Ana Belén Jiménez Hurtado tenía 44 años. Vivía en Lantarón (Álava), concretamente en el pequeño pueblo de Turiso. Llevaba 12 trabajando en el colegio público Unamunzaga Ribadellosa, un centro de preescolar y primaria situado en la provincia de Álava. Vigilaba a los niños en el autobús y en el comedor. Los recogía bien pronto por la mañana y los dejaba en el colegio a eso de las nueve. Era la primera en subirse al autocar. Luego tenía hueco hasta la hora de comer. Volvía al centro, comía allí con las profesoras, vigilaba en el recreo y, finalmente, volvía a subirse al autobús para llevar a los chiquillos a sus casas. Así era al término de cada jornada. Una amiga suya lo recuerda perfectamente. “Era feliz”.
Este martes no regresó al colegio a la hora de comer. No pudo acompañarles, uno por uno, a sus respectivas paradas. Esa misma mañana fue presuntamente asesinada por Agustín Herrero Bedoya, su marido. De un fuerte y contundente golpe en la cabeza provocado por un hacha, según las fuentes policiales.
Ana apareció muerta en el asiento trasero de su Renault Scénic en Miranda de Ebro. Todo estaba lleno de sangre, incluso la carrocería del vehículo aparcado al lado del suyo. La mujer presentaba un “golpe contundente en la cabeza”. Nadie pudo hacer nada por su vida. Su marido fue detenido a las horas como el principal sospechoso del asesinato.
Monitora en el colegio y en el comedor
Ana era la monitora del colegio en los autobuses y también en la hora del comedor. Su rutina era todos los días la misma. Se levantaba pronto y se subía la primera en el autocar. Era quien le daba la bienvenida a los chavales. La rutina de su jornada es la que queda descrita en las primeras líneas de esta historia. Así día tras día. Pese a todo, aquello le hacía feliz. “También era la última en despedirles a cada uno en su parada. No sólo se encargaba de velar por ellos en el viaje. También de que recobraran fuerzas a la hora de comer”, relata una amiga y compañera de trabajo a este periódico.
Estaba muy volcada en el colegio. Sus dibujos decoraban las paredes del comedor del centro educativo. Con los pequeños era, dicen, cariñosa y alegre. “Los críos le adoraban”. Tenía una enorme voluntad y un gran sentido creativo, comentan compañeros de profesión del centro a EL ESPAÑOL. Sin ir más lejos, el curso pasado se entregó por completo en el proyecto de un musical que iban a realizar los alumnos del propio centro.
Fue un cuatrimestre intenso en el que se ensayó canción y coreografía. Todo debía quedar perfecto para que ni un solo detalle tuviese que rehacerse. Era, en realidad, la grabación de un videoclip para el grupo Mirandés La Regadera. En su single ‘Ezberdina’, los niños cantaron el estribillo en euskera y en castellano. “Estuvo cuatro meses ensayando con ellos para que todo estuviera bien”.
Todavía este miércoles una compañera, en conversación telefónica, lloraba su pérdida, el asesinato de una amiga. “Pasé ocho años trabajando con ella y siempre estaba con una sonrisa. La conozco de compartir esos ratos con ella en el colegio y en comedor. A ella todos la adoraban. Con niños de por medio, además, la relación era mucho más estrecha. “Todos la adoraban, de verdad”, vuelve a insistir su compañera de trabajo.
La historia de Ana Belén comienza varios años atrás en la misma capital de provincia. Nació en Vitoria y pasó su infancia en el barrio de Zaramaga. Fue hace más de quince años cuando se trasladó, desde su pequeño piso de Vitoria, a vivir a Turiso, un pequeño pueblo, apenas una veintena de casas. Estas son viviendas típicamente vascas, viviendas hechas de piedra y aisladas en medio de la montaña, lejanas al bullicio de las ciudades.
Llegó allí casada con un hombre de 49 años. Se llamaba Agustín Herrero Bedoya. Se compraron un chalecito en el que se instalaron y del cual ya nunca se movieron. Tuvieron dos hijos, una niña y un niño. Ella es la mayor y tiene 18. El pequeño tiene 15. El martes por la mañana fue la última vez que la vieron antes de que fuera, como todo apunta, asesinada por su pareja.
¿Cómo fue asesinada Ana Belén? Todavía hay algunas incógnitas. Su horario, sin duda, le permitía la flexibilidad de estar pendiente de sus hijos y de lo que estos hacían. El pequeño, de 15 años, estudiaba en Nanclares. La mayor, de 18, en el instituto Fray Pedro Urbina. Este martes, cuando salió de su trabajo, tuvo un rato libre. Se despidió de ellos hasta la una del mediodía. A esa hora comenzaba su servicio en el comedor. Pero antes de ir a su turno, tenía que pasar por Turiso, cuentan amigas suyas a este periódico, para recoger a su hija y después llevarla a Miranda de Ebro. Allí, la joven tenía que coger un autobús. La madre no volvió.
El cuerpo en el coche
Fue un vecino el que advirtió en Miranda de Ebro el hallazgo del suceso. “Tuvo que ser por la mañana”, asegura una fuente policial a este periódico. A las 12:30 de la mañana, una mujer caminaba por la calle Río Ebro, de Miranda. En un momento dado, giró la cabeza hacia un Renault Mégane Scenic verde. Algo llamaba la atención en él. El coche se encontraba estacionado en los alrededores del instituto de su hija. Había un cuerpo inerte en el asiento trasero del vehículo. La vecina pudo ver cómo dos piernas inertes colgaban hacia afuera y asomaban por una de las puertas del asiento de atrás.
Era el cadáver de Ana Belén, y en él se podían advertir claros signos de violencia. Presentaba heridas de arma blanca. Tenía una brecha en la cabeza y todo estaba plagado de sangre. Incluso la puerta del asiento del copiloto del coche contiguo al Mégane en el que fue hallada la mujer. No fue hasta las dos cuando se procedió al levantamiento del cadáver.
Todavía no están claras las circunstancias de la muerte, pero lo cierto es que, varias horas después de que se hallase el cadáver, la pareja de la víctima fue detenida por las autoridades como el principal sospechoso de lo ocurrido. Según comentan fuentes policiales a EL ESPAÑOL, el hombre se encontraba en su trabajo.
Agustín entró, como siempre, a las dos de la tarde. Un par de horas después, los agentes le abordaron allí mismo, en la planta de Mercedes Vitoria a la que acude a diario desde hace años. Su labor es, concretamente, la de la línea de montaje bruto.
Sobre Agustín no constan denuncias previas y no tenía antecedentes penales. Se mostró sorprendido, como si la cosa no fuera con él. Preguntó, incrédulo, que pasaba. No pudo evitar que le detuvieran y se lo llevasen a dependencias policiales. Los agentes registraron, por si acaso, su casa y le requisaron el coche. Él, entretanto, no dijo una sola palabra.
La policía continúa sus investigaciones. El asesino empleó una fuerza enorme para el asesinato. Lo hizo de forma “contundente”, apuntan los agentes. Todo parece, hasta el momento, que las heridas que provocaron la muerte a Ana Belén son fruto del ataque con un hacha. Fuentes cercanas a la investigación relatan el hecho a este periódico del siguiente modo: “La mató con saña, con total frialdad”. Por el momento, el arma no ha aparecido y los agentes trabajan en su búsqueda a la vez que a la mujer se le practica la autopsia.
En trámites de separación
Agustín regentaba otro negocio aparte de su trabajo en la planta de Mercedes Vitoria. Hacía años que había abierto un lavadero de coches en Miranda de Ebro. En él había depositado ciertas esperanzas. Por su parte, Ana Belén, su mujer, nunca se cansabba de la vida en el colegio. Actualmente la pareja se encontraba en trámites de separación.
Algo que la pareja sí había tenido en común hasta el momento era su implicación política en el municipio que les vio nacer. En el año 2007, ambos formaron parte de la candidaduta de Ezker Batua- Berdeak para las elecciones municipales de Lantarón, su localidad. Agustín iba de número dos y ella de número cuatro. Ninguno de los dos obtuvo representación.
Con lo que tenían les daba para mantener la casa y el negocio. Ana Belén, como complemento a su empleo en el colegio realizaba sustituciones en un comercio de Miranda de Ebro. Como se puede ver, la mujer iba y venía constantemente de Vitoria a la localidad burgalesa. Exactamente igual que el día de su asesinato.
Algunas personas la habían visto esa misma mañana en el autobús de línea en el que acompañaba, desde hace años, a los jóvenes de la comarca al colegio. Horas después la mujer aparecía asesinada. Ahora todos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, lloran su pérdida. Ana ya no volverá al autobús con sus niños.
Ana Belén Jiménez Hurtado , de 44 años, es la cuadragésimo cuarta mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2017, también han sido asesinadas Noelia Noemí Godoy Benítez, de 32 años; Rosa María Sánchez Pagán, de 20 años; Matilde de Castro, de 44 años; una mujer de 25 años cuyo nombre se desconoce; Blanca Esther Marqués, de 48; Toñi García Abad, de 33 años; María de los Ángeles, de 77 años; Virginia Ferradás, de 55 años; Cristina Martín Tesorero, de 38 años; Ana Belén y Ana, madre e hija de 46 y 18 años; Carmen González Ropero, de 79 años; J.D.L.M., de 40 años (solo se conocen las iniciales); Laura Nieto Navajas, de 26 años; María José Mateo García, de 51 años; Leidy Yuliana Díaz Alvarado, de 34 años; Margaret Stenning, de 79; una mujer de 91 años cuyo nombre se desconoce; Mariló Correa Pérez, de 47 años; Gloria Amparo Vásquez, de 48 años; Erika Lorena Bonilla Almendárez, de 32 años; Yurena López Henríquez, de 23 años; María Victoria Zanardi Maffiotte, de 44; Ana María Rosado, de 42 años; Andra Violeta Nitu, de 24 años; Raquel López, de 45; María del Rosario Luna, de 39 años; Eliana González Ortiz, de 27 años; Ana Hilda Linares Báez, de 55 años; Susana Galindo Moreno, de 55 años; Beatriz Ros García, de 30 años; Valentina Chirac, de 37; Encarnación Barrero Marín, de 39; Encarnación García Machado, de 57 años; Fadwa Talssi, de 29; Donna Cowley, de 47 años; Maria del Carmen Carricondo Reche, de 66; María Raquel Castaño Urbán, de 63 años; Ana Belén García Pérez, de 38; Marisela Arauz, de 48 años; Irina G., de 38; Catalina Méndez García, de 48 años; así como Sofía Tato Pérez, de 42 años
En total, la serie 'La vida de las víctimas' contabiliza 44 mujeres asesinadas. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.