En las últimas semanas, las ciudades de todo el país se están blindando ante posibles nuevos ataques terroristas. Interior mantendrá el nivel de alerta 4 en todo el país y está reforzando estos días la vigilancia en las principales calles. Esto es algo que en Madrid ya se está produciendo.
La ausencia de bolardos en determinadas zona está siendo una de las polémicas de las que se está hablando estos días tras el atentado de Barcelona. También, en los últimos años, están siendo habituales los llamados atentados terroristas low cost, en los cuales no se precisa más material que el que cualquier persona puede tener al alcance de la mano: un vehículo, un cuchillo, un machete... Algo más complicado de vigilar para las autoridades. Pero, ¿cómo está la situación en Madrid? Durante una mañana, realizamos un itinerario por las calles más concurridas para comprobar la protección de la que gozan los viandantes.
1. Plaza de España
Comenzamos el recorrido en Plaza de España. Once de la mañana. Llueve en Madrid, pero el gentío sale y entra de los bares y los edificios repletos de oficinas de la zona. Es día laborable. Un extenso paso de peatones comunica el parque central de la plaza con la subida hacia Gran Vía.
Este lugar está a diario plagado de individuos que vienen y van a su puesto de trabajo, a hacer compras, a tomar un café. A vivir, en definitiva. Los bordes de la carretera están respaldados por pequeñas vallas metálicas que a un lado y a otro. Ahí no hay peligro. Sin embargo, este paso de peatones es lo suficientemente grande como para que quepan dos coches uno al lado de otro. Luego, hay dos caminos: descendiendo plaza abajo, o bordeando la zona por la derecha. Lo cierto es que este paso de cebra no posee uno o dos bolardos en el centro que dividan el espacio y que impida que un vehículo se suba a la acera. En este lugar, bastaría con un giro, y el vehículo ya estaría fuera del paso de peatones.
2. Gran Vía parte uno.
Continuamos el recorrido ascendiendo a la derecha por la calle Gran Vía. En buena parte del recorrido, los laterales de la gran avenida están flanqueados por el mismo vallado metálico y de mediana altura. Sin embargo, en algunos puntos de la enorme y céntrica calle, este vallado brilla por su ausencia, facilitando el paso de vehículos a las aceras. Es el caso del cruce con la calle Doctor Carracido, al principio de todo, a 200 metros de la plaza de España.
El giro está permitido a la derecha, y cualquier vehículo puede girar en esa dirección. En ese punto, un paso de peatones razonablemente ancho comunica un lado de la acera con el siguiente. Ahí, al contrario que en muchos otros puntos de la Gran Vía, no existe ningún tipo de protección, y un vehículo podría salir del asfalto con facilidad a la zona de los peatones. No sucede lo mismo algo más adelante, a la altura del número 57. La entrada al teatro Lope de Vega, donde se emite el musical de El Rey León, cuenta con una pequeña rampa en la acera más próxima. Aquí, el acceso en coche está bloqueado debido a una farola y dos pequeños y estrechos pivotes metálicos que actúan a modo de bolardos.
3. Plaza de Callao
Continuamos el recorrido y llegamos a Callao, plaza céntrica, un descanso a la mitad de Gran Vía. Al lugar se puede acceder en vehículo con facilidad. Pero esta mañana la protección en el lugar es máxima. Pese a la lluvia, los agentes patrullan la zona atentos a todo. Hay 13, algunos de ellos con ametralladoras. Descansan también, uno delante de los cines y el otro al lado del Starbucks, dos furgones de la unidad. Para completar el equipo, dos coches de la policía local. algún agente más.
Una de las calles que parten de la plaza de Callao es Preciados. La noche del pasado 18, horas después de los atentados de Barcelona, el gobierno municipal decidió colocar justo ahí, en la confluencia entre ambos espacios, cinco o seis bolardos de grandes dimensiones. De ese modo, el acceso en cualquier vehículo de grandes dimensiones por esta calle resulta ahora imposible.
Como decía, la seguridad en Callao era, en la mañana del lunes, extrema. Un despliegue que se mantuvo hasta más de las dos de la tarde. No en vano, se trata de una zona en la que prestar máxima advertencia, pues es una de las más transitadas a diario. No hay demasiados impedimentos para quien quisiera acceder con un vehículo a la zona. Arriba, a la orilla de Gran Vía, una suave rampa permite el paso de los vehículos de los comerciantes de la zona. Los vecinos no temen, pero el peligro está ahí. Un leve giro, y el coche en la plaza, entre turistas y autóctonos. Es cuestión de segundos.
4. Puerta de Sol
Bajamos por la calle Preciados, transitada a más no poder a las doce de la mañana. Ahí patrullan, armados, mezclados en medio de la multitud. Los seis enormes bolardos, seis maceteros hexagonales, colocados en dos filas al principio de la estrecha calle suponen un importante obstáculo que impide el paso de ningún tipo de vehículo. Por ahí solo se puede transitar a pie.
La Puerta del Sol es, quizás, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Allí acuden todos los días miles y miles de personas. Como en Callao, la vigilancia es muy rigurosa. Un furgón policial se encuentra estacionado delante del edificio de la Comunidad de Madrid. Delante de él, cinco miembros armados de la Policía Nacional vigilan. Por el medio de la plaza, otros dos agentes patrullan montados a caballo. En la entrada de la calle Alcalá, al lado de la estatua del Oso y el Madroño, se encuentra estacionado otro vehículo de la policía municipal. Sí, hay seguridad.
Sin embargo, la estrecha carretera que comunica, de forma directa, la Calle Mayor con la Puerta del Sol y después se une a la Carrera de los Jerónimos carece de ningún tipo de protección. Un coche (o una furgoneta) puede, sin ningún problema, acceder al medio de la plaza con mucha rapidez, en apenas segundos. Es, además, una zona también de un considerable tránsito de vehículos. Hay una ventaja a la hora de controlarlos. Circulan en un solo sentido. Pero no hay un solo bolardo en todo ese corto recorrido.
5. Calle Arenal
Inmediatamente después de Sol, la calle Arenal, que conduce a la zona de Ópera, tampoco cuenta con la protección de los bolardos en el extremo de la calle que desemboca en la Puerta del Sol. Hay apenas tres locales, un solo edificio, que separa la calzada de la Calle Mayor cuando entra en Sol de Arenal, su paralela. En un breve giro, un coche se sube a la acera de la plaza por el paso de peatones y en apenas tres segundos está ya enfilando dicha calle.
Es cierto que, en la mañana del lunes, la calle Arenal cuenta con la protección de un furgón policial situado a la altura del pasadizo de San Ginés. Dos bolardos cortan aquí el paso. Son unos 500 metros de recorrido entre la Puerta del Sol y esta intersección, previa a la plaza de Isabel II. 500 metros sin obstáculos y plagados de vecinos y turistas en una zona de tiendas y comercios que abren de la mañana a la noche.
6. Ópera
En la plaza de Isabel II, zona conocida también como Ópera, hay escasa protección en el perímetro que bordea la plaza. Mirando desde el Teatro Real hacia la calle Arenal, no hay un solo bolardo en todo el lateral que conduce a este espacio desde la Calle Arrieta. Son más de cincuenta metros de contorno.
Se trata de una zona transitada prácticamente en su totalidad por turistas, por lo que en la mañana del lunes apenas hay unas pocas decenas de personas. No obstante por las tardes, cuando el tiempo acompaña, esta pequeña plaza está llena de gente de todos los rincones del mundo. Por otra parte, la altura del bordillo no acompaña. Está prácticamente al nivel de la calzada. No supone ningún esfuerzo para un vehículo pasar de la carretera a las baldosas de la calle.
7. Plaza Mayor
Todas las entradas a la antigua plaza construida y diseñada entre finales del XVI y principios del XVII por los arquitectos Juan de Herrera y Juan Gómez de Mora están clausuradas con dos enormes bolardos en cada una que impiden el paso de los vehículos. ¿Todas? Todas no. Uno de los arcos que dan acceso al espacio arquitectónico está completamente abierto. Se trata de la calle de Ciudad Rodrigo, que desemboca, metros más allá, en la Calle Mayor.
Todas no. A la una de la tarde, en la Plaza Mayor ya no llueve, y los comercios abren como cualquier otro día. En este caso, es inevitable que este acceso a la plaza esté habilitado. Todos los comerciantes que allí regentan sus respectivos negocios lo necesitan. “En este caso, no queda otra opción. La gente tiene que entrar por aquí a meter la mercancía. Al final, tampoco puedes estar pensando todo el día en esto. Si quieren hacerlo, lo van a hacer. Es mejor no darle más vueltas”. Se lo relata a EL ESPAÑOL la camarera del bar que hace esquina con la Puerta de la calle Ciudad Rodrigo. Está ahí todos los días mañana, tarde y noche.
8. Gran Vía parte dos; entrada a Fuencarral
Subimos de nuevo hasta Gran Vía, esta vez para comprobar el estado de la segunda parte de la enorme avenida. En el recorrido, comprobamos que todo tramo, desde Callao hasta la intersección a la izquierda con Fuencarral, es bastante complicado que un coche se suba a la acera. El vallado metálico lo protege.
Los periodistas realizan el recorrido por el lado izquierdo de la calle, yendo como hacia Cibeles. Ocurre lo mismo en el principio de la calle Montera. Todo está protegido con los mismos maceteros hexagonales que fueron colocados en Preciados. Por ahí no cabe un vehículo. Pero no ocurre lo mismo en la entrada de la calle Fuencarral. Hay dos bolardos, sí, pero la separación entre ellos resulta considerable. Fueron colocados entre abril y este mes de agosto. Están situados en el inicio de la calle, junto a Gran Vía. Sin embargo, un coche, una furgoneta, incluso, podría acceder sin problema a esta vía de tránsito peatonal. También aquí valdría con un rápido volantazo para orientar el coche hacia una calle que comienza siendo solo para peatones.
9. Fuencarral
A lo largo de toda la calle Fuencarral, repleta de todo tipo de comercios con árboles a un lado y a otro de la calle, no hay un solo bolardo. 400 metros de paseo. Desde la esquina de Gran Vía con el edificio de Telefónica. Este tramo se puede cubrir perfectamente andando.
Este tramo remata en el cruce con Hernán Cortés. Luego Fuencarral continúa muchos metros más, pero ya hay carril de circulación. Sin embargo, la zona más desprotegida es esta primera.
10. Plaza del Dos de Mayo
Proseguimos un poco más hacia arriba de Fuencarral, buscando otro lugar emblemático del centro de Madrid. Se trata de la Plaza del Dos de Mayo. Hay cinco terrazas diferentes en las que sentarse a tomar algo tanto en invierno como en verano. También un pequeño parque. Los coches bajan desde la calle San Andrés, y tan solo en ese sentido.
Al llegar a la plaza, hay varios pivotes justo al lado del parque, pero la separación entre ellos es tal que puede caber sin problemas una furgoneta. Fin del recorrido.