones más lentas que pueden llegar a tardar más de 8 horas. No compensa salvo que dispongas de muchísimo tiempo.



No hay nadie en la isla que no conozca a Antxón y el Ardi Beltza Villa. Al pisar tierra cualquier habitante de la isla te indicará cómo llegar a las cabañas de madera.



El Ardi Beltza Bungalow, situado en Gili Air, se encuentra a 5 km de la isla de Gili Trawangan. El Aeropuerto Internacional de Lombok, el más cercano, se encuentra a 50 km del establecimiento.

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