Brañosera. 1200 metros de altitud. 245 vecinos censados que son más ruidosos en verano, en fines de semana y "a la hora del (vino) blanco". El pueblo más antiguo de España tiene un término municipal repartido en cinco localidades.
Hablamos de la "Montaña Palentina" de inviernos duros -"ya no tanto"- y un cura que tiene que "tomar posesión en breve" en una bella iglesia románica, la de San Miguel. La iglesia es un monumento recoleto recortado contra el verde y el azul. El pueblo más antiguo de España cuenta ya con la oficialidad de que el Congreso reconociera esta semana su solera. En el origen de todo hay un 13 de octubre del 824, jueves, cuando el noble Munio Núñez y su mujer, Argilo, "buscando el Paraíso y hacer merced", fundan "puebla en el lugar de Osos y Caza", según leemos en la Historia, y crean este Macondo norteño. En ese momento el tal Munio Núñez rubrica el "fuero de Brañosera", en los albores de la Reconquista.
Casi 1.200 años después, es también jueves en el mesón de África, una mujer de Ermua (Vizcaya) que vuelve a los orígenes maternos con simpatía y tatuajes. En su establecimiento hay una hora crítica, la ya citada "hora del blanco". Es cuando se sirven claretes a los pocos parroquianos que hay entre semana. Dos teles emiten "lo de Ferreras", que entre el runrún de las conversaciones, dejan al televisivo periodista gesticulando casi en silencio, con movimiento nervioso de manos. En este momento es cuando arriban Antonio, Alberto y Manuel. Este último viste un polo con la bandera de España, presenta buen moreno y no creo que pase de los 60.
"La Fregona se podría ir a tomar por saco"
El grupo llega y da cuenta de una morcilla de Cillamayor para hacer estómago. En el televisor sigue Ferreras con el felpudo de fondo, en el plasma, con los colores de Cataluña. El periodista, yo mismo, no tiene que insistir en la cuestión catalana. En el momento en que el televisor emite una imagen de Puigdemont, habla el pueblo soberano de Brañosera.
Alberto toma la copa, mira a Puigdemont, mira al círculo de los amigos, bebe un trago somero y teoriza sobre el
Brañosera pertenece administrativamente a Palencia, pero la vegetación y las vigas maestras en las edificaciones certifican que efectivamente ellos no "tienen nada que ver con Tierra de Campos". "Por aquí viene Revilla", cuentan con socarronería y orgullo. En el mostrador del mesón de África conviven El Norte de Castilla y El Diario Palentino. Desde el cerro que corona el pueblo, Valdecebollas, dicen que se puede ver el Cantábrico en los días claros. Cuando se vuelve a preguntar por el tema de España, por la arquitectura institucional, sale el orgullo local: "Hay gente que no sabe ni que existimos". En torno al 1-O, Alberto -que recuerda vagamente a Petón pero en más moreno- niega que esté preocupado. Antonio Jiménez le ríe las gracias porque en ese grupo "del blanco" se saben perfectamente los roles que se distribuyen, y Alberto es el portavoz.
El referéndum, "una broma pesada"
En la localidad vecina, Barruelo de Santullán, hay un estanco y se vende El Correo Vasco, a juzgar por los vizcaínos que pueblan la zona en fines de semana y fiestas de guardar. Allí acompaño a Javier Adán, técnico municipal, disciplinado y con coche. De vuelta a Brañosera, Adán me regala un polo con la cifra 824, año en el que ya dijimos que Munio Núñez dio rúbrica al fuero por el que nació el pueblo de Brañosera. Javier Adán, como probo empleado consistorial, va y viene del ayuntamiento a las pedanías. En una de ellas me presenta a Nazario, que tiene que firmarle algo y que me invita a una Coca Cola Zero en su casa. Piensa Nazario, con la televisión puesta, que lo del referéndum es una "broma pesada", que "a la hora de la verdad no tendrán narices" y que "lo que pasa es que quieren ser unos privilegiados".
Javier Adán me abre el Ayuntamiento. Le pregunto por su identificación regional, porque, a pocos habitantes, cualquier opinión es relevante. No le molesta pertenecer a Castilla y León aunque en una dependencia del consistorio hay propaganda y mapas de la vecina Cantabria. Reinosa está a tiro de piedra. Su coche lleva una pegatina con el 824, que es el orgullo del pueblo.
Ya por la tarde, las últimas tardes largas de septiembre, un matrimonio de Burgos se fotografía y deja fotografiarse junto a un monumento en el que figura España y un palustre colocado a la altura del pueblo en el mapa escultórico: quizá como metáfora de la argamasa patria y de eso de volver a coser a España. El periodista pregunta por Cataluña, y el matrimonio pone cara de póker. El matrimonio deja retratarse pero desconoce la simbología que quiso plasmar el artista.
"Somos demasiado españoles"
De vuelta al mesón de África, vemos a una niña practicando tareas de caligrafía. Anda por ahí 'la Juli', de 67 años, 43 de ellos en Brañosera. Nació en Zamora y reivindica con orgullo que es castellana. Inquirida por Cataluña, y desde la autoridad de ser vecina del pueblo más antiguo de España, responde tajante: "Somos demasiado españoles". La niña que hace caligrafía tiene que ir a entrenar baloncesto en Aguilar de Campoo; alguien, en el fragor de la conversación, comenta en torno al referéndum: "si se rompe la familia, mal asunto". Entre que la chica cierra los deberes, 'la Juli' dice entre dientes: "Tendríamos que pedir la independencia nosotros, leche". Se va con una vara larga a caminar y disfrutar del tiempo que hace.
Ya han vuelto "los del blanco", que a la hora de la tarde son los "de la partida" de mus. "Todavía andas por aquí", me dicen con simpatía. Alberto -no podría precisar si lo han desplumado en la partida- se me pone locuaz con unas gafas de aviador al sol de la tarde:
África, que ha vivido los años duros en el País Vasco, sirve una ronda y tercia: "En la tele parece que estamos a tiros". Sin embargo, Rubén, algo taciturno en el grupo de la partida, se anima a hablar. "Yo creo que el reconocimiento a la diferencia lo respeta todo el mundo" porque, al final, "la Historia demuestra que tenemos una capacidad muy grande de integración". Después se escucha, a la hora del selfi que publicamos en el reportaje, un comentario irónico o no tanto: "mira, si quieren separarse que se separen".
De camino a Aguilar de Campoo, Javier Adán me insiste en un punto del Fuero fundacional de Brañosera, que cita casi textual: "Describe un territorio y da derechos y obligaciones". El sol se pone. Adán se confiesa. "
Cae el sol y se ven banderas de España en modestas viviendas al pie de la P-220, como me recuerda un agente de la Guardia Civil a la hora del primer café.
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