"El total de su compra: 38 euros. Recoja su producto y no olvide el cambio. ¡Hasta pronto!", anuncia una máquina expendedora con voz latinoamericana. De su interior caen unas pinzas para pezones, un plug anal y un anillo sofocante de pene. Los ‘vending machines’ de la calle Fundadores en Madrid no son máquinas de venta como las demás.
En la entrada pone ‘Sex Machine. Abierto 24/7’. La puerta es roja y la luz de la entrada está en verde. Se puede pasar. Para ello hay que introducir un DNI que demuestre la mayoría de edad. Al entrar la luz verde se cambia por una roja. Nadie puede acceder mientras haya alguien dentro. En el interior, una habitación rectangular de unos 5 metros cuadrados recibe al cliente con dos cristaleras a cada lado. Allí se exponen los más de trescientos productos sexuales en oferta.
Variedad e intimidad
El dueño de 'Sex Machine' es italiano y se llama Renato. Sale de un despacho para abastecer a la máquina de stock, tal y cómo hace dos veces cada semana. Dentro del vending hay un carril vacío. El juguete que más vende, como de costumbre, se ha acabado. El “conejito”: un consolador vaginal con unas ‘orejitas’ en la parte superior del dildo que masajean el clítoris. Se popularizó porque lo utilizaba el personaje de Samantha Jones en Sex in the City.
En la tienda de Renato hay productos de todo tipo: consoladores bucales, anales y vaginales. Hay masturbadores masculinos con forma de bocas o vaginas de actrices porno famosas. Incluso están las españolas. También ofrecen viagra natural, extensores de pene, sillines de bicicleta con vibradores y estimuladores de próstata. Hay productos para gays, lesbianas, transexuales y heterosexuales. Una de las esquinas está dedicada a los artículos de sadomasoquismo, que son muy populares. “Son algunos de los que más rotación tienen”, explica el italiano. La demanda por este tipo de juguetes se incrementó de forma notable después de las escenas casi pornográficas de la película 50 sombras de Grey.
Sin embargo, la novedad de este formato de tiendas no es la variedad de sus productos sino la discreción que ofrecen a sus clientes. “Estas máquinas ofrecen un anonimato que las otras tiendas no dan. No hay un cajero, ni tampoco otros clientes”, explica su dueño. La puerta de la tienda se bloquea cuando entra un cliente. Esto permite que los curiosos examinen los productos y consulten en la pantalla táctil sus usos y preferencias en total intimidad. Las bolsas de compra, sin logos, pasan desapercibidas.
La tecnología ha cambiado la manera en que las personas disfrutan el sexo. Se utilizan mucho las aplicaciones de móvil para controlar dispositivos que se usan las relaciones a distancia, como vibradores. El dueño del sex shop automático explica que se han hecho ‘culos’ con texturas similares a la piel y con dos orificios (anal y vaginal) para que los usuarios se pongan gafas de realidad virtual y elijan a sus actrices porno favoritas. Así se acercan más a cumplir sus deseos con juguetes que llevan el nombre de sus actrices favoritas, como ‘Jenna Jameson’, ‘Kendra Lust’ o ‘Christy Mack’.
David es dueño de El rincón del Edén, otra máquina expendedora de juguetes sexuales situada en una gasolinera en la calle José del Hierro (Madrid). David defiende el modelo de negocio por que ofrece lo que en España no existe: “Te vas por la noche y nadie te ve. Lo segundo además es inmediato. No hay que esperar. Vas, escoges y te vuelves a ir”, señala el propietario. En este caso admite tener un beneficio de unos 300 euros por semana. Renato, gana 2000 euros al mes.
Un modelo en auge
Además de asesorar al comprador con descripciones y vídeos, este servicio admite devoluciones. Los clientes tienen 48 horas para devolver un producto que no sea de su agrado. El cliente escribe al sex shop y ellos le remiten un código de seguridad de una caja fuerte. El cliente se presenta físicamente e introduce allí el producto. 24 horas después se le devuelve el dinero en sus cuentas bancarias.
Todavía hay pocas 'sex machines' en España, pero el negocio está en plena expansión. Se han abierto en Asturias, País Vasco, Navarra, Andalucía, Comunidad Valenciana, Cataluña y en Madrid, donde hay tres: la de Renato, la de David y otra en Malasaña que se llama Dirty Luxury Shop. En total, estima David, sólo hay nueve máquinas de este tipo que funcionan activamente en España.
Al estar en un lugar público, la máquina protege sus productos detrás de un cristal opaco. Se transparenta únicamente si se inserta un DNI de un mayor de edad. El servicio y la instalación de estas máquinas lo comercializa en España la empresa OleVending, pero ellos aseguran que no lleva la cuenta de las 'sex machines' que han instalado en el país.
La idea es copiar el modelo que ha triunfado en Italia, donde hay 170 máquinas por todo el país. “Quizás en España la gente es más liberal y por tanto, no tiene tanta vergüenza de ir a tiendas y comprar. En Roma por ejemplo es un tema un poco tabú”, explica Renato, que ha visto florecer tanto su negocio que quiere convertirlo en una franquicia: “Te permite trabajar en otras cosas y tener estos ingresos entrando constantemente”, explica el empresario. Las máquinas le avisan en tiempo real de todas las compras que se realizan en su tienda. También de cuando el stock de los productos está en niveles bajos.
Los clientes
En Malasaña (Madrid) se encuentra uno de los competidores de Renato y David. La Dirty Luxury Shop, de un italiano llamado Fabio Fraioli. El stock está bajo, la puerta abierta de par en par y no hay pantallas con explicaciones. La tienda se nota descuidada. Aún así tiene clientes.
Al pequeño recinto entra una chica atractiva que lleva un vestido prieto de color rosa. Le acompaña un hombre menor que ella.
-¿Cuál es tu nombre? - le pregunto.
-Gabriela la violadora- contesta de manera contundente con una voz grave. La joven es una prostituta transexual latinoamericana. Explica que el producto por el que acude siempre es el Rush, una variación del Popper. Un suplemento alimenticio: “Nos gusta porque dilata el ano y te excita; si no lo has probado te lo estás perdiendo”, añade Levitt, su acompañante. La chica trans explica que todas sus compañeras lo utilizan con sus clientes.
Tan solo unos 15 minutos después entra una pareja de jóvenes madrileños. Son Roberto y Mario, dos chicos de 18 años que observan abrazados todos los productos en exhibición. Admiten que nunca han comprado nada.
-¿Estáis interesados en comprar algo? - les sugiero.
“No”, contesta Roberto. “Puede ser”, contesta Mario simultáneamente. Se miran y se ríen. Mario apunta al juguete que más le llama la atención. Un consolador con forma de pene de 31 centímetros en el que se marcan unas venas generosas. Finalmente no compran nada. 10 minutos después pasan dos amigas curiosas. Entran y se ríen. “Nunca he comprado algo así, pero de hacerlo, lo haría en un sitio así. Me da muchísima vergüenza”, comenta una de ellas. Se van de ahí rápidamente para no ser vistas.
Clientela joven
“Todavía tenemos muchos prejuicios”, comenta Laura, una peluquera que trabaja delante de las máquinas. Por el cristal de su negocio ve entrar a diario a personas de todos los perfiles. “Entran hombres con corbatas que vienen del trabajo, jóvenes que vienen de salir de fiesta, por la mañana, parejas curiosas. Sobre todo gente joven. Se van rápido”, explica la vecina.
Los beneficios avalan el éxito de las máquinas expendedoras de placer, y sus clientes las ventajas que estas ofrecen. Estos ‘vendings’ son el futuro y han llegado a España para quedarse.