Una anciana sale de la parroquia de Santa Casilda en Miranda de Ebro (Burgos). Son las seis de la tarde del pasado jueves. La noche está próxima a caer. La mujer, pelo corto y ondulado, se detiene a ver las misas del día siguiente en el tablón de anuncios. De puntillas y fijándose bien al entrecejo el puente de sus gafas, la señora lee que un día después se oficiará la ceremonia en memoria de un vecino al que todo el pueblo conoce como El Rifé.
El fallecido se llama Juan Carlos Sahagún Gobantes. “Murió en Cangas de Onís el 31 de octubre de 2017 a los 59 años”, se lee en un folio pegado a un corcho con celofán. La mujer, tras darse media vuelta y enfilar el camino de vuelta a casa, dice en voz alta: “Qué pena de chico. Aunque la que más ha sufrido es la madre, a la que le ha dado una vida de perros”.
Hasta el día de su muerte, El Rifé era prácticamente un desconocido más allá de las calles de Miranda de Ebro. Allí, donde nació en 1958, se convirtió en un héroe al salvar a dos hermanos que se estaban ahogando en el río. Juan Carlos tenía sólo 12 años. Por aquel tiempo era un niño imberbe aficionado al fútbol y fervoroso seguidor del defensa del FC Barcelona Joaquín Rifé. De ahí su apodo.
Aquella proeza llevó a Juan Carlos a viajar por toda Europa durante casi un mes gracias a que lo incluyeron entre los 16 chavales premiados con participar en el programa Operación Plus Ultra, una especie de Ruta Quetzal sufragada por Iberia y la Cadena Ser. Las cámaras del NODO de TVE recogieron una de aquellas visitas. Fue a San Fernando (Cádiz), donde la Armada española recibió a Juan Carlos y sus compañeros. Iban trajeados: pantalón gris, chaqueta negra, corbatilla y zapatos oscuros.
Pero este pasado martes, 46 años después de convertirse en héroe para los mirandeses, Juan Carlos Sahagún volvió a saltar a las páginas de sucesos de los medios de comunicación de toda España. Junto con la ayuda de un amigo burgalés intentó atracar un banco de Cangas de Onís (Asturias).
Tras atrincherarse y tomar rehenes, se enfrentó a tiros con la Guardia Civil. Su compinche se entregó. Él, en cambio, se quitó la vida con un arma. “Antes de volver a la cárcel me pego un tiro”, le había dicho Juan Carlos minutos antes al negociador que trataba de convencerlo para que se rindiera. Al final, El Rifé cumplió su amenaza.
Pero, ¿qué ha pasado en todo ese tiempo que va del Juan Carlos salvador al Juan Carlos atracador y suicida? EL ESPAÑOL viaja hasta Miranda de Ebro para reconstruir la biografía de un chico que de adolescente cayó en las redes de las drogas y nunca más volvió a ser el mismo. El Rifé se convirtió en un asiduo de la cárcel por los continuos palos que daba para calmar su sed de cocaína y heroína. La primera vez que pisó una penitenciaría fue en 1980. Tenía 22 años. Desde entonces su vida siempre fue en caída libre.
HÉROE EN LA 'PLAYA' DE MIRANDA DE EBRO
Hasta los 11 años Juan Carlos vivió en la calle Leopoldo Lewin junto a su único hermano, Iñaki, y a sus padres, Patxi Sahagún y María Nieves Gobantes. La casa, sobre la que hoy se levanta un edificio de varias plantas, estaba a dos calles del cauce del río Ebro. Al lado, pared con pared, se encontraba la antigua casa cuartel de la Guardia Civil.
La familia Sahagún Gobantes se trasladó a un kilómetro de allí para vivir en un cuarto piso de la calle República Argentina. La madre de Juan Carlos, hoy ya octogenaria, sigue residiendo en esa vivienda. Siempre se dedicó a las labores del hogar. El padre, en cambio, tenía un empleo en Renfe, pero falleció hace tres décadas, cuando El Rifé era un caco veinteañero.
Pese al traslado, Juan Carlos solía ir a jugar a la zona en la que nació. En 1970, año siguiente a su cambio de casa, salvó a dos hermanos de menor edad que él de morir ahogados. Lo cuenta al detalle un amigo suyo de toda la vida que pasea este jueves por la calle Leopoldo Lewin. El hombre, quien prefiere mantenerse en el anonimato por “respeto a la familia”, explica lo sucedido.
“Era verano (6 de julio de 1970). En este lado del margen del río había una playa. Los niños nos bañábamos allí. Era peligroso porque más arriba había una presa y el agua bajaba con bastante fuerza. Como El Rifé aún seguía viniendo por aquí, donde tenía los amigos de siempre, fue testigo de cómo uno de esos dos niños, de tres años, se estaba ahogando y que su hermana (11) se lanzó al agua a rescatarlo. Pero también la arrastró el río. Entonces, Juan Carlos, que era un tío fuerte y deportista, se lanzó a por ellos nadando”, explica el hombre.
Primero, Juan Carlos rescató al niño de tres años. Luego, ante la pasividad de la gente que estaba allí, de edad avanzada, El Rifé volvió a por la niña, que se había sumergido en las inmediaciones del cauce del Ebro. Cuando ya estaba casi exhausto, la encontró y la devolvió a la orilla. Un amigo que estaba presente les tendió un brazo para ayudar a salir a ambos.
“Él solo los rescató”, cuenta su amigo de la infancia, quien recuerda también que al hoy fallecido le gustaban las artes marciales y el fútbol. “Su padre entrenaba a un grupo de chavales del barrio en un equipo que ya no existe, el Deóbriga. Él era un chaval atlético y fuerte”.
NIÑO ‘PLUS ULTRA’
Aquel gesto de heroísmo le valió para que lo eligiera el jurado de la Operación Plus Ultra, cuyo nombre procedía de un antiguo programa de la Cadena Ser. Los 16 seleccionados año tras año destacaban por sus valores humanos.
El 25 de agosto de 1970 el diario ABC publicaba en su página 33 que Juan Carlos estaba entre los elegidos. 10 de ellos eran españoles. Los restantes, extranjeros. Fueron 25 días de viaje por distintos puntos de la geografía española y europea: Juan Carlos ‘El Rifé’ visitó la antigua Yugoslavia, Roma y el Vaticano -donde los recibió el Papa-, Bélgica, Palma de Mallorca, Barcelona, Tenerife, Sevilla, Las Palmas, Jerez Cádiz...
Aquella experiencia le valió para conocer a chicos que, como él, de una u otra forma habían realizado proezas similares la suya. Durante el viaje Juan Carlos se hizo muy amigo de José García Alconchel, un jerezano de su misma edad que cada día bajaba sobre sus espaldas a un hermano y a un primo inválidos totales. Luego, “los sentaba en carritos” y los llevaba hasta el colegio, que estaba a varios kilómetros de su casa, según contaba el diario madrileño.
CAYÓ EN LAS DROGAS Y “SE PERDIÓ”
Pero Juan Carlos Sahagún descarriló poco después. De adolescente empezó a tontear con las drogas. Apenas era un crío y ya había descuidado los estudios. Primero, acompañado por sus amigos del barrio, probó un cigarro. Luego, una raya. Más tarde, algún chute de heroína.
La dependencia generada lo llevó a tener que robar para costearse los estupefacientes. Dio palos en tiendas, en bancos, en supermercados… En Miranda toda el mundo sabía (y temía) quién era aquel chico “de buen corazón” pero “alma de lobo”, como cuenta su antiguo amigo.
Su primer ingreso en prisión fue en la cárcel de Burgos. Corría el año 1980. Luego, sus entradas y salidas de chirona fueron frecuentes. Pasaba períodos que iban desde varios meses hasta años. Siempre lo mismo. Hasta el día de su suicidio acumulaba 50 antecedentes, todos ellos por robo, la mayoría con fuerza. Su último atraco supuso el 51 en su largo historial delictivo.
Su última entrada en prisión, hace unos cinco años, fue por un robo con violencia. Salió en febrero de 2016. Aquel último paso fue por la penitenciaría de Burgos. Fuentes del interior de la cárcel burgalesa cuentan que era un “buen preso, nada agresivo, con el que se podía hablar sin problema”. “Chocó” mucho entre los funcionarios de la prisión que fuese él quien se quitara la vida.
Durante sus largas épocas en la cárcel Juan Carlos trató de desintoxicarse. Fue en vano. Un antiguo compañero de la cárcel burgalesa, quien dice apodarse Pico y es de un pueblo cercano a Miranda, cuenta que los años 80 y 90 del siglo pasado fueron “décadas muy putas en chirona”. “Nos intentaban violar, había peleas…”.
SONADO INTENTO DE FUGA
El Rifé volvería a manchar con tinta páginas de periódicos en mayo de 1989. Con 31 años protagonizó, junto a dos presos con los que había trabado amistad, un sonado intento de fuga de la penitenciaría de El Dueso, en Santoña (Cantabria).
Durante tres días se les dio por fugados. 150 funcionarios y guardia civiles rastrearon el interior y el exterior de la prisión. No tuvieron éxito, nadie les encontraba.
Finalmente, Sahagún y sus dos compinches aparecieron escondidos en un falso techo del centro penitenciario. La prensa de la época publicó que los reclusos estaban condenados a "altas penas por atracos y, en dos casos, con homicidio (no era Juan Carlos)".
Uno de los últimos golpes lo llevó a cabo en el Centro Sanitario San Juan de Dios de Palencia. Corría febrero de 2011. Fue un atraco muy similar al de Cangas del pasado martes. Él y otro asaltante usaron pistolas para amenazar a los trabajadores y encerraron a dos de ellos en una nave. En aquella ocasión, Sahagún y su compinche lograron escapar con el botín, pero se les detuvo poco después mientras huían. Lo condenaron a tres años y medio de cárcel.
SU ÚLTIMO GOLPE ACABÓ EN SUICIDIO
Desde su salida de prisión Juan Carlos Sahagún estaba en Miranda de Ebro. Había cambiado mucho su aspecto físico. Ya no era aquel niño fuerte de cabello moreno. Ahora, delgado, pelo cano, mataba el tiempo ocioso de sus días en libertad paseando por las calles de su pueblo natal.
Su madre, María Nieves, hacía años que ya no lo acogía en su casa. Varios vecinos de la calle República Argentina cuentan que la señora, hoy octogenaria, “dejó de abrirle la puerta” cuando vio que su hijo no abandonaba “la mala vida”. Este reportero tocó la puerta de la vivienda de la anciana pero una voz de mujer al otro lado del telefonillo dijo que la señora que trajo al mundo a El Rifé no quería “atender a nadie”.
Tras su salida de prisión, con el paro carcelario en el bolsillo, a Juan Carlos se les solía ver por los bares de Miranda acompañado de una novia de etnia gitana. A la hora de comer solía dejarse ver por el hogar del pensionista de la calle San Agustín, a sólo 20 metros de la parroquia en la que este viernes se ofició una misa en su recuerdo. Allí acudía para comerse un menú por 5,30 euros. “No me podía creer que fuera él cuando me enteré”, dice Juan, de 77 años, mientras juega una partida de dominó.
El lunes por la tarde, un día antes de quitarse la vida, El Rifé pasó por varios bares de su pueblo. Durante la madrugada él y su compinche recorrieron en coche las tres horas y media de carretera que les separaba de Cangas de Onís.
Eran las 9.10 de la mañana del martes 31 de octubre cuando ambos irrumpieron a punta de pistola en una oficina de Liberbank. En el interior del banco sólo había dos empleadas y un cliente. Cuando los ladrones intentaban huir con un botín de varios miles de euros varias patrullas de la Guardia Civil llegaron a la puerta. El amigo de Juan Carlos, cuyas iniciales son J.M., se tiró al suelo. Él, en cambio, decidió apretar el gatillo y enfrentarse a los agentes. En el intercambio de disparos hirió a un guardia.
Durante tres horas un negociador trató de convencer a El Rifé de que se entregase y liberara a sus rehenes. Cedió a las 12.15 de la tarde, pero sólo a medias. Dejó salir a las empleadas y al cliente. Sólo unos minutos después en la calle se escuchó el sonido de un disparo que procedía del interior de la oficina bancaria. Juan Carlos Sahagún, el niño que un día fue héroe, decidió a las bravas que nunca más volvería a prisión. ¡¡¡Pum!!! El Rifé decía adiós para poner fin a su vida perra.
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