Era lo último que se podían esperar los vecinos del barrio madrileño de Usera en la mañana de este jueves. El autor del revoltijo que se había creado en la calle -a raíz del atraco a la sucursal de una entidad bancaria- no era otro que Antonio, su Antonio.
Antonio Almida Guerrero (55 años) no era feliz en los últimos tiempos. “Se le venía el mundo encima”, cuenta a la reportera su vecina Beatriz, que también era una amiga cercana. El exguardia jurado pasa por sus horas más bajas. No levantaba cabeza desde la muerte de su madre, María del Pilar, con la que vivía y convivía, hace algo más de dos años. Había adoptado la rutina de ella y, tras fallecer a causa de un ictus, Antonio no tenía más motivación vital que su mascota, un pequeño perro al que profesaba devoción.
Las adicciones, su refugio
Antonio, su Antonio, se refugiaba en el alcohol y las drogas para tratar de evadirse de la realidad. Era un círculo vicioso y viciado: la adicción le llevó a los arrestos policiales, la droga hizo que cargara con antecedentes penales de por vida. “Pero jamás nos habríamos esperado esto”, se sinceran. “No sabemos qué le pudo pasar. Ha tenido que haber un detonante, algo que se le haya pasado por la cabeza… Porque Antonio no es violento, qué va a serlo. En el fondo es un cacho de pan”.
Pero Antonio, su Antonio, se levantó este jueves por la mañana, decidido a atracar la sucursal de Bankia. Se vistió con unos vaqueros, una chaqueta de camuflaje, se puso una gorra en la cabeza y unas gafas de sol. Empuñó una pistola que parecía de aire comprimido pero que en último momento, y según las pesquisas de la investigación, resultó ser falsa.
Eran poco más de las 9.45 de la mañana. Antonio salió de su portal, a escasos cien metros de la sucursal bancaria. Primero paró en el bar La barca a tomar una copa de ron. Después, recorrió la distancia que le separaba del banco en menos de un minuto. No se sabe qué se le pudo pasar por la cabeza en esos sesenta segundos. “Estaba muy solo, muy triste. No hace mucho se me echó a llorar en la calle, tras tener que sacrificar a su perro, que era lo único que le sacaba a la calle ya”, relata su vecina Beatriz.
- Bea, Bea, no puedo más. Se me caen las paredes de casa encima. No sé qué hacer ya, se desahogaba Antonio con su amiga.
No había más de seis personas en el interior de la entidad bancaria en esos momentos, que se encuentra en la calle Dolores Barranco en su cruce con Fornillos. A pocos metros se encuentran la Junta de Distrito municipal y el parque Olof Palme. El director de la sucursal, Saturnino, cuenta a la reportera cómo Antonio, su Antonio, irrumpió en el establecimiento diciendo que "iba a matar a todos". También reclamaba al menos 6.000 euros. “Iba borracho”.
Un helicóptero y una pizza
Saturnino trató de calmar a Antonio. Consiguió que dejara salir a los clientes y que se quedaran únicamente ellos dos en el interior de la sucursal. En ese momento, Antonio sólo pedía dinero, un helicóptero para huir y una pizza. Luego, ha ido soltando a varios rehenes, acompañándoles a la puerta. Pilar, una vecina de 68 años y testigo del suceso, afirma que Antonio -ella no lo conoce y únicamente lo vio por detrás- sacó una pistola. Clamaba que se iba “a liar a tiros”. Ella reaccionó gracias al aviso de otra de las empleadas. “Me ha dicho que me fuera corriendo, que les estaban atracando".
Según el diario El País, en ese momento había solo unos 500 o 600 euros en efectivo en el banco, explican fuentes de la investigación, pero el asaltante aseguraba que no saldría del establecimiento si no le entregaban, al menos, 6.000 euros.
Hasta el lugar se desplazó el Grupo XII de la Policía, especializado en estos atracos. Han estado intentando negociar la entrega de Antonio durante aproximadamente una hora. En un vídeo, grabado por un vecino y al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, se puede observar cómo el atracador, cuando se ha visto rodeado por los agentes en la calle y sin alternativa, ha tratado de abandonar la oficina con Saturnino como rehén, mientras le apuntaba con la pistola en la cabeza. Es en ese momento cuando uno de los agentes policiales vestido de paisano, que ha podido reducirlo. El ambiente, agitado por la situación, se plasma en el audio: "Joder, es Antonio, es mi vecino, el atracador".
Saturnino no le ha querido sumar importancia al suceso. Porque el autor era Antonio, su Antonio: "Pobre hombre, la ha líado parda". Una hora y media después, a las 11.20 horas, Antonio ya ha salido esposado y detenido.
Nadie sabe qué le ha podido pasar por la cabeza a Antonio. Cada vez se acrecentaban más sus adiciones. La camarera del bar al que era asiduo, a medio camino entre su casa y el banco, ha comentado a Efe que la noche anterior había ido a su establecimiento y había intentado robar un cuchillo.
A Antonio lo han trasladado a la Jefatura Superior de Policía de Madrid, donde se le tomará declaración antes de su paso a disposición judicial. No ha sorprendido a su vecino Ildefonso Martínez, con el que convivía puerta con puerta. “No es mal hombre, pero estaba en sus horas más bajas. Cuando bebe se pone faltón y ha montado algún tumulto”, reconocía. Al domicilio alguna vez ha tenido que acudidr la Policía.
Sus vecinos lo comentaban apenados. La vida del barrio de Usera se ha visto paralizado durante unas horas esta mañana, pero no se olvidará en un tiempo. “Con lo que tiene encima, no creo que vaya a la cárcel. Quizás lo más apropiado para él sea un centro psiquiátrico”.