Cada vez que tuitea, sube el pan. En este sentido, para Jordi Cruz (39 años) las redes sociales se han convertido en su propio apellido. Debido a las represalias policiales tras el referéndum ilegal catalán que ha enrarecido aún más el clima, el mediático chef y jurado de MasterChef se apresuró al escribir en Twitter: “Debido a los acontecimientos recientes en Barcelona, los restaurantes de ABaC Group permanecerán cerrados mañana 3 de octubre". Ni rastro del tuit en las redes, ya que se apresuró a borrarlo.
Al poco tiempo eliminó el comentario, pero las redes sociales ardieron más que los fogones de los cuatro restaurantes que regenta: el ABaC (entre 140 y 170 euros el cubierto del menú) l’Angle (el único del que es propietario) Ten’s y Atempo (50 euros aproximadamente por comensal en ambos) Lo borró, pero no por arrepentimiento. Tal y como confesó a EL ESPAÑOL un íntimo amigo de José González –prefiere que se ponga el énfasis en el jó-, propietario del ABaC Restaurant Hotel de 5 estrellas GL, su jefe le pegó a Jordi un buen tirón de orejas por ese comentario: “Le reñí porque puso que él cerraba, cuando. Yo soy el dueño y yo soy el que decide si cierro o no”.
Y José pone los puntos sobre las íes: “Si se cerró el restaurante es porque la mitad de la plantilla no venía a trabajar el día de la huelga y como nosotros ofrecemos un servicio de alta calidad, cerramos porque no podíamos ofrecerlo”. Algunos seguidores del chef no se amedrentaron y cargaron tintas contra su supuesta doble hipocresía: “Jordi Cruz, separatista, cierra su restaurante por la huelga a favor del golpe de Estado. Cobra dinero público. Así estamos”, comentaba @aarreguijimenez o “Abac de Jordi Cruz que se forra con RTVE cierra hoy mientras los 3 estrellas abren”, escribía @carlesenric.
En las calles de Barcelona aún se bebía, se olía y se palpaba un ambiente de crispación cuando EL ESPAÑOL se personó en el ABaC para intentar hablar con Jordi. Nadie quiso confirmar si se encontraba en la cocina, pero lo cierto es que su agenda hecha humo porque lunes, miércoles y viernes está grabando ‘Master Chef Junior’, espacio televisivo por el que se embolsa unos 10.000 euros por programa. Curiosamente, la noche antes (4 de octubre), mientras Carles Puigdemont (54) protagonizaba su discurso televisado como respuesta al del rey Felipe VI (49), Artur Mas (61) y su esposa, Helena Rakosnik (60), acudían a la misma hora al estreno del musical Cabaret.
Por tal motivo, hablamos con Cristina Jiménez, pareja del chef televisivo desde hace algo más de cuatro años y que también trabaja en la empresa como Front Office Manager. Justamente, fue en el ABaC donde se cruzaron la mirada por primera vez y saltaron las chispas. La joven siempre se mantuvo en un segundo plano cunado a Jordi le adjudicaron un romance con su compañera de programa, Eva González (36). Muy amable y educada, Cristina afirmó a EL ESPAÑOL que “el tuit publicado hace unos días fue tan polémico debido a ciertos malos entendidos. Sólo queríamos manifestar nuestra intención en contra de la violencia, pero la gente lo ha malinterpretado y lo ha sacado de contexto. Además, los programas de televisión de Jordi se grabaron hace meses, antes de que estallara todo esto. Pero se ha liado”.
Desvelar la auténtica ideología de Jordi Cruz es todavía un misterio. En la Cadena Ser se sinceró hace algún tiempo, pero sin entrar en detalles: “La cocina y la política son como el agua y el aceite”. Y en www.cultivar.es llegó a manifestar que si en la cocina de Nandu Jubany se habla en catalán, en la suya se hacía en castellano porque había mucho empleado mexicano: “Si hablara en catalán muchos de los stagers que tengo no se enterarían de nada. Los mejores que yo encuentro son mexicanos, y a éstos no les puedo hablar catalán. Van a estar seis meses aquí. Además, creo que el catalán es una persona que tiende a hablar en el idioma en que le hablan si sabe hablarlo”.
Ante la insistencia por saber si Jordi se siente independentista o no, su pareja se muestra tajante: “Ni puedo ni debo manifestarme en su nombre y te he de decir que él tampoco se ha posicionado ni lo va a hacer”. Como mucho, el chef se reafirma en lo que dijo a La Vanguardia: “La cocina catalana es una herramienta buenísima que nos posiciona en el mundo y hace venir al extranjero. Sin eso, los números de este país serían mucho peores”. Algunas personas cercanas que le han tratado aseguran que se siente bastante catalán, es del Barça y adora su Manresa natal. Pero de ahí a decir que es independentista hay un buen trecho.
EL SILENCIO ES UN NEGOCIO
“Tan sólo te voy a decir que estamos muy tristes ante la situación que estamos viviendo y que estamos en contra de la violencia”, puntualiza Cristina. A diferencia de otros colegas mediáticos como Mercedes Milá (66) o los hermanos Gasol, que se han posicionado por la unión de Cataluña con España, o de Pep Guardiola (46) o Juanjo Puigcorbé (62), abanderados de la independencia, a los chefs catalanes no se les sacan las palabras ni con sacacorchos.
Muchos de ellos son estrellas Michelín y poseen restaurantes en varios continentes, por lo que decir algo inconveniente puede tener consecuencias irreversibles. El silencio es un negocio. De momento, el único que se ha pronunciado, pero echando balones fuera, ha sido Ferran Adrià (55) que solicita un mediador europeo neutral para arreglar la fisura político-social. Ni tan siquiera Carme Ruscalleda (restaurant Sant Pau de Sant Pol, Sant Pau de Tokyo y el Moments del hotel Mandarín de Barcelona), embajadora de la cultura catalana durante los próximos años, y que en alguna ocasión ha comentado que la gastronomía y la sardana –tiene una sardana con su propio nombre- son parte primordial de Cataluña, se ha atrevido a posicionarse actualmente.
El jefe de Jordi prefiere que éste no haga declaraciones. De hecho, el empresario está disgustado porque algunos de sus empleados se han ido de la lengua al hablar mal de otros compañeros, como el chef catalán Carles Gaig (69). En el ABaC, ubicado en la zona noble de Barcelona donde antes se asentaba una casa típica de la burguesía catalana, todo es un oasis de tranquilidad. Se respira otro ambiente. No hay enfrentamientos. Su frondoso jardín sirve de escudo e invade de un fresco aroma las 15 habitaciones equipadas con los últimos lujos y decoradas de forma minimalista en tonos neutros. Dormir oscila entre los 234 euros de la habitación standard a los 723 euros de la Abac Suite.
La joya de la corona es el restaurante, donde Jordi Cruz es el soberano. En su cocina de 200 m2, el chef da rienda suelta a su imaginación para dotar a los 56 comensales de las mejores exquisiteces para el paladar. Su esfuerzo ha sido compensado hasta ahora con dos estrellas Michelin.
A pesar de su prestigio culinario, la popularidad le llegó con el concurso Master Chef. Un programa que ya acumula en su temporada de adultos cinco temporadas (56 episodios) y otras cinco en la de los más pequeños (22 episodios). Además de dos versiones con famosos. En total, más de 80 programas por los que, como se apunta anteriormente, se ha podido embolsar casi un millón de euros. Además del dinero generado por la venta de libros de cocina del programa. Un negocio redondo.
Fue consciente de la fama cuando le empezaron a apodar ‘el cocinero seductor’ o el ‘chef objeto’, una situación que aún acentúa más su ya marcada timidez. De hecho, es tan tímido, que nunca ha sabido ligar con las chicas y, en una ocasión, cuando se decidió a hacerlo, empezó a balbucear palabras sin sentido.
SU POLÉMICA CON LOS BECARIOS
Aunque no se considere guapo, llama poderosamente la atención. Roza los 170 cm, tiene un cuerpo musculado, una voz más profunda que la de Darth Vader y una capacidad de trabajo asombrosa. No duda en dedicarle seis días a la semana durante doce o más horas a los fogones. Por si esto no fuera suficiente, podría ser el yerno perfecto de todas las mujeres españolas ya que sabe planchar, pone la lavadora, lava los platos…
Una responsabilidad que se ha labrado con esmero porque desde pequeño le tildaron de gamberro y mal estudiante. Incluso él mismo pensó que era tonto. Su padre, que falleció de alzhéimer hace varios años, tuvo que enderezarle ante la mirada sobreprotectora de su madre. De ahí que tuviera que ponerse a trabajar en el restaurante Estany Clar a los 14 años. Previamente había estudiado en la Escuela Superior de Hostelería Joviat. A los 29 años se fue a L’Angle de Món Sant Benet (Barcelona) para ejercer como gerente y jefe de cocina y, en 2010, fichó por el ABaC.
Cruz sigue siendo el administrador único de L'Angle S.L. La última vez que se presentaron las cuentas en 2012 el local tenía un beneficio en torno a los 10.000 euros anuales. El ABac cuenta con otras cifras de más estrellas: en 2013 facturó 3,9 millones, un año más tarde cerca de 4,9 millones y en 2015 la cifra asciende hasta los 5,5 millones de euros. De estas cantidades, según las fuentes consultadas, se lleva una comisión que ronda al 30%.
Menos mal que a los siete años supo que quería ser cocinero al prepararle a su madre enferma unas judías tiernas con patatas que no sólo le quitaron el hipo, sino que le iluminaron el futuro. Quien le iba a decir al menor de los seis hijos de un matrimonio de clase media –cuatro hermanas y un hermano- que en el futuro se convertiría en el cocinero más joven de España en conseguir a los 24 años una estrella Michelin y el segundo del mundo.
A pesar de la presión mediática constante, Jordi duerme como los ángeles. Y sólo necesita cinco horas para descansar. Es estirarse en el colchón y se eleva al séptimo cielo. Una clara señal de que tiene la conciencia tranquila a pesar de haber protagonizado otros rifirrafes en las redes sociales, como cuando afirmó a El Confidencial que los becarios (stagiers) no tenían que recibir un salario ya que "aprendes de los mejores en un ambiente real, no te está costando un duro y te dan alojamiento y comida. Es un privilegio”. Le llamaron explotador y fue denunciado a Inspección del Trabajo. De hecho, según los últimos datos que maneja EL ESPAÑOL, en la cocina del ABaC trabajan 14 personas contratadas y entre 10 y 20 stagiers, que se alojan en un palacete ubicado a pocos metros de distancia que le costó a José González 3 millones de euros. “Sí, sí, el mismo palacete que salió publicado en las revistas e internet en el que se afirmaba que Jordi y yo lo habíamos comprado”, zanja Cristina sonriente.
De hecho, la pareja vive nada más cruzar la calle del restaurante en un edificio clásico con majestuosos apartamentos de lujo. Situado en una zona anticatalanista por tradición, en la fachada se puede ver colgada una bandera española y ninguna catalana. Por eso, una vez más, el silencio es algo más que un negocio. Es una actitud.